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El control del niño sano en crisis

El Control del Niño Sano es muy importante en la prevención y en la formación. Pero cada vez son más los centros de salud en los que no puede hacerse por masificación.

Hace ya 12 años que acabé la especialidad de Pediatría. Cuando yo la hice, no era necesario rotar durante nuestra formación por atención primaria. Yo lo hice porque lo solicité. Fui el primero de mi promoción en hacerlo. Después me imitaron otros.

La formación de los pediatras vía MIR es fundamentalmente hospitalaria. Y se centra en el tratamiento de la enfermedad.  La resolución de problemas de sueño, conducta, alimentación y los consejos sobre cómo evitarlos no suelen darse en el hospital. El seguimiento del desarrollo y crecimiento de niños normales tampoco se hace en el hospital.

Esto tiene una consecuencia. La mayoría de los pediatras no recibe formación específica para realizar el Control del Niño Sano.

En muchos casos, en los centros de salud, ni siquiera es una labor realizada por el pediatra. Se ha relegado a enfermería. No lo digo en sentido despectivo hacia enfermería. Muchas veces hacen una labor mejor que la de muchos pediatras. Lo digo porque es verdad. Ha sido relegado. En teoría el seguimiento del desarrollo infantil y la resolución de los problemas (no enfermedades) que pueden aparecer en ese crecimiento, eran parte del trabajo del pediatra. Pero en muchos centros se ha eliminado por la masificación.

Cuando los pediatras tienen demasiados pacientes, y no pueden ver adecuadamente a los niños enfermos por falta de tiempo, los gerentes han decidido que la solución es que dejen de ver al Niño Sano y se centren en el enfermo.

Esto ha empeorado aún más con los recortes en sanidad.

Pero el Control del Niño Sano y la participación del Pediatra en él, me parece esencial por varios motivos:

–        Sirve para detectar muchos problemas de salud no evidentes.

–        Establece una relación estable entre pediatra, padres y niño. Eso permite al pediatra conocer mejor las particularidades del niño y su familia. Lo que ayuda a abordar de forma individualizada los problemas que surjan y seguir mejor los problemas crónicos.

–        Crea un vínculo de confianza entre los padres y el pediatra que es esencial en el tratamiento de problemas que no tienen solución inmediata. Cuando esa confianza no existe, los padres se desesperan y empiezan a peregrinar. Eso suele significar que nadie acabe resolviéndolo: “Un médico cura, dos médicos dudas, tres médicos, muerta segura.”

–        Es el mejor modo de dar formación e información individualizada a los padres sobre Puericultura. Es decir, sobre cómo abordar los cambios que el bebé experimenta en su crecimiento.

Suele definirse la Pediatría como la Medicina del ser humano en crecimiento. Pero la estamos transformando en la Medicina del niño enfermo. Es un claro empobrecimiento.

Hay un problema añadido. Los pediatras, para realizar decentemente esta labor debemos esforzarnos para dedicarle el tiempo necesario (que muchos pediatras no tienen) y para adquirir la formación adecuada para dar este servicio. Ya que la que recibimos en el hospital es en la mayoría de los casos escasa y dada por otros pediatras que no la ejercen.

Por desgracia hay pediatras que actúan sobre los cambios de crecimiento de un niño como un elefante en una cacharrería. Hay quien “regaña y amenaza” a los padres, para al final, darle consejos basados en prejuicios que en muchos casos empeoran los problemas y generan ansiedad en los padres, pero no resuelven nada.

En otras ocasiones medicalizan cuestiones que nada tienen que ver con fármacos, sino con la forma en que hacemos las cosas con el bebé.

Hay que salvar el Control del Niño Sano, pero los pediatras necesitamos formarnos mejor para estar a la altura.