El único fundamento de la relación Padres-Hijos. Que tu hijo sepa que lo quieres y lo respetas es lo más importante para educarlo. Lo demás son opciones.
La relación entre padres e hijos debe estar dirigida siempre por el amor. Si no quieres a tu hijo, ¿para quién te reservas?
El amor no se negocia. Nunca se debe condicionar a nada. No se debe decir a un niño: “Como te has portado mal tus padres ya no te quieren”.
Debe tener claro que siempre contará con vuestro afecto.
Ante una muestra espontánea de cariño por parte de su hijo, cualquier padre que se precie debería responder del mismo modo y apuntarse que le debe una.
No os cortéis lo más mínimo en vuestros deseos de expresar afecto a vuestros hijos.
Es de verdad la única cualidad que en unos años, cuando vuestro hijo se debata entre lo que opinéis vosotros y su entorno, hará que vuestra opinión esté un escalón por encima de los demás en su valoración.
Si vuestro hijo sabe que lo queréis y lo respetáis casi cualquier cosa que hagáis es secundaria.
El amor precisa respeto. Eso quiere decir que al actuar sobre vuestro hijo debéis tener en cuenta sus preferencias y necesidades.
Pero amor no significa no ser capaces de verlo llorar, o de llevarle la contraria, o de explicarle que algo que hace mal está mal.
El amor de los padres por sus hijos precisa también responsabilidad.
La responsabilidad como padres implica que en las decisiones que toméis sobre la educación de vuestro hijo debéis pensar en las consecuencias inmediatas, pero más aún en el largo plazo.
Esta es la diferencia fundamental entre los buenos y los malos padres.
Cuando actuamos para salir del paso continuamente, somos malos padres. Lo único que hacemos es diferir los problemas hasta que nuestro hijo no dependa de nosotros.
Los buenos padres, pasan malos ratos para evitar que sus hijos pasen ratos peores cuando ya no cuenten con ellos.