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Pediatría respetuosa

La Pediatría respetuosa es una forma de entender la salud del niño basada en las diferencias y el respeto a esas diferencias.

Este podría ser su decálogo, pero es una idea abierta que acepta aportaciones:

  1. CADA niño es diferente.

  2. Observar a CADA niño es la mejor forma de saber si tiene un problema o no.

  3. CADA niño tiene SUS mecanismos para adaptarse a los cambios.

  4. La mejor opción es apoyar SUS mecanismos.

  5. Modificaremos SUS mecanismos sólo si tenemos RAZONES CLARAS para pensar que le perjudican o son mejorables.

  6. Los pediatras aportamos nuestra experiencia como OPCIONES.

  7. Ante un problema hay siempre VARIAS OPCIONES.

  8. Las decisiones sobre la salud de los niños las toman los PADRES.

  9. Los padres y los hijos forman una UNIDAD que hay que respetar.

  10. La opción A RECOMENDAR no es «la mejor», sino la que funciona en cada caso para resolver los problemas y mejora la vida de la familia en su conjunto.

Voy a desarrollar cada uno de esos puntos de la forma en que yo lo entiendo:

CADA niño es diferente.

Los seres humanos somos diferentes. Pero tendemos a dar respuestas generales. En salud también ocurre. No lo hacemos porque realmente pensemos que una misma respuesta es cierta en todos los casos. Una de las cosas que nos enseñaron en la Facultad es: «Hablando de medicina, cualquier respuesta que incluya la palabra siempre, es falsa.»

La tendencia a dar respuestas generales y no matizarlas ha empeorado por culpa de la masificación. Debemos luchar contra esa tendencia, porque significa deshumanizar la medicina. Y eso no funciona. Porque la medicina trata única y exclusivamente de salud de humanos individuales. Enfermamos de forma individual y sanamos de forma individual.

Observar a CADA niño es la mejor forma de saber si tiene un problema o no.

Tendemos a usar cifras para «objetivar» nuestras apreciaciones sobre la salud de los pacientes. Pero en muchos casos nos centramos tanto en esas cifras que olvidamos observar al propio niño. Lo primordial es valorar la salud del niño, y eso se hace teniendo una visión de conjunto en la que miramos a la persona, no a sus cifras. Ejemplo: No generar preocupación ni hacer nada para que un niño suba de percentil de peso si está sano.

CADA niño tiene SUS mecanismos para adaptarse a los cambios.

La capacidad del organismo (especialmente del de los niños) para adaptarse a los cambios y responder a las agresiones es mayor de lo que llegamos a entender aún. No tenemos los conocimientos para dirigir de forma completa las reacciones del organismo. Y esos mecanismos de adaptación varían de individuo a individuo. Ejemplo: Ante un mismo virus hay niños que reaccionan sin fiebre y otros con fiebre alta. Pero también hay niños que toleran esa fiebre mejor que otros.

La mejor opción es apoyar SUS mecanismos.

Debemos ser humildes y confiar en la capacidad del cuerpo de curarse siempre que no aparezcan señales claras de que no funciona. De modo que ante una enfermedad o problema para adaptarse a un cambio lo mejor es valorar en primer lugar cómo responde el niño a esa situación y ayudar a los mecanismos que vemos que le están funcionando para superarla. Ejemplo: Hidratar bien a un niño cuando tiene fiebre.

Modificaremos SUS mecanismos sólo si tenemos RAZONES CLARAS para pensar que le perjudican o son mejorables.

Pero sabemos que en algunos casos aparecen mecanismos que en su intensidad o en la forma en la que actúan, pueden empeorar la evolución de un niño enfermo. En esos casos debemos tener razones claras para modificar o contrariar esas reacciones, pero hacerlo puede ser necesario para sanar al niño. Ejemplo: Tratar la fiebre cuando produce malestar o agotamiento.

Los pediatras aportamos nuestra experiencia como OPCIONES.

La época en la que el médico era la autoridad indiscutible en salud ha pasado: Por suerte. Los médicos seguimos siendo valiosos gracias a que atesoramos formación y experiencia. Los pacientes acuden libremente a nosotros en busca de ellas. Pero somos asesores, no jueces.

Ante un problema hay siempre VARIAS OPCIONES.

Un protocolo es una simplificación en la que se recomienda actuar de la forma que funciona mejor en más casos. Pero todos los médicos sabemos que esa forma de actuar no es la única, y que hay distintas opciones para resolver un mismo problema. Debemos exponer esas opciones para que el paciente (o sus padres en pediatría) escojan la que mejor se adapta a su situación con nuestro asesoramiento.

Las decisiones sobre la salud de los niños las toman los PADRES.

Esto es una realidad. Aunque muchos médicos no lo entendamos. Cuando una familia sale por la puerta de la consulta tienen la opción de seguir las recomendaciones del médico o no. Conseguiremos que lo hagan si los padres salen con la convicción de que el médico ha entendido el problema de su hijo, se les han explicado las distintas opciones, y la escogida lo ha sido de mutuo acuerdo entre el médico y los padres.

Los padres y los hijos forman una UNIDAD que hay que respetar.

En ocasiones nos centramos en cual es la mejor opción para el niño sin tener en cuenta la situación de los padres. Eso acaba perjudicando al niño, porque el bienestar de los padres es esencial para el bienestar del niño. Ejemplo: Si yo recomiendo que desde el punto de vista afectivo el colecho es la mejor opción. Pero no tengo en cuenta que para algunos padres es imposible descansar haciendo colecho. Estoy generando problemas. Porque daré a los padres la idea de que si no hacen colecho perjudican a su hijo, pero si lo hacen no descansarán y el resultado será que el niño vivirá con unos padres que viven su paternidad con ansiedad o con agotamiento.

La opción A RECOMENDAR no es «la mejor», sino la que funciona en cada caso para resolver los problemas y mejora la vida de la familia en su conjunto.

Los pediatras necesitamos tiempo para conocer al niño, a sus padres y las condiciones que hacen que la opción a recomendar ante un problema sea una u otra. En ocasiones tenemos prejuicios sobre cual es la mejor opción de forma general. Esto es especialmente frecuente en cuestiones de crianza. Debemos ser tolerantes y flexibles entendiendo que la mejor opción en cada niño es la que consigue un mejor resultado no sólo en el niño considerado de forma aislada, sino en la convivencia de todos los miembros de su familia.

Esta forma de entender la Pediatría tiene un factor limitante: EL TIEMPO. Para ejercer la pediatría de la forma descrita necesitamos tiempo para cada familia.

Y un enemigo: LA MASIFICACIÓN que pretende transformar la medicina en una cadena de montaje en serie.

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Los bebés se calman en brazos

Los típicos tópicos sobre educación en un tema muy concreto: los niños y los brazos (de sus padres)

«No lo cojas tanto en brazos que se va a acostrumbrar.»

Seguro que os lo han dicho alguna vez. «Y si no os lo han dicho es que tenéis que cogerlo más» (es broma).

Los bebés se calman en brazos. Pues sí. Son muy raros, les gusta que les abracen y sentirse queridos. Yo soy igual de raro. Me gusta que me abracen, el contacto con las personas que me agradan. Sentirme seguro y relajado disfrutando de estar con alguien de quien sólo espero cosas buenas. No dejes que nadie te diga que hacer eso a tu hijo es malo. O pasa totalmente de quien lo haga…

«Los bebés no son capaces de regular el estrés, por lo que depende  del contacto con su figura de apego, su calor y su voz para tranquilizarse y sentirse seguro». Esto es verdad a medias. Los bebés si que son capaces de regular el estrés. Si no dispone de la figura de apego, acabará activando otros mecanismos para superarlo. Ningún niño se muere porque sus padres no puedan atenderle de forma inmediata.

El problema es que son mecanismos que precisan un esfuerzo mucho mayor por parte del niño. Forzarlo a recurrir a esos mecanismos más difíciles no tiene mucha justificación si nuestro único planteamiento es: podría cogerlo y abrazarlo en este momento, pero no se si es bueno que lo haga. Hazlo, por su puesto que es bueno. Pero tampoco te agobies si empieza a llorar justo en el momento que te das cuenta que se está quemando la comida. Puede esperar a que apagues el fuego.

«Un bebé primitivo que no llorase y reclamara los brazos de sus progenitores sería rápidamente capturado por cualquier depredador al acecho». Esto significa que los bebés han adquirido esa necesidad a lo largo de cientos de miles de años de evolución de la humanidad. Si pretendemos que eso cambie, es posible, pero va a costar. A veces las circunstancias familiares lo hacen necesario. Pero si no lo es, mi consejo es que le evites ese esfuerzo de adaptación.

Derivado de lo anterior, los bebés llevados en brazos lloran menos y durante menos tiempo. Esto no sólo se debe a los beneficios directos de la cercanía (movimiento, calor, olor) sino también a que el adulto que le lleva está más atento a los signos de incomodidad que pueda tener el bebé y, por tanto, puede atenderlos antes (por ejemplo, el hambre).

Entonces, ¿en brazos hasta los 18 años?

No. Todo tiene su momento. Yo he llevado mucho en brazos a mi hijo. Gracias a eso y a otras muchas muestras de afecto me he ganado que se preocupe por mi bienestar. Llegó un momento con unos 5 años (es bastante delgado, con lo que no me ha costado hasta ese momento cogerlo) en que ya empezaba a resultarme molesto cogerlo en brazos con mucha frecuencia (dolores de espalda). Pero lo entendió perfectamente. En cuanto le expliqué unas cuantas veces que no lo podía coger tanto como antes porque ya pesaba mucho y luego me dolía la espalda, ha ido dejando de pedirlo, y lo entiende cuando se lo digo. Es bueno, me quiere y no quiere que haga algo que me va a doler.

¿Significa eso que ya nunca lo cojo en brazos?

Pues no. Cuando llegamos a casa tarde y está muerto de sueño lo cojo. Y no sé si le gusta más a él o a mí sentirlo como deja su cabeza vencida sobre mi hombro.

A veces tras una larga caminata (larga para él) me pide que lo coja. Yo ya sé que con que lo lleve unos minutos luego va a entender perfectamente que debe seguir a pie. Es mejor hacerlo así que liarla para que siga andando a buen ritmo cuando realmente ya está cansado. Es lo que hago si tenemos prisa. Si no la hay, pues paramos un poco a descansar y seguimos.

El resumen:

Con los niños todo tiene su momento. Cuando hacemos las cosas de forma razonable, casi siempre el resultado acaba siendo igual de sensato. Se pueden conseguir las mismas cosas de formas muy diferentes. No pretendo que mi hijo sea egoísta, caprichoso ni consentido. Pero reivindico la palabra «mimado». El mío lo es, y me encanta que lo sea. Significa que se siente querido. Pero eso no le impide valerse por si mismo, ser sensato en lo que puede serlo para su edad y saber que a veces no es posible lo que le apetece.

Escoged vuestra propia forma de hacerlo. Aquella con la que os sintáis felices junto a vuestro hijo. Esa es la mejor garantía de éxito criando niños.

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Los portabebés ayudan al establecimiento de la lactancia materna

Los portabebés ayudan al establecimiento de la lactancia materna y al mantenimiento de la misma.

El pecho funciona cuando lo damos a demanda. Eso se debe a dos aspectos:

  1. El pecho funciona de una forma compleja, pero a la vez muy simple: Produce más cuanto más lo vacian.
  2. La cantidad que un lactante necesita mamar varía de una toma a otra. Y se va modificando conforme el niño crece. La mejor forma de que lo que el pecho produce se amolde a lo que el niño necesita es que pueda tomarlo a demanda. Cada vez que lo pida y durante el tiempo que quiera. Si lo hacemos así, reducimos la ansiedad del niño comiendo, los gases… Y favorecemos que el niño tenga una relación con la comida en la que aprende a regular su apetito poco a poco por sí mismo.

Durante los primeros meses esa demanda puede ser tan intensa que dificulta a la madre hacer casi cualquier otra cosa. En esas condiciones un portabebés puede ser una gran ayuda. Ya que permite dar el pecho al niño mientras la madre se mueve y tiene las manos libres para hacer otras actividades. Y permite además dar el pecho en lugares en los que no se dispone de intimidad con total discrección.

Pero para hacer esto, no todos los portabebés son iguales ni permiten por ejemplo dar el pecho cómodamente dejando libres las manos. Y no todas las mochilas portabebés son adecuadas para todas las edades.

Si tienes claro que necesitas una mochila portabebé pero no sabes cual escoger te aconsejo que visites esta página en la que una madre experta en porteo te asesora para escoger tu mejor opción:

Si tienes dudas puedes hacer una

Consulta Online sobre Lactancia Materna

y obtener tu respuesta en menos de 24 horas.

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Los bebés necesitan ir en brazos

Soy pediatra y no voy a regañar a una madre por «tener a su hijo en brazos» tanto como desee. ¿Porqué?

Una de las cosas que me resulta llamativa en mi actividad como pediatra es que para muchos padres uno es como el «policía de la crianza» o algo así.

Trabajo en un hospital donde visito a diario a los nuevos padres. Y es frecuente que me comenten como una de sus dudas: «Es dejarlo en la cuna y llora, pero se calla en cuanto lo cogemos. Pero nos han dicho que tenemos que dejarlo en la cuna, que si no se va a acostumbrar a que lo tengamos siempre en brazos.»

Entonces es cuando les explico lo siguiente:

Hay formas diferentes de criar niños.

Existe una que consiste en que los niños deben hacer las cosas que nosotros consideramos adecuadas cuando nosotros consideramos adecuado.

Pero hay otra que se basa en entender que cada niño tiene su propio ritmo. Es mucho mejor entender sus necesidades y que hay un momento adecuado en cada niño para los cambios que generar conflictos innecesarios por querer hacerlos en un momento que no está preparado.

Si escogéis como yo la segunda opción, debemos entender que un bebé necesita que lo cojan. Al nacer ha salido de un ambiente de recogimiento que le inspira seguridad. Verse sólo en un espacio muy abierto le genera inseguridad. Si cuando lo dejas en la cuna llora y si lo coges se calla, tu instinto te dice que lo cojas, tu corazón te dice que lo cojas: ¡Pues cógelo!

Algunos dicen que si se coge a un niño demasiado se le hace inseguro y dependiente. Pero es al revés. Cuando un niño es llevado en brazos con frecuencia y recibe afecto de forma continua se cría sintiéndose querido y seguro. Poco a poco, la curiosidad le hará buscar la separación para explorar el ambiente que lo rodea.

Así que escoged vuestra forma de criar a vuestro hijo. Si lo que os sale es darle afecto constantemente, no os cortéis. Al afecto no hace daño nunca.

Y si vamos a llevar a un niño en brazos hasta que esté preparado para «independizarse» hay cosas que pueden ayudar. Como las mochilas porta bebés. Ayudan a que llevar al niño en brazos sea compatible con un mayor número de actividades y a que hacerlo resulte más cómodo. Las mochilas ergonómicas lo hacen además en la postura más adecuada para el niño.

Si queréis información sobre cual escoger según vuestras necesidades os recomiendo el siguiente enlace. En este formulario una madre experta en porteo os puede asesorar sobre la elección.

 

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¿Qué mochila portabebés es la mejor para mí?

Si quieres una mochila para llevar a tu bebé y no sabes cual escoger, hay expertas que pueden ayudarte.

En esta web encontráis mucha información gratuita sobre salud infantil. Mi deseo es ayudar a los padres a ser más autónomos. Pero yo no soy experto en todo lo que pueda relacionarse con niños. Y a veces establezco colaboraciones con otras personas que lo son en campos complementarios. Si tu lo eres no dudes en comentármelo.

El tema del porteo es uno de ellos. Yo puedo hablar de las ventajas para la salud que tiene el porteo. Es una necesidad que en realidad tienen todos los padres: Llevar a su bebé en brazos. Pero especialmente recomendable en niños con Reflujo o con Cólico del lactante. Pero hay una madre a la que conocí a través de la web que ha hecho de ello una pasión y al tiempo una forma de sacar adelante a su propia familia. Y colaboro con ella por medio de un sistema de afiliación. Lo que quiere decir que si compráis vuestra mochila a través de uno de los enlaces presentes en esta página yo recibo una comisión y esta madre vende sus productos. Lo que no supone que os los cobren por encima del precio de mercado. Es una forma de «premiarme» sin que a vosotros os cueste nada por la información que os doy.

En este caso, para escoger la mochila con la que transportar a vuestro bebé que puede ser útil en tu caso, hay que tener en cuenta varias cuestiones: Edad y peso de tu bebé, cuál es la utilidad que quieres darle a la mochila, tus propias preferencias…

Una de las ventajas de la web que os recomiendo es que su autora está disponible para que podáis pedirle información sobre cuál es la mochila que mejor se adapta a vuestras necesidades.

Podéis solicitar su ayuda a través de este formulario.

 

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Los terribles dos años

A veces los niños sufren cambios que parecen bruscos. A los dos años hay cosas llamativas en la conducta.

Recuerdo que refiriéndose a la pubertad mi padre decía en muchas ocasiones: «de pequeños estaban para comérselos, y de grandes, que pena de no habérselos comido.»

Pero eso es algo que muchos padres piensan mucho antes: Algunos lo llaman los «terribles dos años» o la «crisis de los dos años». Se puede resumir en una palabra: «No.»

Vamos a intentar entenderlo, porque sólo entendiéndolo se dota uno del arma más necesaria en esa situación: La «santa paciencia».

El desarrollo de los niños no es lineal, y además cada niño tiene sus variantes. Pero en torno a los dos años es frecuente que los padres noten algunos cambios significativos en la conducta de su hijo. Es la etapa de las rabietas, de llevar la contraria a todo, suelen ser más frecuentes las pesadillas, los miedos y los terrores nocturnos. En resumen, que cuando parecía que íbamos tomándole el tranquillo a esto de criar niños se nos desmonta todo.

Encima es para muchos niños su primera invierno de escolarización, y algunos no paran de pillar infecciones. Otros empiezan a seleccionar la dieta y a no querer comer alimentos que hasta entonces aceptaban bien.

Vamos a añadirle que llegamos a un nivel de razonamiento y de lenguaje que le permite escoger y expresar sus elecciones, pero aún de forma imperfecta (lo que le genera frustración si no es entendido).

Suele juntarse con todo esto que parece que toca quitar el pañal y el chupe (si lo tenían). Y que en muchos de los que siguen con el pecho empieza el destete (evidentemente se puede seguir por encima de esta edad).

Si a todo este panorama le sumamos un hermanito recién nacido (los dos años son la cadencia más habitual entre hermanos) la tenemos pero bien liada.

¿Cuál es la clave del problema? Autonomía.

Voy a intentar explicarlo: Al principio los padres solemos agobiarnos porque los niños son seres totalmente indefensos. Dependen para todo de nuestro cuidado. No es raro que eso suponga para muchos padres la mayor responsabilidad que se ha asumido en la vida.

Pero va pasando el tiempo, vamos conociendo a nuestro hijo y empezamos a entender sus necesidades, cómo nos las expresa y cómo cubrirlas. Incluso empezamos a entender que tenemos cierto margen de maniobra y que podemos escoger entre formas difrentes de suplir sus necesidades.

Cuando esto ocurre, empezamos a tener la sensación de que dominamos la situación y que hasta podemos escoger la forma de hacer las cosas que mejor se amolda a nuestras preferencias.

Pero entonces, de repente, el niño adquiere la capacidad de hacer cosas de forma autónoma, o de no hacerlas… Y eso es nuevo. De repente, perdemos la capacidad de planificar mínimamente, porque él empieza a tener iniciativa de temas que antes ni se planteaba (lo que quiere hacer en este momento y lo que no, o sus preferencias, escoge ropa, comida, juegos, juguetes, compañía…), y además empieza a expresarlo de forma clara.

Se está definiendo su personalidad. Y eso quiere decir que disfruta escogiendo las opciones que más le gusta, y al mismo tiempo, que le disgusta tremendamente que no se respeten esas elecciones.

Como decía al principio aparecen:

El no. Es decir, la capacidad de escoger no hacer lo que hemos planeado nosotros y le incluye.

La rabieta. Es su forma de expresar la frustración cuando no consigue que los demás se sumen a su elección.

La agresividad. Es una forma de rabieta que se expresa con violencia porque su capacidad de hacer daño es ahora mayor. Al principio no interpretan que hacen daño. Poco a poco lo identifican y ante eso hay niños que abandonan la violencia y otros que la intensifican. Depende mucho del vínculo afectivo, de los ejemplos que tiene en su entorno, y por supuesto de la propia personalidad del niño.

La clave general es entender que esto es uno de los procesos de cambio necesarios para su desarrollo. En el futuro esperamos que sea cada vez más autónomo.

Lo que recomiendo a los padres es que ante cualquier elección del niño que no se amolda a nuestra idea inicial valoremos:

– Lo que ha escogido el niño es una alternativa aceptable: Cede. Refuerzas su autoestima y le muestras que eres flexible cuando puedes serlo.

– Lo que ha escogido podría aceptarse pero en este momento prefieres no hacerlo: Valora si ante una conducta de presión por parte del niño vas a ceder. Si es así, no esperes a que haga una conducta que no deseas (como la rabieta) para ceder tras ella.

– Es claramente una opción no aceptable: Pues toca aguantar, a pesar de la rabieta. Y tras ella con cariño, con paciencia, explicar porqué no es posible y que usando ese medio no va a conseguir las cosas.

Lo desesperante de todo esto, es que incluso haciéndolo bien, los resultados no son nunca inmediatos. Pero en eso consiste la educación y por eso es tan difícil ser buenos padres.

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¿Qué pasa si a partir de los 6 meses el colecho + lactancia da por resultado mal sueño?

Lo primero que debo aclarar es que para mí la lactancia materna a demanda y exclusiva durante los 6 primeros meses de vida y el colecho en esa fase me parecen las opciones naturales en crianza. Pero la frecuencia con la que a partir de los 5-6 meses las madres que han hecho este dúo empiezan a plantearme dudas y preguntas, porque hay problemas, también me dejan claro que al defender esta forma de hacer las cosas, lo hacemos muchas veces una forma excesivamente bucólica. Y que en muchos casos, las respuestas que somos capaces de dar para mejorar la situación no están a la altura. Posiblemente porque somos poco realistas y tenemos bastantes prejuicios. Lo malo es que eso acaba marcando con el sello de la ansiedad una maternidad. De hecho esto es la respuesta a una madre a través del sistema de consulta de Qoolife. Una Pekerrespuesta.

En concreto os voy a poner un ejemplo:

Hay niños que van muy bien de peso y talla. Incluso por encima de lo normal (pero daría igual si está en cualquier otra posición de las tablas). Lo que sí nos dice que esté por encima de la media, es que en realidad lo que voy a describir como un problema, lo es para la madre, no para el niño de forma directa. Lo que pasa es que como el vínculo madre-hijo es tan importante, cualquier problema que afecte de forma importante a la madre, acaba afectando al hijo.

El problema concreto es que muchos de los niños que han hecho colecho y lactancia materna a demanda, a partir de los 5-6 meses empiezan a despertarse con mucha más frecuencia de lo que lo hacían. Y las madres empiezan a empeorar mucho su calidad de sueño. Los ciclos de sueño de los niños de esta edad duran entre 45 y 90 minutos y los despertares suelen coger esa frecuencia o múltiplos de ella. En algunos casos el bebé sale de un ciclo de sueño y entra en el siguiente sin que lo percibamos. De hecho es lo que ocurría hasta que aparecieron los problemas. Cuando se despierta no es por hambre, porque en la mayoría de los casos es dar dos chupadas al pecho y se queda frito. Pero ya ha interrumpido el sueño de la madre.

A partir de los 5-6 meses lo que ha ocurrido es:

– Que el niño es más activo y más consciente de lo que le rodea. Antes había veces que al despertar simplemente se dormía. Pero con esta edad el desarrollo del vínculo afectivo del niño con la madre está más maduro y cuando sale de un ciclo de sueño y percibe que su madre está a su lado desea más el contacto con ella y tiene más tendencia a hacer su ritual completo de sueño. Su ritual ha consistido desde que nació en dormirse en brazos de su madre, tomando el pecho. Pero ahora él empieza a ser consciente de ello y a pedirlo.

– Empieza la alimentación complementaria. De hecho muchos pediatras aconsejan introducir la papilla de cereales nocturna para que el niño no se despierte por hambre. Funciona cuando es esa la causa, pero no cuando es la descrita en el punto anterior. Muchos de estos niños de hecho asocian un rechazo a la alimentación complementaria, especialmente si es la madre quien la ofrece. En este sentido, evitad luchar con el niño para que coma la alimentación complementaria. Eso sólo genera rechazo a la comida y que acaben comiendo lo que realemnte quiere (el pecho) cuando no se le discute darlo (de noche). La solución es tener claro que no hay prisa en la introducción de la alimentación complementaria, que es mejor que ésta se la dé otra persona que no sea la madre y que cuando sea la madre quien la dé, primero ofrezca el pecho y tras ello la complementaria, aunque haciéndolo así no tome más que unas pocas cucharadas. Esas pocas cucharadas irán poco a poco a más y llegará el día en que el niño acepte empezar con ellas incluso antes del pecho.

– Más frecuente en otoño. Durante las estaciones en las que hay más luz el ciclo de sueño de los niños está mejor definido. Al pasar al otoño los ciclos de sueño de los niños se vuelven menos profundos y menos definidos. Aquí algunos usan la melatonina durante el cambio de estación para favorecer que al salir de un ciclo de sueño y pasar al siguiente se haga sin llegar a despertarse en más ocasiones. A veces ayuda y a veces no.

– Pero lo principal que hace que los problemas aparezcan en esta edad es el hecho de que entre los 5 y los 7 meses cambia el patrón de sueño de los niños. Hasta entonces lo que tenía era una sueño de dos fases poco definidas típicas del bebé pequeño. A partir de esa edad pasa a ser un sueño como el del adulto, con cinco fases, en el que pueden empezar a aparecer las pesadillas o los terrores nocturnos y del que cuando se se sale es algo más difícil volver a dormir. Como el niño siempre ha usado un mismo ritual de sueño (pecho en brazos de mamá) lo pide con más frecuenci.

Soluciones:

Lo primero, ¿es realmente necesario aplicar algún cambio importante? Pues depende de la calidad de sueño de los padres. Y no es algo secundario. Ni me parece un planteamiento adecuado «yo me sacrifico». Hay que entender que si los padres no descansan, precisamente por lo fuerte que es el vínculo afectivo que hemos formado con el niño a través de la lactancia y el colecho, es seguro que el malestar de los padres acabará afectando al niño. Hay que ponerle solución si la situación afecta al descanso de los padres y a su estado de humor.

Vale, y ¿cuál puede ser la solución, especialmente cuando se tiene claro que quiere seguir dándose el pecho?

Hay quien recomienda retirar el pecho durante la noche, dar una papilla de cereales y si de noche se despierta ofrecer el chupe o un biberón de manzanilla. Yo no lo recomiendo, porque un niño que no ha usado chupe o biberón hasta ese momento, difícilmente va a aceptarlo precisamente cuando lo que quiere es dormirse. Y porque dar el chupe o el biberón vuelve a necesitar de nuestra ayuda para hacer el ritual de dormirse. No soluciona nada.

Aquí otra aclaración importante. Si nos planteamos lo que sigue no es porque queremos que el niño pase la noche del tirón, sino porque ha llegado a una situación en la que hay 5-6 despertares o más, lo que hace imposible un descanso adecuado de los padres. Lo que queremos no es que el bebé no nos pida ayuda si tiene hambre, miedo o necesidad de afecto. Lo que soluciona la situación es que cuando el bebé lo único que quiere es volver a dormirse, sea capaz de hacerlo sin nuestra ayuda. Eso reduce drásticamente los despertares de los padres y mejora su calidad de sueño hasta un nivel compatible con una existencia decente.

Se propone entonces a los padres que saquen al niño del dormitorio. Es decir, que sacrifiquemos el colecho para manteniendo el pecho hacer posible el descanso de los padres. Esto plantea dos opciones:

Aguantar a ver si acaba mejorando en un tiempo razonable. A mi modo de ver el tiempo razonable se ha terminado cuando la falta de descanso empieza a repercutir seriamente en los padres. Más concretamente en su humor. Si percibes que por agotamiento has acabado por responder de forma desagradable a tu hijo o tu pareja, no poner solución ya está perjudicando a tu hijo seriamante.

Decidirse a probar esta opción. Yo lo aconsejo antes de llegar a lo descrito arriba. Y lo hago, no porque esté en contra del colecho, sino porque la experiencia me dice que mejora mucho la calidad de sueño de la madre y eso beneficia mucho al niño.

Ventajas de sacar al niño del dormitorio de los padres cuando los padres duermen mal:

En primer lugar, a veces los niños se despiertan 6-7 veces en la noche, pero la madre se despierta cada una de ella y otras muchas cada vez que el niño hace un movimiento o un ruido bruscos. Sumados pueden ser 15-20 veces en la noche. Cuando el niño duerme fuera del dormitorio de los padres, los padres se despertarán las veces que de verdad necesita que le ayuden o asistan, pero no con cada movimiento o ruido que haga mientras duerme. Eso ya de por sí mejora mucho la calidad de sueño de la madre.

Segundo. Lo que queremos es que el bebé desarrolle un ritual de sueño nuevo en el que, sin ayuda de sus padres, cuando se despierta, pueda volver a dormirse sin ayuda. Aún cuando iniciamos ese ritual, es mucho más fácil que vaya cogiendo el nuevo ritual si las condiciones para hacer el antiguo no están a su alcance inmediato. Es decir, si su madre no está «durmiendo» a su lado.

En los despertares que siga llamando a la madre, recomiendo darle el pecho de forma inmediata para que vuelva a dormirse en el menor tiempo posible. No pretendemos eliminar el pecho, sólo un colecho que no estaba funcionando.

¿Y si el colecho funcionaba? Es que entonces sobra todo este artículo.

En cuanto a la forma de hacer el cambio de ritual, leed la parte final del Peketema 2:

Como enseñar a dormir a un bebe sin dejarlo llorar

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Ya no es un bebé: El paso de la comida de bebé a la comida «normal»

Uno de los pasos que define el cambio de bebé a niño: pasar de la comida triturada al sólido. Explicado por la pediatra Blanca Santos.

Cuando yo estudiaba la especialidad de pediatría, se decía que al año el niño se sentaba a la mesa con los padres. En cuanto empecé a ejercer me di cuenta que nada más lejos de la realidad: niño con 4 o 5 años sentados en carricoches con un biberón de batido de chocolate en la boca, niños de 6 años que sólo comen triturado o potitos de farmacia o niños de 2 años que todavía necesitan un biberón a media noche.

Como en tantas ocasiones, las cosas no son en blanco y negro, sino que hay toda una gama de grises. Ciertamente es excesivo que un niño de 6 años sólo coma potitos de farmacia, pero tampoco veo a un pequeño de 1 año comiendo pollo con salsa barbacoa.  Se trata de una transición que sí debe empezar hacia el año de vida, pero sin presiones y respetando los ritmos del bebé (¡ojo! Digo los ritmos del bebé y no los dictados de las multinacionales que ganan un montón de dinero alargando el tiempo que nuestro bebé come cosas especiales. )

Yo recomiendo empezar por las comidas en las que hay menos presión, que suelen ser la merienda de media mañana y la de la tarde. En estas situaciones es relativamente fácil que el niño, sentado a la mesa con sus padres o hermanos, quiera copiarlos y tomar “cosas de mayores” y que con un poco de planificación toda la familia pueda comer cosas nutritivas y adecuadas al bebé. Posteriormente, el desayuno y la cena. Aunque muchos padres comentan lo cómodo que es “enchufarle un biberón” al niño, sólo hay que pensar un poco para darse cuenta de que realmente se tarda mucho menos en beberse un vaso de leche que un biberón (una vez que se tiene un poco de práctica).

En el almuerzo, se puede mantener durante un tiempo un primer plato pasado y darle el segundo plato y el postre enteros, para que coma lo que quiera. Al final habrá que pasar totalmente a la comida entera y, es cierto, el niño comerá menos durante una temporada. Pero hay que tener en cuenta que entre los 2 y los 4 años las necesidades calóricas del niño disminuyen de forma natural, así que si aprovechamos esta época realmente no habrá tanta diferencia. Ya hemos dicho que todo este proceso es una transición y las transiciones no son fáciles, pero siempre serán menos violentas que un golpe de estado.

¿Qué quiero decir? Que por miedo a cambiar las cosas, muchos padres tienden a perpetuar los hábitos de bebé hasta que no hay más remedio y entonces se encuentran que tienen que cambiar el hábito (y a veces más de uno) en un par de semanas, lo cual es mucho más traumático tanto para los padres como para los hijos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un niño que todavía usa biberón, chupete, pañal y come sólo triturado empieza a ir al “cole de los mayores” y en un verano los padres tienen que deshacerse de todos estos elementos, causando una guerra civil en casa. ¿No hubiera sido más fácil empezar cuando el niño tenía un año? Pues ciertamente sí.

 

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Hace nada que mi niño ha empezado la guardería y ya está enfermo

Hace apenas dos semanas que empezó el curso de guardería y ya ha aumentado el número de niños enfermos en urgencias.

Muchos padres deciden llevar a sus hijos a la guardería, por la necesidad de «conciliar vida familiar y laboral». Esta es una de las frases más cargantes que pueden decirse hoy en día a los padres, porque es un sueño imposible de cumplir para la gran mayoría. No voy a entrar en eso ahora.

La cuestión es que en su mayoría los niños que van a la guardería lo hacen porque sus padres necesitan ir a trabajar. Pero poco después de que empiece el curso muchos descubren que la solución puede no serlo.

Veo a muchos que llegan a la consulta y tras el primer mes me comentan: «Si en total no habrá pisado la guardería más de 10 días, va 3 días y se pone malo 5.» La pregunta inmediata es: «¿No podemos darle algo que le suba las defensas?» Y por desgracia la respuesta es no. Bueno, darle le podemos dar muchas cosas, pero que sirvan, pues no.

Hay que entender que, para la mayoría de los niños, los dos primeros años de escolarización, son en realidad un máster en defensa anti-microbiana. Hasta ese momento, los niños suelen vivir en un ambiente en el que dominan los adultos. Adultos que han pasado ya la mayoría de las infecciones que sufrirán en su vida. Los adultos sufren y transmiten pocas infecciones.

Pero en cuanto un niño tiene contacto con algún germen nuevo, sufre su infección. Tras pasarla ya se habrá inmunizado contra ella, en algunos casos de por vida. Si el niño vive con adultos que ya han pasado la infección, no se extiende. Pero cuando eso ocurre en la guardería, tiene a su alrededor a otros 15 ó 20 niños susceptibles de sufrir la infección. Unos cuantos la sufrirán también, y se la irán contagiado a los que no la sufrieron a la primera.

El resultado es que cualquier centro de escolarización en el que se reunen niños pequeños es un mercado de trueque de gérmenes: «Pásame tu resfriado, que yo de doy mi gastroenteritis…»

Pero no afecta a todos los niños por igual. Por ejemplo, los que tienen hermanos mayores suelen pasar infecciones ya desde pequeños, en casa y cuando llegan a la guardería tienen parte del trabajo hecho.

Hay niños que pasan estas infecciones sin mayor complicación (algún moco, unas décimas de febrícula durante un par de día y listos) y otros a los que se les complica más la cosa. Os recomiendo estar especialmente atentos en los casos en los que la forma de enfermar es casi siempre similar. Los hay que cada vez que se les cae el moco, acaban con bronquitis. Los hay que sufren una amigdalitis tras otra. Otros que sufren continuas diarreas. Algunos con otitis y más otitis.

Lo que hay que plantearse de verdad es:

  • Si vuestro hijo sufre muchas infecciones el primer y segundo año de guardería, pero no se complican y van variando en sus síntomas, no os preocupéis.
  • Pero si se le complican y además lo hace casi siempre de la misma forma, la cuestión no es sólo tratar cada episodio, sino plantearse si es necesario algún tratamiento de base que reduzca la tendencia del niño a enfermar de esa forma concreta. Y para eso no sirve ningún «yogur con defensas» o similares. Es cuestión de tratamientos específicos según su patología.

 

 

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Peketema 5 bis: El origen de los problemas con la comida en niños

La mayoría de los problemas con la comida en niños nacen de la desinformación de los padres. Las 3 claves para evitarlos.

Uno de los temas que con más frecuencia afectan a la relación entre los padres y los hijos es la alimentación. Que un niño, por lo demás sano sea llevado a la consulta de un pediatra, tiene en la mayoría de los casos un sólo motivo: No come bien y/o no gana peso.

El problema es que estando sano el niño, es con diferencia uno de los problemas que más pueden generar malestar en los padres y conductas que producen rechazo y malestar al niño. Esto es evitable si entendemos tres conceptos simples, pero que pocas veces creo que se explican y que muchos padres no ven así.

A mi parecer los tres conceptos clave para evitar problemas con la comida en niños son:

  1. Confiar en los mecanismos de autoregulación de los niños y respetarlos.
  2. Entender lo que es normal en cantidad de comida y evolución del peso.
  3. Evitar estrategias para aumentar la cantidad de comida y la ganancia de peso.

Ahora voy a explicarlos:

Confiar en los mecanismos de auto-regulación de los niños y respetarlos.

Los adultos no comemos siempre igual. Hay días y comidas en las que tenemos más hambre y otras en las que menos. Esto no nos asombra. Casi siempre podemos explicarlo si nos preguntan: Es que ayer cené demasiado, hace poco que he picado algo, no acabo de encontrarme bien, o simplemente, ahora no me apetece.

Eso no nos preocupa porque tenemos claro que acabaremos comiendo en cuanto tengamos hambre de nuevo. Nadie se empeña en contabilizar la cantidad y frecuencia de nuestras tomas. Incluso aceptamos que si mi cuerpo no me lo pide en este momento es que es mejor no empeñarme porque lo más normal es que me caiga mal.

Sin embargo, no confiamos en los mecanismos de auto-regulación de los niños. Pretendemos que coman cuando nosotros lo decidimos, y la cantidad que por alguna extraña razón hemos llegado a la conclusión de que es la adecuada para ellos. Y encima esa cantidad es siempre la misma. ¿No lo veis irracional?

Yo insisto mucho a los padres en que mientras el resultado sea bueno (y eso quiere decir que el niño esté sano) debemos respetar en cantidades y frecuencia los impulsos de comer del niño. Cuando no lo hacemos, generalmente intentando que coma más, acabamos insistiendo hasta el punto de hacer al niño desagradable la situación.

Entender lo que es normal en cantidad de comida y evolución del peso.

Para mi gusto, las indicaciones sobre cantidades de alimento que se dan a padres por parte del pediatra, las latas de leche, los potitos y algunos libros harían un gran favor a padres y niños si desapareciesen del planeta. Simplemente son inútiles y generan muchos problemas. Igual que en vuestra casa el padre y la madre no coméis lo mismo (y veis normal que sea así), los niños tienen cada uno un metabolismo muy diferente. Los hay que absorben mejor los nutrientes, los hay más activos, los hay más estreñidos, los hay más dormilones… Pretender dar una cantidad de alimento ideal en función de la edad del niño es absurdo. Pero muchos padres se empeñan en cumplir la norma que han encontrado creyendo que no hacerlo perjudica a su hijo.

La realidad es que, en cada comida, el cuerpo de su hijo pide según sus necesidades (adaptándose en los niños sanos de forma mucho más perfecta de lo que podríamos hacer nosotros con el programa informático más puntilloso).

Cuando la cifra mágica que pretendemos que coma está por debajo de lo que el cuerpo del niño pide, lo dejamos con hambre. Y eso hace que en la siguiente toma coma con más ansiedad, lo que favorece problemas de gases y mala digestión.

Si la cifra mágica está por encima de lo que el niño pide, empezamos las estrategias para que el niño coma más que trataré en el siguiente punto.

Algo parecido pasa con la evolución del peso y las tablas de «normalidad» : El percentil 3 de peso sólo significa que el 3% de los niños sanos de esa edad, tiene un peso por debajo de esa cifra. Pero en cuanto unos padres se enteran de que el peso de su hijo está por debajo de la media, empiezan a preocuparse por cómo hacer que suba. Evidentemente haciendo que coma más de lo que lo hace. Más de lo que su cuerpo le dice que necesita. Esta tontería, por definición afecta a nada menos que la mitad de la población infantil del planeta (la mitad que está por debajo de la media). O sea que es probable que casi la mitad de los padres y madres de este mundo que saben el percentil de peso de su hijo (mejor sería no saberlo y mirar si está sano y punto) desarrollen estrategias para que su hijo coma más de lo que su cuerpo le pide.

Evitar estrategias para aumentar la cantidad de comida y la ganancia de peso.

No respetar los mecanismos de auto-regulación del niño y la preocupación por creer que nuestro hijo no come suficiente o no gana bastante peso son el desencadenante de unas conductas en torno a la alimentación que generan muchos problemas. Voy a describir esas conductas y los problemas que aparecen con ellas:

  1. Pelear con el niño para que coma más. Raramente conseguimos que coma más de 2-3 cucharadas por encima de lo que le apetecía. Pero hacemos de la comida algo desagradable. ¿Crees que a la larga el niño comerá mejor o peor, si hacemos de cada comida una situación desagradable? Más valen 4 cucharadas con gusto que 6 peleando.
  2. Entretener al niño para darle de comer embobado. Poner la televisión, el móvil, el iPad o cualquier otra fuente de imágenes embobaniños, o liar el circo para que coma, no es más que una forma de hacer que el niño coma de forma pasiva. Más tarde o más temprano pretenderemos que el niño coma sólo, y entonces nos quejaremos de que tenemos que darle de comer (eso sí, seguiremos poniéndole los dibujos animados mientras come, amenazándolo cada 10 segundos con apagarlos si no come).
  3. Ofrecer sólo los alimentos que más le gustan. Cuando estamos muy preocupados por la cantidad que come nuestro hijo y vemos que hay alimentos que el niño no quiere tomar, o toma con dificultad y otros que come con más facilidad, tendemos a darle los que prefiere. El resultado es que el niño acaba teniendo una dieta pobre. Lo que es mucho más probable que le genere problemas de salud que comer algo menos.
  4. Ofrecer constantemente comida rápida (galletas, pan, gusanitos, chucherías) o bebidas azucaradas (zumos, batidos, yogur líquidos «para mejorar las defensas») para que al menos tenga algo en el cuerpo. Hacer esto es la forma más segura de que el niño, poco después, cuando le pongamos la comida no tenga las más mínimas ganas de comer.

Otros artículos en los que trato este tema son «El niño que come mal«,  «El niño delgado«, «Los niños que no comen«