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Niños superdotados

Llamamos superdotado al niño que destaca en alguna capacidad intelectual comparado con la media de la población. ¿Pero qué significa más allá de serlo o no?

Este es un tema que me he resistido a escribir. Y lo he hecho, porque de todas las etiquetas que pueden colgársele a un niño, calificarlo de superdotado es una de las que creo que más repercute en su vida.

Podría hablar sobre las pruebas, las clasificaciones y otras consideraciones para llegar a calificar a un niño de superdotado. Si queréis información sobre estos asuntos podéis echar un vistazo a la página de wikipedia sobre superdotación intelectual.

Pero yo voy a centrarme en este artículo en otros enfoques.

¿Qué significa para los padres tener un niño superdotado?

En la mayoría de los casos, un problema. Puede que asombre, pero es cierto. Y lo es porque raramente la superdotación es general y equilibrada.

Me refiero a que la inteligencia no es algo unificado. Cada vez se distinguen más tipos de inteligencia. Si hacemos una reducción muy exagerada yo distinguiría inteligencia emocional (que más bien llamaría madurez afectiva) e inteligencia en su concepción clásica, como capacidad de aprendizaje, comprensión de conceptos y creatividad… Como digo es una reducción burda. Pero útil para lo que quiero explicar.

Consideramos habitualmente como superdotados intelectuales a los que tienen una alta capacidad en la inteligencia. Pero no tienen porqué tenerla en la madurez afectiva.

Lo que vemos muchas veces es a niños que con edades muy precoces son capaces de entender cosas que a la mayoría de los de su edad se les escapan. Pero el problema es que en muchos casos su madurez afectiva no está al nivel de asimilar esas cosas que entienden. Temas como la muerte, los problemas económicos familiares, una mala relación de pareja entre los padres, problemas sociales, políticos o económicos… Algunos de estos niños podrían explicarnos perfectamente esos temas, pero otra cosa es que sepan cómo afrontarlos a nivel afectivo. Y en muchos casos viven esos temas con angustia.

Para los padres, tratar con un niño superdotado puede ser complejo, porque se debe cuidar la información que se le facilita y cómo se hace. Y hay que estar especialmente atento a la forma en la que le afecta anímicamente. Suelen dar la impresión de ser demasiado sensibles, pero es que entienden lo que captan más allá de lo que cabría esperar para su edad, con una capacidad para asimilarlo similar a su edad real.

Otra preocupación para muchos padres de niños superdotados, es que se sienten a veces abrumados por una responsabilidad añadida. ¿Qué deberíamos hacer para que pueda desarrollar ese «don» que ha recibido? ¿Colegios especiales? ¿Actividades extra-escolares?

En bastantes casos significa, por raro que parezca, tener problemas en el colegio. Esto lo explicaremos en el siguiente apartado.

¿Qué significa para un niño ser superdotado?

Lo primero y más llamativo, como decía, problemas en el colegio. Aunque parezca extraño, la mayoría de los niños superdotados que conozco tienen problemas en el colegio. Especialmente en los primeros años de escolarización. A veces mejoran con la edad y otras empeoran.

Y creo que el factor determinante en esto es si conseguimos que su madurez afectiva alcance a su alta capacidad intelectual. Cuanto mayor es el desfase, peor lo pasa. Si conseguimos reducir el desfase, mejora.

Puede resultar extraño que un a un «niño listo» no le vaya bien en el colegio, pero no lo es. Un niño superdotado suele aburrirse con los niños de su edad. Entiende y le interesan cuestiones que la mayoría de los de su clase no comprenden aún. Con lo que cuando entra en una conversación o un juego e intenta llevar la atención del grupo hacia uno de los temas que le gustan a él suelen mirarlo extrañados sin entender de lo que va. Si esto ocurre con frecuencia no es raro que se sienta marginado.

Es frecuente que acabe intentando juntarse con niños mayores que él o incluso con adultos, rehuyendo a los niños de su edad. Eso suele interpretarse como un problema para relacionarse con los demás. Pero no lo es. Es que está fuera de sitio. Por eso cuando se habla de subir de curso a algunos de estos niños superdotados puede ser un acierto. No como medida general, pero sí individualizada. Dependerá de si tiene un nivel de madurez afectiva que le permita relacionarse con niños mayores.

Otra de las cosas que ocurren es que suelen responder muy bien a actividades nuevas, pero llevan fatal la repetición. En cuanto dominan una actividad les aburre soberanamente hacerla una y otra vez. Muchas veces se dicen cosas como «iba muy bien y ahora, de repente, ha dado pasos atrás». Cuando en realidad si probamos a que afronte el paso siguiente vemos que responde adecuadamente. No es que haya olvidado lo que logró hace una semana, es que necesita un reto nuevo y si le hacen repetir lo de la semana pasada lo hace cada vez con más desgana.

Tengo que decir que a un buen número de los niños superdotados que he conocido los habían calificado de niños con déficit de atención. Lo que significa que se otorga este diagnóstico tal vez de forma muy superficial en algunos casos.

¿Qué pasa cuando «descubren» que es un niño superdotado?

Pues puede variar mucho.

Depende de la forma en la que reaccionan los adultos que le rodean: los profesores y especialmente sus padres.

Hay gente que es como si descubriese una mina de oro: «Hay que sacar hasta la última pepita». Está claro que esa actitud convierte al niño en un esclavo de su «don». «Deberías hacer tal o cual cosa porque tú puedes». No somos felices porque hagamos lo que podemos hacer mejor que nadie. Sino porque hagamos lo que nos guste hacer.

También los hay que lo hacen mucho mejor. Centrándose en que es un niño con necesidades especiales y podemos facilitárselas. El planteamiento aunque parezca similar difiere mucho. No es cuestión de hacer todo lo necesario para que gane el premio Nobel. Sino de poner a su alcance lo necesario para que acabe siendo feliz y se sienta realizado. Y eso significa:

  1. Adecuar su ritmo educativo a sus demandas (y estas no tienen porqué ser lineales). Pero esto es complicado porque los centros escolares llevan mal la educación a ritmo individualizado. No es cuestión de voluntad, que la hay, sino de medios en la mayoría de los casos. Si un sistema no permite la movilidad de estudiantes entre niveles y satura a los profesores con un número excesivo de alumnos y una carga burocrática incomprensible e inútil, la individualización es la primera sacrificada.
  2. Que los padres nos esforcemos ante todo en ayudarle en la maduración afectiva, que como decía antes, creo que es la clave real para que estos niños superdotados acaben siendo felices.