Los familiares y «amigos» son las personas que más influyen sobre los padres en la crianza de los hijos. ¿Porqué somos tan vulnerables a sus opiniones?
Debemos entender algo para empezar. Hoy en día son una minoría los padres que deciden estar preparados para serlo. Esa minoría lee y se informa como estás haciendo tú en este momento. Porque prefieren tener un criterio propio a la hora de tomar decisiones en algo tan importante como la forma en la que van a criar a sus hijos.
Pero empecemos por el principio de la historia.
Antes de que su hijo nazca, si no son los propios padres los que se preocupan de hacerlo, nadie les da formación. Hace décadas las familias eran más numerosas y su conocimiento sobre la crianza dependía del lugar que ocupaban en el orden de los hermanos. Si eran de los mayores tenían la experiencia de ver cómo sus padres fueron criando a sus hermanos pequeños desde su nacimiento. Pero si eran el menor, pues nada.
También hace unas décadas «las niñas jugaban con muñecas». Eso, que hoy en día consideramos sexista era una forma de adquirir por imitación (junto a ver a los padres hacerlo) habilidades básicas (cambiar un pañal, estar pendiente de darle la comida al bebé, ayudarle a echar los gases, bañarlo, acunarlo, darle cariño…). No era negativo que las niñas aprendiesen esto. Lo negativo era que lo aprendiesen «sólo las niñas». Pero como somos así, ponemos el sello de juego sexista al tema y ya está: ¡Ahora no lo aprende nadie!
La cuestión es que cuando por fin los padres van a tener su bebé, son dos personas. Y de repente, tras el parto son 3 (a veces más). Y esa tercera personita está totalmente indefensa, no la conocemos de nada y sus padres somos los únicos responsables de su bienestar en este mundo.
Si tenemos la «suerte» (la mayoría de las veces lo es, pero no siempre) de tener cerca a nuestros familiares y amigos para que echen una mano o nos aconsejen, lo agradecemos. Porque todo son dudas y el bebé necesita siempre más atención de la que la mayoría de los padres esperan.
Tiene en ese momento sentido la frase «para criar a un niño hace falta toda la tribu». En la mayoría de los casos, agradecemos tener esa ayuda.
Pero a veces aparecen los conflictos.
Cuando ocurre, suele ser porque algunos de los familiares o amigos no tienen claro cuál es el papel de cada actor.
Existe un nucleo esencial: El niño, la madre y el padre.
Los demás: Abuelos, tíos, amigos… son accesorios. Bienvenidos para ayudar y aconsejar. Nunca para decidir ni presionar.
Pero muchos lo hacen. En la mayoría de los casos con toda la buena voluntad del mundo. Pero la realidad es que algo tan esperado por toda una familia como la llegada de un bebé, no pocas veces es el origen de problemas importantes en las relaciones familiares.
Los conflictos más frecuentes:
Puede sonar sexista, si en algún caso no corresponde a la realidad pido disculpas a ese caso. Pero el objetivo de este artículo es concretar y para eso necesitamos generalizar lo más frecuente.
La realidad es que quienes más se implican en la crianza de los bebés, especialemente desde el naciento, son las mujeres de la familia. En los años que llevo como pediatra, suelen ser las madres las que me cuentan que tienen un problema con abuelas o tías.
Y si rizamos el rizo, sin pretender herir sensibilidades los conflictos suelen ser con las suegras y cuñadas.
Hay motivos para que sea así.
En primer lugar la confirmación o excepción de esta «regla», depende del caracter de los familiares. Hay gente que cree poseer verdades absolutas y tiene la necesidad de defenderlas a ultranza. En realidad esto lo que demuestra es inseguridad. Como la crianza de los hijos es algo que nos preocupa tanto y en lo que estamos tan inseguros, algunas personas necesitan creer que la forma en la que hacen las cosas es la única posible. Porque si hay otras opciones, ¿no me estaré equivocando? Hay personas que no pueden soportar esa idea en un tema que les afecta tanto como este. Y eso hace que cuando ya no tienen posibilidad de arreglarlo (sus hijos ya los criaron de un modo concreto), lo único que queda es reforzar la idea de que la forma en la que lo hicieron era la única correcta. Es por tanto comprensible y no se lo toméis a mal. Lo hacen con la mejor intención. Pero es que para ser capaces de aceptar que pudimos hacer mejor algo tan importante como criar a nuestros hijos hay que tener una humildad y una flexibilidad mental que no es habitual.
La segunda parte es que hace unas décadas, cuando las abuelas criaron a sus hijos, los consejos que se les daban desde instituciones educativas y por parte de los pediatras eran muy diferentes a las que se defienden hoy en día.
Un ejemplo claro es la lactancia materna: Hace décadas, los pediatras no sabían prácticamente nada sobre lactancia. Y en cuanto surgía un problema, disponíamos de una «solución científicamente diseñada» que lo solucionaba todo: El biberón.
Por eso, la mayoría de las abuelas de hoy en día son desgraciadamente unas nefastas consejeras de lactancia. Y con la mejor intención, pero suelen bombardear a sus hijas o nueras con las frases que en su momento les dieron a ellas: «No tienes suficiente leche», «tu leche no es buena», «déjate de tonterías y dale un biberón», «estás empeñada en la teta y con el biberón se crían de maravilla». Y esto si no hay problemas, como los haya… Pobre de la teta y de la madre: «Si ya te lo decía yo», «esto mismo me pasó a mí y por eso no te pude dar pecho», «¿ves, ya te lo dije? En la familia es que no damos buena leche, te pasa lo mismo que me pasó a mí»….
Repito. Son comentarios bienintencionados. Pero es que cualquier problema en esa época tenía una misma solución: Biberón.
Y ¿porqué los conflictos son más frecuentes con suegras y cuñadas?
Pues por prudencia. La mayoría de las veces las madres tienen la confianza suficiente con sus madres o sus hermanas para decirles con todo el «cariño del mundo»: «Anda, mamá. ¡Ve y date una vuelta un rato y deja de calentarme la cabeza!» Pero decirle eso a una suegra o una cuñada… No queremos generar conflictos con la familia de nuestra pareja y no tenemos la confianza suficiente para poder «defendernos» del bombardeo sin medir las consecuencias.
Y luego están los «amigos».
Hay amigos de verdad y conocidos. Algunos «amigos» ven la paternidad como una competición en la cual cuando hablamos de los hijos y de cómo los criamos lo esencial es dejar claro al final de la conversación que su hijo es el mejor y la forma en la que lo están criando la única correcta. Evidentemente no son la mayoría, y muchos tenemos la suerte de tener amigos que son un apoyo y personas con las que podemos compartir, desahogarnos y aprender.
Me gustaría que esto lo lean tanto padres y madres como familiares y «amigos».
Los únicos con capacidad de decisión sobre cómo se cría un niño son: el niño, la madre y el padre.
Todos los demás (ahí entramos hasta los pediatras) pueden ofrecer ayuda y consejo, pero mientras entiendan con agrado que los de arriba tienen la opción de aceptar o rechazar ambos.
Y más que un consejo una necesidad:
La salud mental de los padres depende de que desarrollen lo antes posilble lo que llamo «órgano de supervivencia de los padres».
Es un conducto que se acaba desarrollando, cuanto antes mejor. Este conducto comunica oreja y oreja y es selectivo.
Su función es que cualquier comentario o consejo que no vaya acompañado de una explicación que nos parezca razonable, pase de oreja a oreja y salga de nuestra cabeza sin dejar ningún residuo en el camino.
De verdad, ¡Esencial para sobrevivir el primer año de vida de nuestro hijo!