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La primera vez a la «guardería»

La primera semana de septiembre ha sido para muchos niños la primera vez que les llevaban a la «guardería».

Como en todos los cambios significativos de un niño, habréis notado algunas reacciones. Cada niño tiene las suyas, pero hay algunas que son más frecuentes.
Sé que cuando se habla de guardería, hay gente que simplemente dice: Yo nunca lo llevaré. Irá al colegio cuando ya no haya más remedio.
Pero para muchas familias no hay más remedio que llevarlo a la guardería. Así que lo que no voy a hacer es juzgar la decisión de ningún padre cuyas circunstancias no conozco. Ya se encarga de bombardear a los padres algún voluntario siempre.
En ese aspecto un consejo: Hagáis lo que hagáis en la crianza de vuestro hijo, siempre habrá quien os critique. Y por algún extraño motivo, los hay que siempre critican cuando sois más vulnerables. El comienzo la escolarización es uno de esos momentos. Porque es siempre un cambio duro. Es la primera separación seria de vuestro hijo en la mayoría de los casos. Y habitualmente no lo llevan bien ni padres ni hijos.

Consideración aparte, y para que estéis preparados, es muy frecuente:

– Evidentemente, que el niño llore los primeros días. No es agradable. De hecho el porcentaje de padres que salen por la puerta llorando no es menor del de niños que se quedan.
– Muy probablemente, comerá peor durante un tiempo (varía según el carácter del niño y cómo se adapte). Tienden especialmente a comer peor aquellos cuyos padres más preocupados están por el tema.
– Tolerará mucho peor separaciones mínimas. Querrá estar siempre con vosotros, preocupándose simplemente si salís de la habitación.
– De lo anterior se deduce que si dormía sólo, empeorará el sueño con más dificultades para dormirse y más tendencia a las pesadillas y a llamar durante la noche.

Consejos:

La gran mayoría de las guarderías tienen hoy día períodos de adaptación. Consisten básicamente en ir aumentando progresivamente el tiempo de estancia del niño en la guardería. Algunas incluyen la estancia de los padres en el interior de la guardería (ideal cuando se puede). Para que el niño vincule a las cuidadoras de la guardería con los padres. Pero no siempre es esto posible (depende de las capacidades de espacio y organizativas de la guardería. Si lo ofrecen y podéis, haces uso de ese período de adaptación.
Sed muy comprensivos con los cambios descritos arriba. Vuestro hijo está adaptándose a un cambio muy radical en su vida. Llevad esos cambios con paciencia y sin modificar mucho la forma en la que hacéis las cosas. A veces intentar compensarlos nos lleva a problemas aún mayores. La forma más adecuada de ayudarle es mostrarle nuestro afecto de forma clara.

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Destete

Cómo pasar de la lactancia materna a leche artificial o leche de vaca según la edad del niño.

Existen muchas circunstancias que pueden hacer que se pase de la lactancia materna a la artificial.

No es cuestión de volver a repetir aquí las ventajas claras de la materna expuestas en la introducción sobre alimentación en el lactante.

Si finalmente habéis llegado a la conclusión de que vuestra situación hace deseable el paso a la lactancia artificial, intentaré explicaros el proceso.
Éste depende del momento en que se produce el paso

Destete desde el nacimiento:

Dado que en el momento del parto la naturaleza está diseñada para desencadenar un pico de hormonas (prolactina) que estimule la producción de leche por la madre, si se decide no dar pecho desde el principio y para evitar las molestias asociadas a una subida de la leche que va a ser inútil se puede recurrir a un tratamiento hormonal que puede prescribir el ginecólogo que atiende a la madre en el parto.

Ese tratamiento evita el efecto de la prolactina para suprimir la subida de la leche.
En cuanto a preparación, cantidades, tipo de leche, frecuencia de las tomas os remito al capítulo sobre lactancia artificial.

Destete pocos días después del nacimiento:

Es la situación que en más casos, atiende más a una frustración de las expectativas sobre el pecho que a una necesidad real.
Permitidme que en aquí sí insista en que antes de tomar la decisión pidáis el asesoramiento de alguien con los conocimientos adecuados para, si es posible, salvar la lactancia materna.
Si finalmente se decide el paso, el proceso es el mismo:
Tratamiento para retirar el pecho prescrito por el ginecólogo.
Pautas sobre lactancia artificial como las definidas en el capítulo de lactancia artificial.

Destete antes de los 6 meses:

Es hoy en día la situación más frecuente entre las madres trabajadoras. Y su razón suele ser la incorporación al trabajo después de acabar la baja maternal. Sería deseable para evitarla un incremento de la duración de la baja maternal…
Sin embargo, esta incorporación no tiene porqué suponer el fin de la lactancia materna si el horario laboral no es demasiado prolongado. El pecho puede adaptarse a lo que se le pida si es regular.
En aquellas madres que trabajan por ejemplo en horario matinal (de 8:00 a 15:00) se puede dar pecho antes de irse a trabajar y volver a darlo justo al llegar, con lo que se pierde una o dos tomas como mucho.
Si un par de semanas antes de incorporarse empezamos a reducir esas tomas sustituyéndolas por el alimento que tomará en su lugar (leche artificial, fruta, verdura o leche materna conservada…) conseguiremos en primer lugar quedarnos con la tranquilidad de saber como responde a la incorporación de esos alimentos y en segundo lugar que el pecho vaya reduciendo su producción para esas tomas de modo que el primer día de trabajo no suponga una tortura.
Si pasas simplemente a suprimir esas tomas el día que empiezas a trabajar, el problema es que el pecho se llenaría como si siguieras con el ritmo normal.
Aparte de ser doloroso, como el pecho se adapta a lo que se le pide, si se llena demasiado y no se vacia, empieza a mandar mensajes diciendo que sobra leche, lo que reduce la secreción de prolactina y de leche en todas las tomas.
En cuanto a la cantidad del sustituto del pecho, habrá que probar en esas dos semanas para darle la cantidad que sea capaz de tomar (subiendo hasta que sobre un poco sin forzar).
Si empezamos antes de los 6 meses a introducir la leche artificial, recomiendo que se haga con leche de inicio pasando a leche de continuación a partir de los 6 meses (tras llevar con la de inicio al menos entre dos semanas y un mes).
La introducción de la alimentación complementaria en estos casos seguiría la guía para niños con lactancia artificial.
Si lo que decidimos es suprimir totalmente el pecho, se pueden espaciar las tomas de pecho de forma progresiva sustituyéndolas por tomas de lactancia artificial, fruta, verdura… en el orden especificado en el enlace anterior.
La eliminación progresiva consiste en empezar dando todas las tomas de pecho menos una de cada tres.
En el momento que notemos que el pecho no se llena demasiado pasar a una de cada dos.
Cuando el pecho ya no moleste al saltarse las tomas pasamos a dar una toma de pecho de cada tres.
Si sigue sin molestar una sola toma al día, que se suprimirá en cuanto dejemos de notar presión.
Dependiendo de la madre el proceso puede tardar entre 10 días y un mes.
O si precisamos hacerlo de golpe tomando el tratamiento para retirar el pecho prescrito por el ginecólogo.

Destete entre los 6 meses y el año de vida:

Podemos de nuevo:

  • Mantener el pecho en las tomas en las que lo consideremos oportuno siempre que sean regulares.
  • Reducirlo poco a poco hasta suprimirlo según la pauta descrita justo arriba.
  • Eliminarlo de golpe con tratamiento hormonal prescrito por el ginecólogo.

En cuanto a la leche artificial se podría iniciar con una sola toma de leche de inicio (por simple precaución) y si no aparece ninguna reacción intensa pasar directamente a leche de continuación hasta el año.
Dos semanas después de la leche de continuación podría tomar el yogur natural.
A partir del año podría pasar a leche de vaca entera siempre que llevara al menos 2 semanas tomando yogur sin problemas.
La introducción de la alimentación complementaria seguiría la guía de introducción de la alimentación en niños con leche artificial, introduciendo aquellos alimentos que no tomase aún en el orden descrito dejando al menos 2 semanas entre dos distintos.
En cuanto a cantidades como siempre: Hasta que se quede sin hambre, pero sin forzar.

Destete por encima de los 12 meses:

Las tres opciones:

  • Mantenerlo en las tomas que podamos si tienen regularidad.
  • Reducirlo poco a poco hasta suprimirlo.
  • Eliminarlo con tratamiento hormonal prescrito por el ginecólogo.

Con esta edad la gran mayoría de los niños están preparados para digerir sin problemas la leche de vaca entera.
Podemos aún así, hacer una primera toma con yogur natural.
Si no hay ningún problema, dar una pequeña cantidad de leche entera de vaca.

Para aquellos que quieran introducir la leche de forma más segura (opción que yo os recomiendo):

  • Aplicar unas gotas de leche entera sobre la cara interna del antebrazo y esperar una hora.
  • Si no aparece enrojecimiento, aplicar un poco de leche entera en los labios y esperar una hora.
  • Si no aparece irritación, aplicar un poco de leche entera en la lengua o la cara interna de las mejillas y esperar una hora.
  • Si todo sigue bien, dar una toma pequeña de leche entera (unos 50 ml=50 cc).
  • Si no hay problema puede tomar leche entera.

Observad en las siguientes semanas si empieza a tener diarrea, vomitos o dolores de barriga más frecuentes.
Cuando esto ocurre conviene hacer un pequeño experimento:
Echad agua oxigenada a las heces del niño. Si forma burbujas es que en la caca hay sangre en pequeñas cantidades, lo que puede ser signo de inflamación del intestino. Si esto ocurre, suspended la leche de vaca entera y comentádselo a su pediatra.
Si no aparece ninguno de los problemas descritos, la leche entera suele darse en dos o tres tomas al día (yo recomiendo que sin superar los 500 ml de leche al día).

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Lactancia materna en tándem

La lactancia materna en tándem es mantener el pecho como alimento de un hijo durante el siguiente embarazo y compaginarlo con la lactancia del recién nacido. Mis reflexiones sobre ella.

Es algo que puede aparecer en algunos casos de lactancia materna prolongada.

Cuando encontré el primer caso de lactancia en tándem como pediatra, reconozco que me asombré. A ese reconocimiento debo asociar que mis conocimientos sobre la lactancia en general eran bastante pobres en ese momento. Hacía varios años que había acabado mi especialidad pero como comento en otro artículo en el que describo mi relación con la lactancia materna como pediatra, la formación que recibí sobre lactancia materna en la especialidad dejaba bastante que desear.

Lo primero que me vino a la cabeza es que cuando un niño toma pecho se produce liberación de oxitocina. Y que esa hormona, entre otros efectos produce contracciones de la musculatura del útero. Eso me generaba el miedo de si dar el pecho durante el embarazo no sería capaz de dificultar la implantación del embrión en las primeras fases, o de favorecer un parto prematuro al final de la gestación. Mi experiencia es que ninguno de los dos problemas se han dado en los casos que conozco de lactancia en tándem.

Otro problema que le veía era el de la composición de la leche materna. Todos sabemos que una de las ventajas del pecho, es que la composición varía a lo largo del día y desde el nacimiento, adaptándose en cada fase a lo que la naturaleza, durante millones de años, ha escogido como lo mejor para el desarrollo de las crías de los mamíferos. En ese sentido no conozco ningún otro caso de lactancia en tándem en la naturaleza, entre otras cosas, porque el desarrollo de las crías de los demás mamíferos en mucho más rápido que el humano y para cuando se tiene la siguiente cría, en la mayoría de los casos, la anterior es ya autónoma en su alimentación.

A este respecto, en la lactancia en tándem se hizo un estudio sobre la composición de la leche materna durante el embarazo:

¿Existirá el calostro para el recién nacido? Es decir, lo que produce una madre al tener a su hijo pequeño si ha estado dando pecho durante el embarazo ¿es leche madura o calostro? Pues este estudio lo que nos dice es que las hormonas de la madre durante el embarazo actúan sobre la cantidad y composición de la leche haciendo que:

Se reduzca muchísimo la producción de leche. Es decir, que para el niño mayor que sigue con el pecho en la lactancia en tandem, toma en realidad poca cantidad, con lo que el interés de mantenerla durante ese tiempo en el niño mayor es más afectivo que nutricional. Lo que es también muy importante.

Conforme se acerca la fecha del parto, la composición de la leche toma la composición habitual del calostro. Es decir, se hace adecuada para el recién nacido.

Ventaja: Los problemas en el inicio de la producción de leche que acaban con muchas lactancias, no existen en la lactancia en tándem, porque aunque se reduce la producción de leche durante el embarazo, se mantiene un pecho productivo. Desde el primer día el pecho ya está en marcha.

Un último factor, que es para mí casi el más definitivo: el afectivo. Yo doy al pecho más importancia desde el punto de vista afectivo casi que en su composición. La pregunta es ¿cómo influirá en el hijo mayor el hecho de ceder o compartir el pecho con su hermanito recién nacido? Y la respuesta es: Depende de la personalidad del hermano mayor y de cómo lo planteemos.

En ese sentido, en niños con más propensión a los celos, puede ser mejor elección el destete antes del siguiente embarazo. Pero por desgracia no hay respuestas infalibles en esto.

Lamento si este artículo os deja más dudas que respuestas. Siempre prefiero que sea al revés. Pero en este caso especialmente, si tenéis experiencia, os animo a que me la contéis para aprender todos juntos. De hecho he conocido el estudio sobre la composición de la leche en las lactancias en tandem gracias a una madre (Raquel, gracias) que me lo envió tras leer este artículo.

Os dejo un enlace a un artículo muy recomendable sobre el tema:

Albalactancia.org

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El mejor juguete de tu hijo. Peketip 19

El mejor juguete de tu hijo,

Ese con el que siempre quiere jugar,

El que más estimula su desarrollo integral,

El que no anuncian en la tele porque no se vende,

El que no gasta pilas, aunque a veces se le agotan,

ERES TÚ

Este peketip tiene poca explicación, si tienes cerca a tu hijo. Si tienes encendido el ordenador y estás leyendo sobre cosas interesantes para su crecimiento, desarrollo y salud. Déjalo. Nada hay más importante que puedas hacer en este momento que apagar el ordenador, tablet o teléfono y ponerte a jugar con él.

El juego es la forma más afín a la naturaleza del ser humano y especialmente del niño, para crecer, aprender, reforzar el afecto y disfrutar.

Pero necesita tiempo. Y «nunca» tenemos tiempo. Crealo, fabrícalo, róbalo si hace falta… Pero encuéntralo para jugar con tu hijo.

Peketip 18
Peketip 20

 

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Alta Demanda Ansiedad Autonomía Bebé de 16 meses Blog Conciliación Conducta del Bebé y el Niño Convivencia Maternidad Otros temas de Salud Infantil Rabietas

Rabietas en niños

Rabietas en niños

Esta semana se me ocurrió que sean los lectores los que decidan los temas que más les interesan.  Es algo así como que me hagáis una consulta comunitaria. Un Peketema.

De modo que en mi página de Facebook pedí que añadiéseis como comentario el tema que os gusta y escribiría esta semana un artículo sobre el que recibiese más «me gusta».

Algunos temas se han solapado un poco. Hay varias entradas sobre la dermatitis atópica. Pero el tema que se ha llevado el «premio» ha sido el de las rabietas en niños. Ha sido propuesto por tres personas:

Inma Bech Ruiz Rabietas en niños 16 Me gusta

Almudena Sanchez Perez Educación y saber estar desde temprana edad 14 Me gusta

Manoli Jimenez Arroyo Niño difícil respecto a rabietas y querer salirse siempre con la suya 3 Me gusta

Sumados ganan por goleada. Ha habido otros temas muy interesantes a mi parecer y de los que intentaré ir escribiendo poco a poco. Pero sobre el peketema ganador, Las Rabietas en niños, aquí tenéis mis consejos. Ahora faltan vuestras opiniones para enriquecerlo.

Las rabietas de los niños son algo especialmente común entre los 2 y los 4 años. Aunque algunos niños las empiezan antes de esa edad y otros siguen sufriéndolas (y haciéndolas sufrir) por encima de esa edad.

¿Qué es una rabieta?

Es una manifestación de que el niño no es capaz aún de manejar la frustración.

Desde el momento que un niño empieza a ser consciente de que es un ser independiente, y que para conseguir algunas cosas necesita la colaboración de otros, pueden aparecer.

Los niños en principio tienen necesidades y piden que se resuelvan. Y lo hacen del modo en que consideran más eficaz a su alcance.

Un niño pequeño no establece diferencias sutiles. Y cuando quiere o necesita algo, muestra su necesidad. Cuando no se le da lo que pide, se frustra y muestra su enfado. Y si sigue sin recibir lo que pide, el enfado va a más: Grita, pega, tira cosas, insulta, dice cosas “feas”…

Es una fase normal. Es la forma instintiva de responder a la falta de colaboración de los que le rodean.

Las rabietas son una de las conductas instintivas que todos tenemos codificadas en nuestro ADN para lograr lo que buscamos. Y están ahí porque hubo épocas en las que hacerlas era adecuado. Si pensáis en etapas anteriores de la humanidad en las que en una tribu había 15 niños y comida para 5, hacer rabietas, ser agresivo…. eran conductas que decidían la supervivencia. “El que no chilla no mama…”

De hecho, en esa época, cuando un niño pequeño peleaba más que los demás para lograr la comida apartando a los otros a tortas, los padres sacaban pecho: “el mío va a ser el jefe de la tribu…”

Pero esto ha cambiado. En la actualidad pegar o hacer una rabieta no funciona en nuestra sociedad. Si haces una rabieta delante del concesionario de BMW, no te van a dar un X6 (si lo hacen, avísame…).

En la actualidad hay conductas como la colaboración, convencer a los demás con argumentos, la zalamería, el pacto, el cumplimiento de normas… que funcionan mejor. Y lo que hacemos al educar es enseñar a nuestro hijo cuáles de todas las posibles conductas funcionan mejor.

Dependiendo del carácter del niño y de lo que nosotros hagamos cuando aparece una de estas situaciones, cederán antes o después las conductas inapropiadas y las sustituirá por otras que sí funcionan.

De hecho el carácter del niño está formándose y algunos aspectos se reforzarán y otros se suavizarán, dependiendo de nuestra forma de responder a su conducta.

Por tanto, en primer lugar, como padres, es importante que entendáis esto:

–        Que vuestro hijo tenga rabietas no quiere decir que seáis malos padres. El que más y el que menos, todos las tienen durante un tiempo.

–        No es que vuestro hijo sea “el niño del exorcista”, pura maldad y deseo de amargaros la existencia. Es normal. Y está empezando a definir su carácter y conocer los límites del ambiente que le rodea.  Eso es bueno. Pero no siempre es fácil.

Para reducir y manejar mejor las rabietas hay cosas que los padres podemos hacer.

Antes de la rabieta: Prevenir.

Hay situaciones en las que es previsible que va a sufrir la rabieta.

Ejemplo:

“Dando un paseo se nos ocurre meternos en una tienda de juguetes, por mirar, que no vamos a comprar nada…”

“Tengo prisa para volver a casa, puedo pasar por esta calle que tiene los columpios, o por la paralela que no. Pues echo por la de los columpios que tardo 10 segundos menos…”

“Hay cierto detalle de decoración que yo sé que al niño le gusta. No quiero que lo rompa, pero lo dejo a su alcance…”

Y hay situaciones casi inevitables:

“Los supermercados, que conocen bien el tema, ponen los expositores de chuches y juguetes cerca de la caja, para que cuando los padres vayan a comprar comida (eso no hay más remedio) con sus hijos preescolares “caigan en la trampa” mientras hacen cola. Eso no puedes evitarlo, pero si descubres un supermercado en el que no son tan “estrategas”,  puedes comprar en ese y no en el de la “trampa mortal”.

Evitar situaciones como estas precisa pensar las cosas antes de hacerlas. Pero en la mayoría de los casos merece la pena el esfuerzo.

En el momento: Calma y cabeza.

Cuando vemos que empieza a liarla, antes de llegar a la crisis, piensa:

–        ¿Puedes darle lo que pide sin perjudicarle? Dáselo. Antes de que la cosa vaya a más y empiece a hacer conductas que no quieres premiar, dale lo que pide.

–        Si no lo has hecho, con toda la tranquilidad del mundo, toca aguantar. Si un niño pega, grita, insulta… y es entonces cuando logra lo que pedía. La próxima vez que quiera algo pasará antes a la fase de pegar, gritar e insultar, que es la que le funciona. Y apúntate que si ha sido por algo que podías haberle concedido sin problema, la culpa ha sido más tuya que suya. La próxima vez piensa un poco antes de decirle que no.

–        Y si la petición en cuestión es claramente perjudicial para él concederla: Toca tranquilidad y aguante. Pegue, grite, insulte o tramite una denuncia por triplicado, la solución no es darle el cuchillo jamonero para que juegue con él o dejarle que meta la mano en el fuego o meta la aguja de punto en el enchufe… Ni tampoco por supuesto pegar más fuerte que él, gritar más alto, o insultar de forma más hiriente que él. La crianza respetuosa no es criar respetando todas las peticiones del niño, sino actuar respetando en primer lugar lo que beneficia al niño, a corto y a largo plazo. Y contradecirlo hasta donde haga falta si algo le perjudica, no es ser poco respetuosos con nuestro hijo. Es ser responsables como padres.

Después de la crisis: Afecto y diálogo.

Una vez que la crisis ha pasado, hemos llorado todos un poquito y ha bajado la temperatura de la sangre, da tu siempre el paso de ofrecer tu afecto.

Dile claramente: “No estoy enfadado y te quiero, ¿me das un abrazo?”

Cuando se entregue al abrazo (si lo la habéis soltado aún, ahora podéis soltar la lagrimita) es el momento de explicarle con toda la calma y el afecto que podáis porqué le hemos dicho que no y hemos mantenido nuestra postura. Y porqué gritar, pegar, insultar… no es una forma de conseguir las cosas y papá y mamá no van a darle nunca lo que pida de ese modo.

Como en cualquier otro tema de educación, los resultados no son inmediatos. Las cosas se aprenden a fuerza de prueba y error. Algunos lo entienden con 3 veces y otros con 30. Pero como es vuestro hijo y vosotros sois sus padres os toca repetir la operación las veces que haga falta y con la máxima tranquilidad y el mayor afecto por vuestra parte.

Si sois constantes los resultados acaban llegando. Si os dejáis llevar por la solución fácil y el salir de cada rabieta como más cómodo resulte, vais a tener problemas para rato: Hay adultos que siguen pensando que pegando, gritando o insultando se consiguen las cosas. Ya se encarga el resto del mundo de demostrarles lo que, por desgracia para ellos, no les enseñaron sus padres.

Peketema 2

 

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A los que queráis profundizar más en este tema os recuerdo que tengo un eBook sobre el tema:

Crianza y Educación.

Crianza y Educación Entre el amor y la responsabilidad

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Empezar con buen pie: La alimentación complementaria

Nueva colaboración de Blanca Santos Ruiz en Mi Pediatra Online. Esta vez sobre el tema de la introducción de la alimentación complementaria. Uno de los cambios más importantes de los dos primeros años de la vida de un niño, desde su visión como madre y como pediatra.

El comienzo de la alimentación complementaria es uno de los momentos en que pueden empezar a aparecer conflictos en la alimentación. Es poco frecuente que un niño empiece a dar problemas con la comida cuando aún toma sólo leche, aunque los hay.

No voy a entrar en qué darle al niño ni en qué orden. Eso es algo que cada familia debe tratar con su pediatra. Lo que sí intento es dar MI OPINIÓN acerca de una forma natural y delicada de introducir al niño a la alimentación complementaria. Es la forma en que lo he hecho con mis hijos y os aseguro que los dos aceptaron la comida sólida de maravilla.

Lo primero que quiero es definir alimentación complementaria: es todo alimento que se da al bebé aparte de la leche, para COMPLEMENTAR su nutrición. Es decir, estos alimentos vienen a complementar la lactancia aportando los nutrientes que están poco presentes en la leche (fundamentalmente calorías y hierro, aunque también algunas vitaminas). Esto implica que el lactante debería seguir tomando leche y añadir sólo pequeñas cantidades de alimentos sólidos para aportarle un poco de hierro extra o esas calorías que le faltan. Muchas madres (y también muchos profesionales) ven el inicio de la alimentación complementaria como la ocasión para quitarle tomas de leche a los niños y aún mejor si son las tomas nocturnas. En principio esta no debería ser la meta aunque, como todo, llegará con el tiempo.

Vamos a imaginarnos a una madre frente a la primera comida sólida de su hijo. Vamos a olvidarnos por un momento de esa cucharadita de cereales que se pone en el biberón de la cena “para que nos aguante más por la noche” y vamos a imaginarnos la segunda comida que se introduce a los niños: la fruta. La madre ha ido al mercado y ha comprado su plátano, su manzana, su pera e incluso naranjas para hacerle a su peque su primera papilla. ¡Qué ilusión!. Le prepara un buen tazón y lo coloca en la trona con su babero y su cuchara. Es la hora de la merienda y el peque tiene hambre, ¡mucha hambre!. La madre llena la cuchara de papilla y se la mete en la boca su hijo, que la escupe inmediatamente haciendo guiños y aspavientos. La madre recoge lo que ha escupido y se lo vuelve a meter en la boca. El bebé vuelve la cara y saca la lengua. La madre lo llama y le enseña un muñequito. El bebé se vuelve a mirar el muñequito y la madre le mete otra cucharada, que el bebé escupe de nuevo. Esto se repite hasta que la madre comienza a frustrarse y:

            1.- la madre se da por vencida y le da un biberón.

            2.- la madre se da por vencida, pero no le da el biberón.

            3.- el bebé se pone a llorar como loco y la madre aprovecha que tiene la boca abierta para           meterle como puede el resto de la papilla.

De una forma u otra, o la madre termina por comerse ella la fruta o la tira a la basura. La cosa se complica aún más si lo que la madre intenta darle es un potito que se supone que el niño tiene que comerse entero porque “es lo que le corresponde por su edad”. En ese momento llama por teléfono la abuela. La madre le comenta que le ha dado al bebé su primera papilla sólida. Reproduzco la conversación.

–      ¿Cómo se la ha comido?- pregunta la abuela.

–      Pues lo ha escupido todo. Parece que no le gusta la fruta. – responde la madre.

–      A ningún niño le gusta la fruta. – concluye la abuela- tú insístele.

–      Le he tenido que dar el biberón. – comenta la madre preocupada.

–      No le des el biberón. Si le toca fruta no le vayas a dar el biberón, que lo malcrías. – advierte la abuela.

–      De acuerdo. – contesta la madre, sintiéndose aún peor.

¿Cuál es el final de la historia? Una batalla campal entre madre e hijo todos los días a la hora de la merienda que concluye con la rotunda afirmación: “no le gusta la fruta”. Eso en el mejor de los casos. Porque es más que probable que esa actitud se presente con el resto de la alimentación sólida, dando lugar al conocido síndrome de “mi niño no me come”.

¿Qué ha ido mal? ¿Por qué el bebé ha rechazado esa primera papilla que le hemos preparado con tanto cariño? Si lo pensamos bien, el bebé tenía todas las razones del mundo para rechazar la comida:

            1.- Era un sabor extraño.

            2.- Estaba fría.

            3.- Él tenía mucha hambre y su madre se ha empeñado en meterle una cuchara en la boca con algo no comestible (él no sabe que lo sólido es comida, porque hasta ahora lo único que le ha calmado el hambre es la leche).

            4.- Su madre se ha puesto de mal humor y aunque él lloraba pidiendo comida se ha empeñado en meterle lo otro en la boca.

¿Qué creéis que hará este bebé la próxima vez que vea a su madre con el cuenco y la cuchara a la hora de comer? Yo sé lo que YO haría.

Rebobinemos un poco. Imaginaos que la madre está comiendo un plátano. El bebé sentado en la trona acaba de merendar su biberón de leche y está de buen humor, sin mucha hambre ni mucho sueño. Observa la escena con interés e incluso hace ruiditos. La madre coge un trocito minúsculo de plátano y lo machaca bien con un tenedor. A continuación coge un poquito de la papilla con el dedo limpio y se la mete en la boca al bebé. El bebé chupa el dedo (es un acto reflejo) y hace guiños. La madre se ríe y observa a su hijo para comprobar que (como dice mi marido) no se ha puesto rojo como un tomate ni le han salido dos cabezas. En ese momento llama por teléfono la abuela. Reproduzco la conversación:

–      Ha probado el plátano – dice la madre.

–      ¿Ah, sí? ¿Y qué tal ha ido? – pregunta la abuela.

–      Ha puesto cara rara, pero bien. – contesta la madre.

–      ¿Y cuánto ha comido? – pregunta la abuela.

–      Un poquito. Sólo lo ha probado. – contesta la madre.

¿Cuál es el final de la historia? Un par de días después la madre repite la maniobra. Poco a poco, el bebé se va acostumbrando al sabor y ya no hace tantos guiños. Entonces la madre prueba con la cuchara y le da dos o tres cucharaditas. Tras un par de semanas prueba a ofrecerle primero la fruta y después la leche según la cantidad de fruta que tome, que varía entre 3 y 5 cucharaditas. Va introduciendo otras frutas de forma parecida y se las va alternando para que no se aburra.

Las 3 o 5 cucharaditas de fruta son más que suficientes para complementar las pocas necesidades del bebé que no quedan cubiertas con la lactancia. El bebé aprende que la alimentación sólida es una buena forma de nutrirse y come cosas que su madre también come (¿cuál es la prisa por darle a un bebé potito de cordero si en casa nunca comemos cordero?). Con el tiempo lo más probable es que el bebé termine por comer a la misma hora que sus padres y la misma comida que sus padre, adaptada a sus posibilidades. Este acto de humanizar al bebé y convertirlo en uno más de la familia, en vez de segregarlo a comer sólo una comida especialmente preparada para él es la base de una actitud sana hacia la alimentación y previene multitud de problemas futuros.

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¿Trastorno por déficit de atención o de motivación?

El trastorno por déficit de atención – hiperactividad (TDAH) se diagnostica cada vez con más frecuencia en niños. Tal vez con demasiada frecuencia.

Hace escasos 20 años esta enfermedad era prácticamente desconocida. Pero en la actualidad hay zonas donde se diagnostica de déficit de atención a uno de cada cinco niños o más.

El tratamiento en la mayoría de los casos es un medicamento, el metilfenidato. Es un estimulante. Para ser exactos una anfetamina. En los casos de déficit de atención reales, puede mejorar mucho la vida del niño. Pero en mi consulta veo una y otra vez diagnósticos más que dudosos.

Y en muchos casos existen alternativas al tratamiento menos agresivas y con menos efectos secundarios.

El primer problema es que creo que se diagnostica demasiado. ¿Y esto por qué?

Pues a mi parecer, el motivo es que no se tienen claras ciertas cosas:

¿Qué es de verdad el Trastorno por déficit de atención – hiperactividad o TDAH?

Es un defecto del cerebro. En las personas que lo sufren (también los hay adultos), la parte anterior del cerebro, que es la que regula la conducta, es menos activa de lo normal. Eso hace que les cueste mantener la atención y que su conducta sea desordenada.

Una de las cosas que resulta llamativa es que en los niños hiper-activos se use un estimulante como tratamiento. Pero es porque el efecto de los estimulantes en estas personas es diferente al que cabría esperar. Como el problema es que la parte que controla la conducta está como adormecida (por eso actúan de forma desordenada, lo que hace que les llamen hiper-activos), al darle un estimulante esta zona del cerebro se activa, tomando el control de la conducta. Pasa a actuar de una forma más centrada y controlada.

Del mismo modo, si le damos algún medicamento que habitualmente produce somnolencia (como los antihistamínicos) responden poniéndose más nerviosos.

La forma en que reaccionan ante estimulantes y medicamento que dan sueño es para mí más clara para diagnosticar un TDAH que cualquier otro test.

El problema a veces es que para hacer el diagnóstico se recurre a test basados en preguntas y respuestas.

Es cada vez más habitual que en los colegios se hagan evaluaciones psicológicas a los alumnos. Entre las pruebas que se realizan está cada vez con más frecuencia el diagnóstico de TDAH. Para eso se pasa un Test de preguntas y respuestas en el que se valora la capacidad de concentración del niño.

En algunos casos se pasan esas mismas pruebas en niños que tienen problemas de rendimiento escolar y ya se sospecha que pueda sufrirlo.

El problema es que en un niño que tiene mal rendimiento escolar porque los estudios no le motivan o le aburren (lo que puede hacerle parecer despistado), al pasar este tipo de prueba puede también tener la misma falta de motivación y que los resultados respalden la sospecha sin que sea real.

La falta de motivación de los niños en los estudios sí es cada vez más frecuente. Y yo creo que gran parte del diagnóstico que hoy en día se hace de TDAH corresponde en realidad a niños con falta de motivación.

Con mucha frecuencia llegan a mi consulta niños a los que se ha diagnosticado o catalogado como sospecha de TDAH y que en realidad no lo sufren.

¿Porqué creo que se tiende a sobre-diagnosticar y porqué es un problema?

Pues porque es más sencillo pensar que el problema de nuestro hijo se soluciona «dándole una pastillita» que abordar un problema psicológico como es la falta de motivación. Y más en adolescentes.

Ante esto se está viendo cada vez más niños diagnosticados de TDAH con efectos secundarios de la medicación y sin mejora de su supuesto TDAH.

Pero lo más grave no es eso, sino que muchos padres llegan a la conclusión de que diagnosticado y tratado; no ha funcionado; luego no hay solución. Se pasa por encima de lo que es más frecuente: la falta de motivación. Y no se hace nada, quedando estos niños tras el fracaso diagnóstico y de tratamiento sumidos en el fracaso escolar.

Otros aspectos a tener en cuenta

Ir más allá del tratamiento puramente farmacológico

De hecho yo prefiero empezar por otros enfoques. No puedo negar que soy un gran amante de la psicología. Y que veo a la Psiquiatría como un paliativo de nuestra incapacidad en muchos casos de dar soluciones más adecuadas. Recurrir a las anfetaminas y punto es un abordaje muy pobre incluso en los casos en los que el TADH está bien diagnosticado y en los que el niño mejora con el fármaco. Porque lo hace depender de él.

Hay muchos factores que pueden mejorar la hiperactividad y el déficit de atención con y aún sin el tratamiento farmacológico

Alimentación:

Se ha visto que en muchos niños el exceso de azúcar en la dieta, de grasas trans y de aditivos alimentarios como colorantes y conservantes empeoran el TADH y que dar una dieta en la que reduzcamos lo más posible estas sustancias supone una clara mejoría. Merece la pena controlar este aspecto.

Sueño:

Entre lo que presenta un niño con TADH y lo que podemos ver en un niño cuya calidad o tiempo de sueño es pobre no hay mucha diferencia: Tendrá dificultad para concentrarse y una conducta más desordenada. Y en muchos casos cosas tan simples como no dejar que un niño tenga televisión, ordenador, tablet o móvil en su habitación e insistir en que se vayan a la cama antes y sin estas distracciones es más que suficiente para apreciar una mejora en su conducta.

Apoyo psicológico:

Que un niño aprenda técnicas de concentración y relajación y los padres usen estrategias adecuadas para reforzar la motivación del niño, supera con mucho a largo plazo los beneficios de cualquier fármaco. Esto es algo en lo que no me da miedo generalizar. Siempre es mejor tener las herramientas para afrontar problemas vitales en nuestro interior, que depositar nuestra capacidad de adaptarnos a ellos en una pastilla que mañana puede o no estar ahí.

Incluso si nos garantizasen que nunca nos faltará, no hay mejor pastilla para trata la mente que la que nuestra propia mente es capaz de fabricar, adaptar a nuestras particularidades y regular según nuestras necesidades. Eso lo hace superar los problemas desde la psicología. Jamás lo consigue la farmacología.

La farmacología sólo nos ayuda en esos casos en los que la situación de partida psicológica es tan pobre que dificulta mucho dar los pasos iniciales. Pero esto es la excepción, no la regla.

 

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Alimentación complementaria del bebé: PekeTip 8

La alimentación complementaria se llama así porque complementa a la lactancia.

Adáptate a su ritmo y haz de la comida algo agradable.

Mejor dos bocados con gusto que cuatro peleando.

Si peleas con él para que coma, a la larga comerá peor.

Hay muchos padres que se agobian con la comida. Dudan si su bebé come suficiente. Les preocupa si sabrán darle de comer bien. Si su dieta es lo variada que debería ser para que esté sano. El problema es que cuando eso ocurre, algunos padres intentan que sus hijos coman más. Y a veces se hace de todo para conseguirlo. Desde ofrecer continuamente comida, hasta hacer una función de circo o una sesión de lucha libre de cada comida.

Es un error. Cuando hacemos esto solemos empeorar el problema.

Para evitarlo conviene tener claras una ideas sencillas:

– Si un niño está sano y crece bien no te preocupes demasiado sobre la cantidad de lo que come.

– En el primer año de vida la base fundamental de su alimentación es la leche. Por eso se llaman lactantes. Algunos incluso podrian estar bien no tomando otra cosa que la leche. A partir de los 6 meses vamos iniciando la introducción de la alimentación complementaria, pero sin prisas y con flexibilidad. Es en torno a los dos años cuando el niño suele tener ya una dieta como la del adulto. Tenemos margen.

– Uno de los objetivos fundamentales al acabar ese proceso, es que el niño tenga una buena relación con la comida. Y eso es difícil si convertimos cada comida en una batalla campal. Si peleamos sistemáticamente con un niño para que coma, será acercarse la comida y el niño se pondrá en tensión, relacionándola con algo desagradable. A la larga, comerá peor si hacemos eso.

Peketip 7
Peketip 9

 

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Madres Juzgadas

Me gustaría que miraseis las dos fotografías. ¿Cuál de las dos es mejor madre?

Sé que estoy pisando campo minado. Pero no hablar de esto creo que está haciendo mucho daño. Y prefiero ser criticado a ser cómodo o popular.

Así que ruego vuestra indulgencia y que sigáis leyendo. Y por supuesto, espero vuestros comentarios.

Hay tres posibles respuestas:

– La que está dando pecho.

– La que está dando biberón.

– ¡Y yo que sé! No puedo saber cuál es mejor madre sólo porque dé a su hijo pecho o biberón.

«Pero si tienes que elegir una de las dos primeras, ¿Cuál?»

No voy a hacer apreciaciones sobre la que creo que se respondería. Cada uno tendrá su respuesta y sus apreciaciones.

 

Otra pregunta.

Esta va dirigida sólo a las madres (den pecho o biberón): ¿Te has sentido juzgada o criticada alguna vez por la forma en que crías a tu hijo?

Aquí no hace falta encuesta. Creo que por desgracia la respuesta es Sí en todas las madres.

Podría preguntar también si queréis a vuestros hijos, si deseáis hacer las cosas lo mejor posible pensando en su bienestar, si estáis dispuestas a sacrificarlo todo por su bien. Y de nuevo sé que vuestra respuesta es sinceramente Sí.

Y ¿Cómo os sentís cuando criando a vuestros hijos según esas guías, alguien os critica? Yo creo que entre dolida e indignada.

 

Ahora voy a hacer autocrítica como converso: Me explico.

Cuando yo acabé la especialidad de Pediatría, era de los que no podían dar consejos sobre lactancia, porque no me habían formado sobre ella. Sabía de enfermedades en niños. Pero las madres cuando tenían un problema me preguntaban también sobre temas en los que no me había formado. Uno de ellos, la lactancia, otro, la crianza en general.

Lo cómodo para mí ante una lactancia con problemas era recomendar el biberón. Y lo es para muchos pediatras, por desgracia.

Tuve la suerte de que alguien me hablase de crianza y especialmente de conceptos de crianza contrarios a lo poco que me explicaron en el Hospital.

Así conocí un concepto que es clave en mí como pediatra en este momento: la crianza respetuosa.

La crianza respetuosa es necesariamente informada. Porque consiste en conocer a los bebés y especialmente a nuestro hijo y observarlo mucho. E intentar actuar respetando sus ritmos y sus necesidades.

Para hacer crianza respetuosa hay que ser humilde, porque por muy claras que tengamos nuestras ideas, debemos aceptar, que si a nuestro hijo no le funcionan, eran un prejuicio y por su bien debemos cambiarlas.

 

La mayoría de los autores defensores de la crianza respetuosa lo son a su vez de la lactancia materna.

Tengo que decir que me alegro de que la mayoría de los autores sean defensores de la crianza respetuosa y de la lactancia materna, porque defiendo ambas.

 

Pero…

Hay dos preguntas cruciales, para mí:

¿Porqué hay tan pocos autores que hablen sobre cómo dar lactancia artificial con criterios respetuosos?

¿Porqué en la casi totalidad de grupos de crianza que conozco hay sólo madres que dan pecho a sus hijos?

La respuesta a la primera creo que es, que hablar de alimentación artificial es para mucha gente un claro signo de que no se defiende el pecho. «Y quien no está conmigo, está contra mí». Muchos autores prefieren salvaguardar su popularidad con un discurso totalmente coherente y sin fisuras.

La respuesta a la segunda, creo que es que en el fondo, la lactancia materna no es tan bucólica como la pintan algunos. Los que defendemos la lactancia materna estamos cargados de argumentos (que además son ciertos) a su favor. Y hacemos muy bien esa defensa. El pecho está renaciendo. Los conocimientos necesarios para tener una lactancia exitosa son más accesibles de lo que lo han sido nunca. Queda mucho por hacer, pero confío en el éxito de esta lucha.

Pero «olvidamos» hablar de algo. En muchos casos, elegir la lactancia materna y la crianza natural, implica sacrificios. Sacrificios personales y hasta profesionales de mucho calado. Muchas mujeres los asumen de forma totalmente consciente. Pero en otros casos, esos sacrificios contradicen lo que es su propia personalidad, poniendo a muchas mujeres entre la espada y la pared de renunciar a unos proyectos a los que ha dedicado gran parte de su vida o sentirse malas madres.

Aquellas madres en las que mantener el proyecto profesional y la lactancia no son compatibles aparece una ansiedad y una culpabilidad que es difícil de vencer. En muchos casos imposible.

En otros casos, simplemente la lactancia se convierte en un motivo de sufrimiento. A veces los niños no consiguen alimentarse bien con el pecho, a veces dar el pecho es muy doloroso y exige una constancia que puede agotar a cualquiera. En muchos de esos casos son problemas subsanables con la ayuda adecuada. Pero a veces no, o no se dispone de esa ayuda y la madre, que quería dar pecho «se rinde». Eso le hace sentirse culpable: «Tal vez pude hacer algo más, tal vez me he rendido demasiado pronto…»

La forma en que se habla de la lactancia artificial no ayuda. Suele incrementar la presión atribuyéndole cualidades casi diabólicas que son en muchos casos claramente exageradas.

La razón para escoger el pecho al biberón, no es que la leche artificial sea venenosa. No lo es. Podría desafiar a cualquiera a que cogiese un grupo de niños de 5 años y haciéndole las pruebas que quisiera fuese capaz de decirme cual de esos niños tomó pecho y cual biberón. No hay forma de decirlo sin error.

La razón para escoger la lactancia materna es que el pecho es lo natural y por tanto su diseño es el mejor posible, y en la mayoría de los casos evita muchos más problemas de los que puedan aparecer y para muchas madres e hijos es una experiencia inigualable.

Hay patologías que son más frecuentes en los niños que toman leche artificial. Pero ninguna es comparable para mí al perjuicio que causa a un niño ser criado por una madre que sufre por serlo en lugar de sentirse realizada por serlo.

Algunas madres son conscientes del sacrificio que hacen al escoger la mejor opción posible. Y les duele perder lo que sacrifican. A veces eso las hace defender con más fuerza aún su elección, no entendiendo a quienes no toman esa decisión en situaciones «menos difíciles» que la suya. Y es entonces cuando nos volvemos radicales. Y cuando, aún no diciéndolo juzgamos a la otra madre y en nuestra mente la condenamos: «no está dispuesta a renunciar a lo que yo renuncié porque no quiere a su hijo lo suficiente». O buscamos justificaciones paternalistas: «ha escogido mal porque no está bien informada, si yo le contara…»

No estoy criticando a los lactivistas. Me estoy criticando a mí mismo como lactivista. De nuevo os pido, sed indulgentes con mi torpe exposición.

Y entonces tenemos «la respuesta», tal vez no la decimos, pero lo pensamos: «La que da pecho es mejor madre».

Acabamos haciendo con otras madres lo que tanto nos duele que hagan con nosotros, que nos critiquen, juzguen y condenen en algo tan importante como es la maternidad.

¿Qué me gustaría cambiar?

Algo debemos estar haciendo mal en nuestra forma de defender la lactancia materna, cuando dar un buen consejo a una madre sobre cómo dar lactancia artificial se considera prueba de cargo de que eres anti lactancia materna.

Y cuando una madre que compartía sus vivencias con otras madres y daba y recibía consejos en un grupo de crianza deja de sentirse cómoda en él y lo abandona sólo porque ha dejado de dar el pecho.

Lo que a mí me gusta de la crianza respetuosa, es que es humilde. Da una predisposición a ceder y aprender. No da nada por sabido o demostrado. Confía en la capacidad instintiva del niño para adaptarse lo mejor posible en cada situación. Y en que nuestra función es aprender con su crecimiento y apoyar sus intentos de adaptarse lo mejor posible a sus desafíos según sus propios recursos.

Pero para mí va más allá. Hay que respetar también la forma que cada madre tiene de adaptarse a los desafíos que supone serlo, confiando en su instinto, y en que si no entiendo lo que hace, es más posible que sea porque yo no tengo suficiente información sobre su situación, que porque ella no conozca las ventajas de lo que yo defienda como alternativa. Y que mi función como pediatra es apoyar a la madre dando los consejos que hagan su elección la mejor solución posible para su hijo.

Y por tanto, si escoge el pecho espero poder ayudarle a solucionar los problemas que puedan surgirle para que pueda seguir dándolo, y si escoge el biberón espero poder ayudarle para que lo dé a su hijo de la forma más beneficiosa para él.

Puedo haber sido torpe al expresarlo. Se que he tocado sentimientos que pueden resultar dolorosos.

Pero en esta lucha LM/LA me daría por satisfecho si en unos años fuesen cada vez menos las madres que hagan esa elección por no tener información o apoyo suficiente o por sentirse culpables. Porque cuando eso ocurre, pierden lo más importante para su hijo: haber tenido una madre que disfrutó de serlo, y cuya máxima preocupación fue dar todo su amor a su hijo.

Y sería muy feliz, si en los grupos de crianza pudiesen compartir sus vivencias madres que dan pecho y madres que dan biberón sin que se vean entre ellas con amenaza o reproche. Siendo simplemente lo que son, madres que quieren a sus hijos y les dan lo mejor que tienen a su alcance según sus circunstancias.

El primero de esos grupos de crianza respetuosa espero que sea mi página de Facebook. Participad, aprended y enseñad. Pero ante todo sed comprensivos y respetuosos con los demás.

Gracias por leerlo hasta aquí. Gracias por vuestra indulgencia y por supuesto espero vuestros comentarios para mejorar mi torpe exposición.

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Criar y educar niños: Peketip 7

Educar es como sembrar. Se basa en la confianza de que hacemos las cosas adecuadas, en la paciencia para esperar los resultados y en el respeto al proceso de crecimiento. Educa con cariño, calma y observa cómo responde tu hijo confiando en él.

Criar no es crear. Es decir, nuestro hijo no es algo maleable que acabará siendo lo que queramos que sea.

Es un ser independiente y autónomo, con sus propias formas de adaptarse a este mundo.

Eso genera miedos en muchos padres que no saben si lo que hacen día a día será lo adecuado. Si partimos del amor que tenemos a nuestro hijo e intentamos ser flexibles, debemos tener esa confianza en que hacemos lo mejor que puede salir de nosotros. Y a su vez debemos confiar en su capacidad de adaptarse de forma adecuada. De modo que observemos los indicios que nos da cada día sobre si lo que hacemos le ayuda o le entorpece, y cambiemos en función de lo que veamos en él.

El tiempo nos dirá cómo lo hicimos, pero no vivas con ese miedo, ya que no es buen compañero de viaje. Disfruta de tu hijo y confía en él. Eso te ayudará mucho más a hacerlo mejor como padre o madre.

Peketip 6
Peketip 8

 

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