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Lavados nasales

El uso de los lavados nasales en niños y bebés. Cuándo es recomendable y cómo se hacen.

Los niños son mocosos. Eso parece una regla inmutable del universo.

Segunda regla indiscutible: Los padres se agobian con los mocos de sus hijos. En esto hay matices. El grado de tolerancia con las secreciones nasales de su hijo cambia entre padres.

Hay muchas opciones para luchar contra estos viscosos «enemigos». Pero en realidad son un aliado. El moco es una de las barreras defensivas de la vía respiratoria. Cuando algo irrita la mucosa, se defiende produciendo moco. Su función es atrapar y arrastrar al exterior al «agresor».

Siendo así, la primera consideración de muchos es: «Pues si es un mecanismo defensivo, no hacemos nada».

Pero la realidad es distinta. Todos los mecanismos defensivos del cuerpo pueden actuar en su justa medida, pasarse o quedarse cortos.

A veces la cantidad de moco es tal que no permite el paso de aire por la vía respiratoria. Todos hemos pasado montones de veces por eso: Un atoramiento de nariz que nos obliga a respirar por la boca.

En este caso, ¿qué es lo mejor? ¿no hacer nada?

¿Cuándo puede ser útil hacer lavados nasales?

Todos sabemos que no es así. Cuando uno es mayor y sabe «sonarse los mocos», es lo que hacemos. Expulsamos aire por la nariz para que arrastre ese moco al exterior.

Una vez que hemos adquirido esa habilidad, poco adultos se hacen lavados nasales. Suele ser suficiente con «sonarse». Y los lavados no son agradables.

Por lo tanto nos podemos plantear hacer lavados nasales en niños que no saben aún «sonarse la nariz» de forma efectiva. De hecho cuando alcanzan esa edad, la mayoría no nos permiten ya que les hagamos lavados.

Pero, por debajo de esa edad, ¿le haremos lavados con horario prusiano, o cada vez que le veamos un moquete?

Lo que yo os recomiendo es que no.

Si un niño respira bien no necesita que le hagamos un lavado nasal. No es agradable y cuando no es necesario no tenemos motivos para importunar a nuestro hijo. Si hacemos del lavado una rutina, lo que estamos haciendo es perjudicar nuestra relación con nuestro hijo sin necesidad. Hacer el lavado antes de acostarlo o de la comida por norma, no es mas que una forma de asociar a estas actividades un estímulo desagradable. Os recomiendo especialmente que lo evitéis en niños que tienen problemas para dormir o comer.

Pero ¿y cuando no respira bien?

Pues depende:

  • Si el moco es claro: Cuando un niño está resfriado o con alergia y su nariz es un río de agua que fluye constante el lavado es poco útil. A los pocos minutos vuelve a estar igual.
  • Si el moco es espeso: Es en este caso cuando el lavado puede ayudar. Ya que la nariz tardará en acumular de nuevo el suficiente moco espeso para dificultar la respiración.
  • Si hay congestión, pero no veo el moco: A veces lo único que dificulta el paso de aire es una inflamación de la mucosa de la nariz. En estos casos el lavado no ayuda. Aunque a veces sí puede ayudar humedecer la nariz. Es decir, no lavar sino simplemente echar un par de gotas de suero fisiológico en cada orificio nasal.
  • Si sabemos que lo que tiene son las vegetaciones grandes: En estos casos, en los que notamos que no respira bien, pero no tiene moco en la nariz, tanto lavar como humedecer es inútil. Y siendo inútil y desagradable para el niño, lo mejor es no hacer nada.

¿Cómo se hace un lavado nasal?

Se pueden hacer con suero fisiológico o con agua marina (hoy en día hay sprays de agua marina esterilizada).

Colocación del niño:

Tumbado de lado o boca abajo. Si le hacemos el lavado boca arriba se va a agobiar más, porque si ya respiraba mal (por eso le vamos a hacer el lavado), al añadir el suero va a respirar momentáneamente peor. Si está en una postura en la que la salida del suero es fácil se le pasará antes.

Cuando el lavado se hace tumbado de lado, se introduce el suero por el orificio que queda más alto, para que pueda salir por el otro con facilidad. Luego lo tumbamos de lado contrario y repetimos la operación con el otro orificio.

Sólo ponemos al niño boca arriba cuando lo que vamos a hacer es humedecer la nariz con un par de gotas, para que entren mejor.

Lavados nasales y dolor de oídos

Cuando hacemos lavados nasales, especialmente si hacemos más presión de la cuenta o si lo hacemos con el niño boca arriba (es otro motivo por el que no aconsejo hacerlo en esta postura), podemos empujar el moco hacia el oído, provocando dolor y favoreciendo las infecciones de oído.

Si los lavados no suelen ser nunca placenteros, cuando a un niño le duelen los oídos puede aumentar el dolor. No lo hagas. Aunque tenga la nariz llena de moco espeso.

Aspirar los mocos

Hay muchos sistemas para aspirar el moco de la nariz. Desde aspiradores mecánicos hasta la perilla de toda la vida, pasando por los aspiradores con filtro en el que los padres succionan por un tubito y el moco se queda en un recolector. Si usas alguno, que no sea la perilla. Si la usamos mal puede ejercer mucha presión y hacer daño a los oídos del niño.

Pero ante todo, no abuses del aspirador. Sólo deberías usarlo para aspirar el moco que ves y no puedes sacar sin aspirador:

  • Si puedes sacarlo con la punta de un pañuelo o un bastoncillo sin introducirlo demasiado, es mejor así que con el aspirador.
  • Si no lo ves, pero lo intuyes, échale un par de gotas de suero para que se mueva y prueba a sacarlo cuando ya lo veas.
  • No aspires para ver si sale un poco más. La presión también irrita la nariz estimulando que se congestione y produzca más moco.