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Principios de la conducta humana

Principios que dirigen el desarrollo de la personalidad en los niños. Aunque cada niño es diferente, hay principios comunes a casi todos los seres humanos.

Para empezar a entender la forma en la que funciona la mente de nuestros hijos vienen bien algunas nociones generales (y por tanto matizables y con excepciones).

Conviene comprender los tres principios generales que rigen el comportamiento humano.

A mi entender, los principios que rigen el desarrollo de la personalidad en niños, son:

Superación.

Supervivencia.

Adaptación.

Los enumero en este orden porque creo que ante todo el ser humano es un animal que se ha superado a sí mismo y sus limitaciones naturales, a veces poniendo en peligro su supervivencia.

El principio de Supervivencia actúa como regulador del primero dando como resultado la Adaptación.

La Adaptación es el objetivo fundamental de la educación humana.

No en el sentido de acomodación pasiva.

Sino como la capacidad de reconocer la realidad que lo rodea y conociéndola intentar alcanzar sus propios sueños.

La realidad fundamental en la que vivimos es la sociedad.

La educación debe tender a adaptarnos a la sociedad real (sin por ello renunciar a criticarla o aspirar a mejorarla).

Uno de los principales fallos que se comete en educación es intentar preparar a los niños para una sociedad ideal que no existe.

Por mucho que deseemos que sea distinta, la sociedad es la que es.

Empeñarnos en enseñar a los niños que es de otro modo es como intentar que una persona que va en silla de ruedas se convenza de que hay una rampa adecuada donde sólo existen unas escaleras.

La rampa debería estar ahí.

Pero no está.

Y si le convencemos de que existe solo conseguiremos que se estrelle intentando bajar la rampa imaginaria, porque los escalones serán injustos, pero son reales.

Y la realidad es a veces cruel, pero sobretodo es muy tozuda.

Para que pueda adaptarse a ella, es necesario el niño conozca progresivamente como funciona la sociedad, adquiriendo las habilidades necesarias para adaptarse a ella tal como es.

Y al mismo tiempo despertar y fomentar en él el sentido crítico necesario para entender sus defectos actuales y esperar así que hagan en el futuro su propia aportación para mejorarla.

Pero diferenciando perfectamente entre lo que es y lo que nos gustaría que fuese.

En segundo lugar interesa entender como responde nuestro cerebro a los estímulos del exterior.

Esto nos sirve para entender las conductas inconscientes, que son la base de muchos problemas, especialmente en la afectividad, los trastornos alimenticios y del sueño.

Se originan por formas de hacer las cosas en las que ya podemos influir especialmente durante los dos primeros años de vida.

Hablaremos en este punto de la programación de conductas.

Por último veo importante comprender la evolución de la mente infantil para entender en que momento del desarrollo del niño podemos empezar a actuar en cada aspecto de su educación.

Veremos que el desarrollo de la conciencia es la llave para entenderlo: se parte de una concepción limitada a la propia existencia que se va extendiendo a la madre primero, a la familia después y finalmente al resto de los individuos.

Principio de superación:

Si en algo nos asombran los niños es en lo cabezones que pueden llegar a ser cuando se empeñan en algo.

Pero si observamos la historia de la humanidad deberíamos entender que es algo innato en nosotros (para bien y para mal).

El ser humano ha superado barreras de forma incansable desde su aparición en este mundo.

Por imposibles que pareciesen (matar a un león, controlar un río, volar, viajar a la luna, vivir bajo el agua…) y por poco que nos convinieran (matar a seres de nuestra propia especie, contaminar todo un mar, destruir la atmósfera…).

Ver el desarrollo de un niño es como observar un esquema de la evolución humana.

No comparto la visión Buenista de pensar que los niños son esencialmente buenos y son sólo capaces de hacer daño si se les induce a ello.

Amar o hacer daño son dos posibilidades innatas en todo ser humano, y los niños no son una excepción. Pero también es cierto que el ser humano mayoritariamente elige amar a hacer daño y suele recurrir a lo segundo sólo cuando se le empuja a ello.

Pero hay excepciones y grados diferentes.

Lo que sí os recomiendo, es actuar hacia vuestros hijos partiendo siempre de la idea de que cuando hacen algo «no adecuado», no lo hacen por maldad, sino en la mayoría de los casos porque no saben que no «está bien» o lo que se espera de ellos. Esforzaos por ser capaces de explicar lo que se espera que hagan de la forma más clara y coherente posible. Y con mucha tranquilidad.

Si a un ser humano se le pasa por la cabeza hacer algo, lo intenta una y otra vez hasta que lo consigue (le convenga o no) o perece en el intento.

Uno de los puntos en que el ser humano y el niño ejercitan su instinto de superación es la dominación del medio.

El medio en el que este “monito con pretensiones” que es vuestro hijo (nosotros somos monos grandes con pretensiones mayores) empieza a desarrollarse es vuestra casa, la familia. Así que preparaos, porque su primer objeto de dominación sois vosotros.

Esto parece una tontería.

Pero hay muchos padres que por desgracia lo acaban teniendo claro demasiado tarde.

Muchos niños son dictadores en potencia si se les permite. No por maldad. Habitualmente es porque establecemos con ellos una relación en términos de competencia por ese dominio. Es más fácil evitar esto siendo respetuosos con el niño, que gritando más alto que él.

Sé que esto va en contra del pensamiento de que todos los niños son buenas personas. Pero es que reconocer que a cualquiera si se nos permite nos gusta mandar y que los demás obedezcan, no es decir que somos malos. Es reconocer que somos así. Y si esto fuese falso la violencia entre los seres humanos nunca hubiese existido, o al menos no hubiese sido una constante en nuestra historia.

Convertirse en dictador no implica para un niño que por ello sea más feliz. Es de hecho una garantía de que será desgraciado en su vida.

Los seres humanos pueden demandar atenciones hasta el infinito, lo que no quiere decir que todas estén justificadas. Y los niños no son una excepción.

¿Qué hace falta para ser el centro de atención en una habitación con 20 personas, que todas te atiendan y cedan a tus deseos?

Tener menos de dos años.

Si aún no sois padres, a lo mejor no lo entendéis.

Pero si lo sois, pensad un poco:

¿Cuándo consigue el niño con más facilidad que se cumplan sus caprichos?

Entendiendo por capricho aquel deseo que sabéis que no debéis satisfacer porque es perjudicial para él.

¿Cuándo se porta peor?

Si la respuesta es: En una reunión familiar. “Medio dominado.”

Otro punto a superar: las normas.

Sólo hay una forma de vivir sin normas: Vivir solo.

Y solo no quiere decir adulto soltero. Quiere decir aislado, en un medio en el que seamos el único ser humano, no influyamos sobre los demás, ni los demás sobre nosotros.

Incluso en esa situación hay normas que nos marca nuestro entorno.

Vamos, que al final nos pongamos como nos pongamos siempre hay normas.

Las normas de verdad, no las que se deben al capricho del gobernante de turno (o del padre de turno), funcionan de modo que su desconocimiento no exime de sufrir las consecuencias de romperlas.

Hay reglas sociales, escritas en forma de leyes, cuyo incumplimiento el Estado castiga.

Pero hay otras normas sociales, no escritas, cuyo incumplimiento también tiene consecuencias, que propinan los demás miembros de la sociedad de forma más o menos evidente.

Ejemplo de norma no legal en nuestra sociedad:

Los histéricos suelen acabar marginados.

Porque el histérico basa su relación con los demás en dar pena para manipularles, pero esa es una estrategia que acaba hartando a la gente, que los acaba abandonando.

La norma es: “Si me manipulas, paso de ti”.

En realidad, con nuestra conducta estamos continuamente amoldándonos a normas de los demás y marcando a los demás las nuestras.

El simple hecho de actuar de forma consecuente dos veces, marca una norma a los demás:

Si tu me haces A yo responderé B.

Si no quieres B no me hagas A.

Si quieres B hazme A.

En educación es fundamental tener este esquema claro:

  • La mayoría de los niños que saben que sus padres les quieren y respetan tienden a actuar intentando complacer a sus padres.
  • Un niño no entenderá lo que se espera de su conducta si ante actos iguales respondemos de formas muy diferentes sin un patrón claro.
  • Cuando una conducta no está regida por una regla fija el niño hace esa conducta cuando le apetece o piensa que le será útil. Por ejemplo respirar.
  • Si respondemos a una conducta con algo agradable para el niño, la conducta se hará cada vez más frecuente. En la mayoría de niños normales esa respuesta es una muestra de cariño y aprobación.
  • También favorecemos una conducta si eliminamos algo desagradable cuando la hace. Ejemplo: Un niño que ya quiere que le quitemos el pañal, y lo consigue si nos avisa para ir al baño.
  • O evitarla cuando eliminamos algo agradable para él al hacerla. En la mayoría de los niños normales, cuando ante algo que nos desagrada, pierde nuestra aprobación (que para él es algo agradable).
  • Si respondemos a una conducta con algo desagradable para el niño, la conducta se hará cada vez menos frecuente. Este último modo es menos recomendable que los demás porque significa que sus padres le den algo desagradable (castigos).Y para mí, un buen principio en la relación padres-hijos es el amor. Y es difícil dar algo que hace daño a alguien a quien se quiere, sin que ese amor se resienta.

El tercer punto a superar: a sí mismo.

Este es el aspecto más positivo del instinto de superación.

A él se deben tanto el progreso personal como el de nuestra especie.

Conviene incentivarlo, pero sin que llegue a ser una obsesión.

Hay personas que hacen de la superación personal algo con valor en sí mismo, hasta el punto de invertir en el simple hecho de superarse en cualquier aspecto sin valor un tiempo y unos esfuerzos que deberían dedicar a objetivos mucho más valiosos para sí mismos y los demás. (Basta con leer el libro Guiness de los Records).

Me parece evidente que esto es un error personal y social.

Es el carácter positivo de la superación personal lo que a veces marca los casos en que debemos ceder ante el niño en los dos aspectos anteriores (dominación del medio y normas), ya que uno de nuestros principales objetivos en la educación de un niño es que se avance hacia su independencia personal.

En la dominación del medio, es contraproducente permitir que el niño someta a sus caprichos (de nuevo explico: solicitudes que son perjudiciales para él) al entorno familiar.

Pero cuando nos plantea tomar la responsabilidad de un aspecto de su vida (y responsabilidad implica que nos muestre que entiende su importancia y las consecuencias de tomar decisiones en ese tema), se debe dar la oportunidad de que se equivoque, siempre con nuestro apoyo si lo pide, hasta que acierte.

Para la superación de las normas (que como hemos dicho son necesarias para la convivencia) siempre deben estar sujetas a discusión.

Si el niño es capaz de darnos una alternativa en un cierto tema cuyo resultado nos parezca al menos tan válido como el de la norma previa, se debe ceder.

Es importante que el niño tenga la sensación de que ni el entorno, ni las normas son totalmente invencibles, siendo parte de nuestra responsabilidad el decidir cuales de las batallas podemos permitirle ganar y cuales no.

Pero debe ganar batallas de vez en cuando.

Para elegir esas victorias:

  • Ceded en una situación que no tenga demasiada importancia si se ha impedido de venza en aspectos más serios.
  • Ceded en cualquier aspecto que no le perjudica si apreciáis que ha utilizado para alcanzar su fin medios imaginativos.
  • Ceded a veces en cuestiones que pueden ocasionarle pequeños perjuicios, aclarándole desde el principio que creéis que se equivoca, pero sin machacarlo cuando sea así, y manifestándole nuestro reconocimiento si nos demuestra que estábamos equivocados.

En el primer caso hará que valore más nuestros consejos.

En el segundo verá que le apoyamos, que somos razonables y a lo mejor hasta nos enseña algo.

En el tercero nos ganamos su respeto y que aprecie nuestra opinión.

Principio de supervivencia:

Si el principio de superación dominase por completo la conducta humana, hubiéramos tenido un recorrido muy corto.

Entre los que hubieran acabado en las fauces del león intentando cazarlo, en el fondo de un barranco intentado volar y en el fondo de los ríos o el mar intentando cruzarlos sin saber nadar, la especie humana habría desaparecido enseguida.

Por suerte compartimos con el resto de las especies animales el instinto de supervivencia:

Es imprescindible no morir hoy para intentarlo de nuevo mañana.

Hay que entenderlo en dos aspectos: el físico y el emocional.

  • La supervivencia física consiste en eludir el dolor y el peligro de muerte.
  • La emocional en preservar la auto-estima o el amor de los demás.

Cuando se activa nuestro instinto de supervivencia durante un intento de superación, se renuncia momentáneamente al objetivo.

Ejemplo: niño que aprende a nadar y quiere cruzar toda la piscina. Cuando siente miedo se vuelve a la orilla.

No ha renunciado definitivamente a cruzar la piscina, pero si momentáneamente.

Si en nuevos intentos se fracasa, se puede optar entre dos posibilidades: abandonar el objetivo o buscar un medio distinto para conseguirlo.

Siguiendo con el ejemplo: si lo que quiere no es cruzar la piscina, sino el Océano Atlántico.

Por mucho que lo intente no podrá cruzar a nado: O deja de intentarlo o prueba con una embarcación.

La especial habilidad del ser humano para buscar medios alternativos en lugar de renunciar, es la que ha marcado su éxito evolutivo.

La sociedad actual tiende a proteger a sus individuos reduciendo los riesgos físicos (pegar a un niño no es aceptable NUNCA), de modo que en la modificación se la conducta de los niños influye mucho más el aspecto de la supervivencia emocional (preservar la auto-estima o el afecto de los demás).

Cuando un niño renuncia en sus intentos por conseguir algo, no es porque se ponga en riesgo su integridad física (hacerlo es ilegal, además de malo y contraproducente), sino porque fracasa en sus intentos de alcanzarlo hasta el punto de que le resulta emocionalmente doloroso intentarlo de nuevo por el temor al fracaso o a perder el afecto de sus padres (aunque sea incondicional, el niño piensa a corto plazo e interpreta una expresión de desaprobación como pérdida del afecto paterno), y esto es bueno (ya os dije que hay frases malsonantes, pero las explico).

Si a vuestro retoño se le mete entre ceja y ceja que quiere algo, intentará conseguirlo de la forma más evidente que se le ocurra.

Pero en este mundo las soluciones evidentes no siempre funcionan.

Ejemplo: ¿Quiero un BMW?

Pues el próximo que vea, me lo quedo. De hecho es la respuesta evolutivamente adoptada. Cuando en los comienzos de la humanidad alguien con hambre veía comida no se planteaba si debía pagar al dueño del supermercado por ella.

Si aplico el sistema evidente:

Una vez el dueño me mandará a paseo.

La segunda vez la policía me dirá que no es mío.

La tercera me lo dirá el juez con argumentos de más peso…

Ante esa situación:

Puedo renunciar a tener un BMW: Se puede vivir perfectamente sin él.

O puedo buscar formas alternativas para conseguirlo: Trabajar y pagármelo renunciando a otras cosas.

Cuando alguien está acostumbrado a conseguirlo todo por el método más evidente, cuesta más que se renuncie a ese medio para buscar otros, o valorar el interés del objetivo.

Si un niño desde el principio lo ha conseguido todo de esa forma, cuando en la sociedad real (no en nuestra burbujita familiar) se encuentre con que no funciona puede tener muchos problemas.

Si no ha ejercitado su habilidad para buscar medios alternativos, lo más fácil es que vaya renunciando a sus objetivos uno tras otro, o que insista en sistemas que la sociedad se encargará de dejarle claro que no acepta.

Si ya desde pequeño se ha encontrado con barreras (no puestas por sus padres por hacerle la puñeta, sino en aquellos casos en que pedía cosas que le perjudican) aprenderá a valorar los objetivos de forma más realista (en función de los esfuerzos que son necesarios para alcanzar algo) y será más hábil buscando vías alternativas.

Es evidentemente mucho más fácil que este niño sea feliz en el futuro que el otro.

Hay personas que dicen que hay que evitar la frustración en los niños: Frustración es renunciar a algo porque me resulta anímicamente doloroso volver a intentarlo por el miedo a fracasar de nuevo.

Pero ¿es que hay alguien en este mundo, incluidas las personas que defienden eso o sus hijos que se salga siempre con la suya?

¿Acaso por evitar la frustración permitirías a tu hijo que salte por la ventana o juegue con un enchufe o un cuchillo con 3 años?

La frustración no es mala ni buena en si. Todos la sufrimos. Y a veces es muy positiva.

Es como el dolor.

Nadie quiere sufrirlo. Daríamos lo que fuera por evitárselo a las personas que queremos.

Pero las personas que pierden la sensibilidad dolorosa (diabéticos, leprosos…) tienen problemas muy graves.

Llegan a tener amputaciones de dedos, pies…

El dolor nos avisa de que algo no funciona, que estamos sufriendo un daño físico y tenemos que tomar medidas para evitar que empeore.

En estos enfermos que sufren pérdida de sensibilidad dolorosa el problema es que no actúan ante mínimas heridas que sufrimos todos y se curarían con un poquito de antiséptico.

Las heridas se infectan y siguen sin actuar porque no les duele y no saben que la tienen y finalmente cuando la descubren a veces ha provocado ya la gangrena de un dedo o un pie.

La frustración es como el dolor anímico.

Nos avisa de que una forma de actuar nos está dañando, podemos ignorarla o no tener la capacidad de reconocerla y entonces seguiremos con esa conducta hasta que el daño sea mucho mayor.

Si tenemos un adecuado reconocimiento de la frustración y hemos aprendido a responder de forma adecuada a ella, evitaremos conductas que nos resultan perjudiciales, antes de que generen problemas graves.

Pero eso no quiere decir que frustremos a nuestros hijos como forma de educarlos. Eso equivaldría a hacerles daño para que reconozcan el dolor.

Esto no es sólo impensable viniendo de unos padres que quieren a su hijo.

Es innecesario, ya que la vida por sí misma nos proporciona suficientes situaciones de dolor y frustración para que uno aprenda a reconocerlos y responder a ambos.

En la frustración por ejemplo: Cada vez que desea algo que le perjudica de verdad (¿y quien decide si le perjudica de verdad? pues vosotros, que para eso sois sus padres).

Principio de adaptación:

De la combinación de los dos principios anteriores (superación y supervivencia) nace la adaptación, que en el ser humano (y en la rata y la cucaracha) han alcanzado un desarrollo espectacular.

Adaptarse al ambiente en que vivimos y tener las herramientas que nos permitan hacerlo a cualquier otro posible en el futuro, son habilidades fundamentales para la felicidad de una persona.

Nuestro proceso de aprendizaje, que es el más largo de todos los animales que conocemos, consiste en adquirir las herramientas necesarias para adaptarnos al medio en que vive el ser humano: La sociedad.

Estas habilidades han ido cambiando a lo largo de la Historia, haciéndose cada vez más complejas.

Muchos esquemas, que evolutivamente eran adecuados

para los seres humanos de hace 100.000 años

o siguen siéndolo en otras culturas,

son en nuestra cultura actual inútiles o contraproducentes.

Y además eso cambia cada vez más rápido.

Eso crea evidentemente problemas de adaptación.

Lo llamamos estrés.

La importancia del fracaso educativo radica en que casi siempre implica un futuro social muy difícil.

Es como ser abeja y no volar: si has nacido reina, vale, pero como seas obrera lo tienes muy complicado.

Cuando se habla de educación solemos pensar en libros y asignaturas. Y estas son importantes. El progreso humano se basa en nuestra capacidad para acumular y transmitir conocimiento.

Pero es importante pensar también en habilidades psicológicas y sociales (lo que algunos llaman inteligencia emocional).

Son esas habilidades emocionales las que nos permiten adaptarnos mejor a situaciones de ansiedad, peligro, esfuerzo, fracaso o incluso éxito.

Y estas capacidades tienen un pilar fundamental de su desarrollo en los primeros años de vida. Porque durante los primeros años de vida probamos y consolidamos, forma de actuar, casi inconscientes, que vamos a seguir manteniendo, de forma inconsciente, el resto de nuestra vida. Podremos modificarlas después, conscientemente. Pero con un gran esfuerzo.

En estos primeros años, en el ambiente familiar ensayamos las conductas que usamos para relacionarnos con otras personas.

Vamos usando cada vez con más frecuencia aquellas conductas que dan el resultado que buscamos.

Y usamos cada vez menos aquellas conductas que no proporcionan lo buscado.

Si basamos la adaptación al medio familiar en conductas erróneas es fácil que luego al aplicar esas conductas en la sociedad se fracase estrepitosamente.

Por eso se deben reforzar en la familia, desde sus primeros pasos, aquellas formas de actuar que son útiles en la sociedad.

Hay varias habilidades que son especialmente útiles y ciertas conductas que son especialmente perjudiciales.

Habilidades personales útiles:

Empatía. Ponernos en lugar del otro para entender porqué actúa de un modo concreto. No es creer que el otro piensa como nosotros, sino ser capaz de entender como piensa él.

Capacidad de colaboración. Ser capaces de concertar esfuerzos con otros, cediendo en parte de nuestros objetivos y sumándonos a parte de los de los demás.

Capacidad de concentración. Centrar el esfuerzo en un objetivo que nos permita alcanzarlo, dejando otras cosas de lado momentáneamente.

Capacidad de esfuerzo. Mantener nuestra actividad en la consecución de un objetivo, buscando alternativas cuando un método no funciona, no rindiéndonos con facilidad.

Manejo de la ansiedad. Evitar que el miedo nos paralice aprendiendo a afrontar situaciones de resultado incierto o pérdidas (temporales o definitivas).

Manejo de la frustración. Reconocer la frustración de forma precoz para valorar adecuadamente la importancia del objetivo y en su caso buscar las vías alternativas para alcanzarlo.

Flexibilidad. Ser capaz de modificar la forma en que hacemos las cosas o pensamos, para evolucionar.

Son ejemplos que he pensado en este momento,

ni son los más importantes ni los únicos.

Conductas erróneas:

Violencia. Usar la fuerza, dirigida contra los demás, contra objetos o contra si mismo como forma de obtener algo. La sociedad reprime duramente esta forma de actuar. Hay leyes explícitas que lo prohiben.

Manipulación. Exageración de una dolencia física o emocional para inspirar pena como arma para exigir cosas o conductas a los demás. En los niños pequeños la rabieta. En los mayores el hipocondriaco o directamente el simulador. En la sociedad no hay leyes que la prohiban, pero los demás te castigan con la marginación si la usas con frecuencia.

Buenismo. Yo lo defino como actuar hasta el extremo, como si los demás fuesen yo mismo. Un exceso de empatía. O más bien un defecto de ella, porque no nos ponemos en lugar del otro, lo suplantamos.

Tiene dos vertientes: la que se dirige hacia los demás y lo que esperamos de los demás.

En lo que se dirige a los demás, es actuar confiando completamente en que las intenciones de los demás son las nuestras (estos niños se sienten continuamente defraudados por los demás).

En lo que esperamos de los demás, es actuar creyendo que los demás buscan solucionar nuestros problemas, lo que nos lleva a ser manipulados con más facilidad (y en la sociedad hay muchos dispuestos a manipularles con cualquier objetivo) o a recriminar a los demás que no arreglen nuestra vida.

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El Nacimiento

EL NACIMIENTO

Una descripción de los cambios que sufre un bebé en el momento del nacimiento.


Si eres impresionable no leas esto hasta después de que nazca tu hijo.

 

El nacimiento es uno de los momentos de más estrés de nuestra vida.

El cambio que un recién nacido sufre es radical.

Para poneros en su lugar piensa un momento que fueras él:

“Dentro del útero de tu madre, estás en un ambiente con una temperatura de treinta y tantos grados de forma continua. Aún suponiendo que tu madre tuviese fiebre no variaría más de 3 ó 4 grados arriba o abajo en los 9 meses de embarazo. No tienes que hacer nada para mantener la temperatura de tu cuerpo, puesto que es la misma del ambiente que te rodea.

Tienes una humedad del 100%, es decir, estás sumergido en líquido, un líquido que además de tener esa misma temperatura continua, amortigua los sonidos y los movimientos. Ahí dentro todo es suave, fluido y oleaginoso.

No necesitas respirar. El oxigeno que precisas y el dióxido de carbono que te sobra entran y salen respectivamente por los vasos sanguíneos de tu cordón y la placenta se encarga de hacer el intercambio al tiempo que elimina las impurezas de tu sangre y te aporta todos los nutrientes necesarios, por lo que tampoco comes ni sientes hambre.

No hay nada extraño, todo lo que tiene contacto contigo es parte de ti mismo (las células de la placenta y la bolsa que te rodea son genéticamente parte de ti).

Ni hay alergias ni infecciones.

Tu único entretenimiento es crecer y desarrollarte. Es el paraíso.

Un día, algo que te rodea, que ni siquiera sabías que existiese, empieza a comprimirte.

Al principio es algo incómodo y ocasional, sólo has notado que cada vez tienes menos espacio para moverte y de vez en cuando una pequeña sacudida.

Pero poco a poco el líquido que te rodeaba es cada vez más escaso y sientes que esa fuerza que te empuja te va encajando en un hueco aún más estrecho.

Llevabas un tiempo ya notando otra cosa extraña, una incomodidad rara, como si ya no te llegase todo el alimento que necesitas.

Y de repente esas contracciones empiezan a ser mucho más continuas, te van empujando no sabes hacia donde y no puedes hacer nada para resistirte.

Por si no fuese suficiente con los empujones parece haber otro espabilado que al lado contrario tira y tira de ti, más fuerte aún que los empujones. A veces tan fuerte que te rompe una clavícula.

Pasas por un hueco tan estrecho que nunca hubieses pensado que fuese posible. De hecho te han dado una paliza descomunal, y si no lo creen que te miren la cara, la traes hinchada y en muchos casos con morados por todas partes.

Tú no sabes lo que pasa, pero estás fuera.

El cambio es TAN intenso y TAN brusco que vas a tardar meses en llegar a ser totalmente consciente de ello.

Cuando estabas dentro del útero eras todo el universo.

Todo lo que tocabas a tu alrededor eras tú y aunque a veces notabas movimiento o sonidos estos estaban tan amortiguados y te afectaban tan poco que podías ignorarlos.

Durante los primeros meses fuera del útero seguirás pensando que todo lo que te rodea es parte de ti.

De hecho cuando algo de lo que te rodea no reaccione como esperas no entenderás porqué y te enfadarás y llorarás con frecuencia por tu frustración.

Pero eso será en los próximos meses, en este momento tienes problemas más inmediatos.

Para empezar hace un frío horrible. Luego dirán que se han esforzado en que haya buena temperatura, pero es que eso para los que viven fuera son 25 o como mucho 30º. Dicen que más de eso es un calor que no hay quien lo aguante.

¿Cómo que no? Si tú llevas nueve meses en los que cuando hacia fresquito a lo mejor estabas a 37º y eso muy de vez en cuando.

Serán hijos de…. Hechas de menos no saber tacos aún.

Pero encima notas una necesidad imperiosa de hacer algo que no habías hecho nunca: respirar.

No sabes que está pasando, pero te estás ahogando.

De nuevo echas de menos los tacos. ¡Pues no te han sacado a un sitio en el que encima no te llega aire por el cordón como siempre¡

¡Y encima ése¡ ¿Qué hace? ¿No será capaz de poner una pinza en el cordón? Pues no, no poco, y por si intento quitarme la pinza va a cortarlo. Será… (Censurado, porque aún siendo educado y el más tímido de los bebés a estas alturas se está literalmente cagando en todos los de fuera y en su perra suerte como mínimo).

Total, que afortunadamente dentro de tu desgracia parece que hay algo que es tu instinto que te dice que a lo mejor si lloras te dejan en paz.

Así que eso, lloras, porque si no, siempre hay algún otro que se ofrece a espabilarte como sea.

Y tú: “oye que la paliza ya me la han dado antes”.

Sea antes o después de la nueva sesión lloras y ves que se te pasa la necesidad tan acuciante que tenías de oxígeno.

Pues va a resultar que aquí fuera también te las apañas, y sin cordón.

Pero es más incómodo porque tienes que hacerlo tú y si dejas de hacerlo un rato te ahogas otra vez.

¿No te ahogarás cuando te duermas? Después de un rato empiezas a respirar ya sin darte cuenta, como automáticamente. Menos mal.

Menos mal también porque al parecer tu cuerpo sabe qué hacer y una serie de agujeros de tu corazón por los que pasaba la sangre dirigiéndose hacia la placenta a coger aire y comida y luego distribuían la sangre por todo el cuerpo se están cerrando y como por arte de magia, mira tú, justo los que se quedan abiertos son los que necesitas para que la sangre vaya a los pulmones a coger el aire, al intestino y el hígado a coger el alimento y de allí se repartan por todo el cuerpo.

Es que pareces listo con lo canijo que eres.

Pero sigue haciendo frío. Tanto que tienes la piel morada. Conforme vayas respirando y acostumbrándote a la temperatura la piel se pondrá más colorada.

Lo último en pillar color serán los labios, las manos y los pies. Pero si baja la temperatura se te amoratarán enseguida.

Como estabas en líquido, al respirar al principio hay secreciones (flemas) que no te dejan que entre bien el aire. Alguien te mete  entonces una cosa por la nariz y la boca. Es muy desagradable y casi vomitas pero parece que ha quitado las secreciones y puedes respirar mejor.

La luz es fortísima y no consigues ver nada.

Los ruidos son fuertes como nunca hubieras imaginado y todo es áspero.

Te han puesto bajo un foco y parece que da calor. Ya tienes un color normal y le vas pillando el tranquillo a eso de respirar.

Estás agotado.

Te quedas dormido.

Ha pasado un rato y empiezas a notarte incómodo, te falta algo. Haces repaso: frío parece que no hace tanto, respirar estás respirando, ¿que será?

Como no das con lo que es, te enfadas y vuelves a llorar al comprobar que tu universo ha cambiado y que ya no lo controlas todo. Antes nada te alteraba.

Si te faltaba algo, no sabías como pero se resolvía. Ahora notas incomodidades para todo y no sabes como resolverlas, así que haces lo que haría cualquiera. Lloras de impotencia.

Y entonces alguien te coge. No sabes porqué pero te resulta familiar. Será el olor, el ruido de los latidos de su corazón, tal vez su voz. El caso es que por alguna extraña razón te recuerda un mundo en el que estabas hace poco y te sientes seguro.

Algo te toca en la cara, cerca de la boca. Invita a ser tomado. Huele bien, es húmedo y suave y al probarlo sabe bien.

Entra en tu boca, no sabes si eres tú quien la busca o entra por iniciativa propia, el tema es que tu boca, por puro reflejo, la chupa y alucinas.

Suelta algo, no sabes lo que es. Un líquido con el que casi te atragantas, pero parece que sabe seguir su camino de forma que puedes respirar y por alguna razón su sabor te gusta y te resulta agradable seguir chupando.

Esa sensación desagradable que tenías va desapareciendo. Además está calentito. No sabes qué o quién será pero sientes que te vas a llevar bien con Ella”.

Hagamos un repaso.

En pocas horas un recién nacido pasa de estar en una situación en la que tiene todas sus necesidades cubiertas, en un ambiente totalmente estabilizado, sin contacto con sustancias ni seres extraños a tener que respirar o se ahoga, cambia el circuito de la circulación sanguínea, tener que comer o sufrir hambre y un ambiente de lo más agresivo en el que pierdes calor, pierdes humedad, todo es áspero, son materiales extraños y empiezan a colonizarte millones de seres microscópicos, algunos de los cuales intentarán producir una infección.

De cada una de las adaptaciones anteriores surgen los problemas que un recién nacido puede tener en las primeras horas de vida:

La respiración supone que en cuestión de segundos un órgano que hasta entonces no había servido para prácticamente nada, empiece a funcionar a plena capacidad.

Los pulmones estaban colapsados, eran como un racimo de globos cerrados, y en segundos tienes que abrirlos todos. Al hacerlo arrastran hacia su interior parte del líquido que estaba ocupando las vías respiratorias.

Si es poca cantidad y va limpio se irá reabsorbiendo en las primeras horas de vida sin problemas.

Pero a veces es demasiado, o los pulmones no consiguen abrirse del todo, o antes del parto, por un exceso de estrés el niño ha hecho caca en el líquido antes de salir y lo ha manchado con meconio (las heces que hace los primeros días de color negro verdoso).

Lo primero, el exceso de secreciones en el árbol respiratorio suele ceder en cuestión de horas o pocos días en los que suele necesitar un mayor aporte de oxígeno y alguna que otra medida de apoyo.

El caso de los pulmones que no consiguen abrirse del todo es más frecuente cuanto más prematuro es el recién nacido, debido a que en las últimas etapas del embarazo los pulmones producen una sustancia llamada surfactante que facilita que las paredes de los pequeños sacos (alvéolos) en los que se produce el intercambio de gases no se queden pegadas.

Si un niño nace antes de que haya la cantidad necesaria de esa sustancia muchos de los alvéolos quedarán colapsados.

En algunos casos se usa un sustituto de esa sustancia para paliar el problema.

En otros puede suponer un esfuerzo tan importante el abrir esos alvéolos colapsados en cada respiración que será necesario mantener al recién nacido con respiración mecánica para evitar que se agote.

El último caso da lugar a lo que llamamos síndrome de aspiración meconial.

Generalmente tras el parto, el estrés sufrido hace que el recién nacido efectúe su primera defecación.

Esta primera y las siguientes serán de un color negro verdoso.

Son deposiciones compuestas casi exclusivamente por secreciones intestinales de las que el principal componente son las secreciones biliares, que dan el color a estas heces.

Mientras las deposiciones tienen esas características reciben el nombre de meconio.

A veces si el estrés que el feto sufre es excesivo antes de salir, puede hacer una primera deposición en el interior del útero.

El meconio se mezclará con el líquido que envuelve al niño (líquido amniótico) y puede ser aspirado en el momento del nacimiento hacia el interior de los pulmones.

Este meconio es una sustancia muy agresiva en las vías respiratorias, inflamándolas, lo que dificulta la respiración y favoreciendo las infecciones.

Cuando esto sucede suelen precisar ayuda respiratoria (respiración mecánica), tratamiento antibiótico para evitar las infecciones y a veces control en una unidad de cuidados intensivos durante los primeros días de vida.

La oxigenación por medio de los pulmones, la alimentación por vía digestiva y la desaparición de la placenta que realizaba ambas funciones determinan que el circuito de circulación sanguínea cambie por completo.

Antes del nacimiento el corazón debía enviar la sangre a la placenta para recibir el oxígeno y los nutrientes y eliminar el dióxido de carbono y las demás impurezas resultantes del metabolismo.

El pulmón era un órgano más a mantener vivo y en desarrollo pero no el responsable de oxigenar toda la sangre del organismo.

Las arterias pulmonares que le llevan la sangre antes del nacimiento, son las mismas que lo tendrán que hacer después con un volumen mucho mayor, con la diferencia de que antes del nacimiento es esta sangre la que debe llevar el oxígeno que necesita el pulmón.

Para ello lo recibe por mezcla con la sangre que procede de la placenta a través de unos orificios abiertos en las separaciones internas del corazón y por un cortocircuito entre las dos arterias que salen del corazón (la aorta y la pulmonar).

Si estas conexiones permanecen abiertas tras el nacimiento, se oyen unos ruidos anormales en los latidos (soplos), que nos están diciendo que esta adaptación no se ha producido del modo adecuado.

Algunos de ellos no tienen repercusión en el riego y oxigenación correcto del organismo (soplos sin repercusión hemodinámica) pero otros pueden dificultarlos seriamente (soplos con repercusión hemodinámica).

El cierre de estas conexiones se produce a veces de modo gradual durante los primeros días de vida por lo que durante este período es posible que se detecten soplos que desaparecen en poco tiempo, no teniendo repercusiones serias.

En otros casos existen malformaciones graves en el corazón o los principales vasos sanguíneos que no impidieron el correcto desarrollo del organismo mientras funcionaba la placenta y estaban abiertas las conexiones fetales pero que hacen incompatible el correcto riego sanguíneo del organismo una vez se cierran éstas.

Cuando sucede el cierre de las conexiones, a veces días después del nacimiento, se produce un empeoramiento claro del niño en cuestión de minutos con palidez de piel que puede llegar a ponerse azulada y un marcado decaimiento. Si esto ocurre debe ser visto por un pediatra de forma inmediata.

En cuanto al hambre. Mientras el niño se alimentó en el interior de su madre a través de la placenta era como si tuviese un suero cogido al ombligo y por él le fuésemos pasando toda la alimentación necesaria.

En el momento que nace, se cierra el grifo.

A partir de ese momento su cuerpo tiene que acostumbrarse a abastecerse a partir de sus reservas y cuando estas empiezan a agotarse pedir comida y asimilarla.

Es un cambio radical. Tan radical que los primeros días tras el nacimiento tiene mucha facilidad para que los niveles de azúcar en sangre bajen.

Por ello, estos primeros días, no debe dejarse a un niño sin comer demasiadas horas. De hecho la mayoría de ellos se encargan de que sea así, exigiendo con el llanto que se les dé de comer cada 2 ó 3 horas como mucho.

Son como un coche con el depósito de combustible pequeño. Pide pequeñas cantidades de forma continua.

Poco a poco su estómago aumentará de tamaño y su hígado regulará cada vez mejor los niveles de nutrientes en sangre hasta que en torno a las 2 semanas de vida ya los controle perfectamente.

Desde ese momento veremos que las tomas van espaciándose en el tiempo al ritmo que aumenta la cantidad que come en cada toma y si una noche por fin duerme del tirón 6 ó 7 horas, habrá que agradecerlo y descansar.

Otro aspecto es el mantenimiento de la temperatura corporal.

Los seres humanos para el buen funcionamiento de nuestro metabolismo precisamos una temperatura estable entre los 35 y los 37º.

Una disminución por debajo de esas cifras enlentece nuestra actividad vital y dificulta el normal funcionamiento del organismo. Es lo que llamamos una hipotermia.

Los recién nacidos que son abandonados de cuando en cuando en cubos de basura y similares mueren de hipotermia al agotar sus reservas de energía si no son rescatados antes. Son especialmente proclives a sufrirlas por su escasa capa de grasa y porque su superficie corporal es mayor en relación a su peso de lo que lo será en cualquier otra edad.

Para reducir el esfuerzo que debe realizar el recién nacido para mantener su temperatura al principio se recomienda abrigar bien a los niños y mantenerlos en un ambiente cálido y con cambios de temperatura lo más suaves posibles.

Abrigarlos bien quiere decir, durante los primeros días de vida 2 capas de ropa más que los adultos que haya a su alrededor.

A partir del mes y hasta los 3 meses de edad una capa de ropa más.

Y a partir de los 3 meses las mismas capas de ropa que los adultos que le rodean.

Al nacer la propia naturaleza ha previsto un sistema para proteger al cuerpo contra la pérdida de calor. Es una grasa blanquecina que cubre el cuerpo del niño cuando nace (vérmix) que es más abundante cuanto más prematuro sea el niño, protegiendo mejor así cuanto más fina es su piel.

En la reanimación se seca al niño pero intentando no retirar esa grasa que le protege del frío, pero también de las infecciones.

Al igual que pierden calor, pierden mucho líquido a través de una piel y unas mucosas que hasta entonces habían estado permanentemente hidratadas (sumergidas en líquido amniótico).

El efecto en la piel es la descamación durante los primeros días, que en algunos niños llega a ser de todo el cuerpo y muy llamativa. Conviene hidratarles la piel con lociones corporales (Sebamed, Leti-AT-4, Mustela…).

Lo mismo que se seca la piel se secan las mucosas (nariz, garganta) dando como resultado una congestión nasal con estornudos y poca tos, pero sin moqueo, que a veces los padres confunden con un resfriado.

Mejora con hidratar un poco la mucosa echando un par de gotas de suero fisiológico en los orificios nasales y aspirándolo después. A veces mejoran también poniendo una fuente de humedad en la habitación.

Por último, otra gran novedad para el organismo, es descubrir que el mundo está lleno de seres y sustancias extrañas.

Algunas de ellas agresivas, capaces de producir alergias e infecciones.

Hasta el nacimiento el sistema inmunitario de la madre había establecido un cerco en torno al feto que hacía casi innecesario que actuase él, pero desde que nació, a excepción de los anticuerpos heredados de la madre, que no es poco, todo aquello con lo que tiene contacto (y son miles de microbios y sustancias) tienen que ser sobre la marcha catalogados como algo inocuo o algo peligroso y activar el sistema inmunitario en su contra o ignorarlo.

De ello puede depender su supervivencia. Tan perjudicial resultaría desencadenar una reacción contra algo que nos rodea por todas partes produciendo una alergia como no reaccionar ante un microorganismo capaz de producir una infección grave.

El resultado es que en los primeros días aparece una reacción alérgica más o menos intensa en muchos niños (exantema toxoalérgico) por reacción a ropa, colorantes, detergentes… con los que nunca había tenido contacto su piel, que suele ceder antes de los 10-15 días de vida sin necesidad de tratamiento.

En el extremo contrario están las infecciones neonatales.

Infecciones generalizadas (sepsis) y meningitis son más frecuentes y más graves en las primeras semanas de vida.

Por lo que en algunos casos es preciso analizar y mantener en observación o incluso tratar preventivamente a los niños ante ciertas situaciones de riesgo que pueden favorecer estas infecciones, como por ejemplo una rotura de aguas de la madre más de 24 horas antes del parto, fiebre de la madre durante el parto o la presencia de un microorganismo en la flora vaginal de la madre (el estreptococo beta galactiae) que es el causante de infecciones neonatales más frecuentes.

Todos estos cambios y la adaptación a su nuevo ambiente se van completando en las primeras semanas, considerándose período neonatal el primer mes de vida.

Es el período en el que suelen dar la cara la mayoría de los problemas congénitos: infecciones, malformaciones, alteraciones metabólicas, tumores neonatales… responsables de la mayor parte de las muertes infantiles.

Superando ese primer mes de vida sin que aparezcan estas patologías la esperanza de vida del niño aumenta de forma vertiginosa conforme va pasando el tiempo.

Una vez explicado todo este proceso es más fácil entender todo lo que habitualmente el pediatra que atienda a su hijo va a hacerle para ayudar en su adaptación a este mundo:

Nada más nacer aspira las secreciones que quedan en su vía respiratoria tras lo cual si no ha empezado a respirar, le estimula para que lo haga.

Interesa que llore para que abra la mayor parte posible de los pulmones al paso de aire.

En aquellos casos en los que por sufrimiento durante el parto el niño halla hecho caca en el líquido que le rodeaba se aspira todo lo posible antes de estimular el llanto para evitar así que este líquido sucio (que es muy irritante para los pulmones) entre más.

En algunas ocasiones se aporta además oxígeno si le cuesta recuperarse.

Todo esto se realiza en una cuna con un foco de calor sobre ella para evitar que se enfríe demasiado, al tiempo que se va secando sin quitar en lo posible la grasa que protege su piel.

A veces, si lo ha pasado mal durante la salida se necesitan otras medidas para conseguir reanimarlo.

Una vez que ya se ha reanimado, se le suelen poner dos pinchazos en los muslos.

Son inyecciones intramusculares, por lo que se ponen en el muslo por ser el músculo más voluminoso tras el nacimiento.

Una es la primera dosis de la Vacuna de Hepatitis B. Una infección que si sufre la madre puede transmitir a su hijo al nacer.

La otra es vitamina K que sirve para evitar los primeros días de vida hemorragias que pueden ser frecuentes en los recién nacidos por su falta de esta vitamina.

Además se aplican unas gotas o una pomada en los ojos del recién nacido.

Es una prevención para evitar una infección que los niños pueden sufrir en los ojos al pasar por la vagina de la madre.

En cuanto el niño haya abierto suficientemente sus pulmones y eliminado las secreciones de la vía respiratoria podrá empezar a comer.

En algunos casos en los que haya un mayor riesgo de padecer infección (por ejemplo si la madre tuvo fiebre durante el parto o rompió aguas mucho antes del parto) habrá que realizar analíticas que nos indiquen si se ha infectado o no.

También pueden ser necesarias las analíticas si a los pocos días del nacimiento el niño adquiere un color amarillento excesivo.

Este color es debido a que mientras el niño está dentro de la madre tiene unos glóbulos rojos que tienen que robar oxígeno a los de la madre, pero estos glóbulos rojos no son los idóneos una vez que tiene que obtener el oxígeno del aire de modo que durante los primeros días romperá todos los que tiene al nacer y producirá una sangre nueva.

Al romperse la vieja se libera una sustancia, la bilirrubina que se deposita en la piel dando un color amarillento a la misma. Este pigmento se elimina por la orina.

Para que la parte de pigmento que se ha depositado en la piel se desprenda pasando a la sangre y pueda ser eliminado por la orina se pueden hacer dos cosas: exponer la piel del niño a luz natural (no al sol directamente) lo que hace que la bilirrubina de la piel pase a la sangre, y tomar líquido abundante (lo que favorece al orinar más que se expulse el pigmento).

La analítica nos dice cómo de alta está la bilirrubina, y las medidas que debemos aplicar según su nivel para evitar que suba en exceso, ya que a concentraciones demasiado altas puede depositarse en el cerebro del niño causando problemas.

Otra prueba que se realiza en todos los niños poco después del nacimiento es “la prueba del talón”.

Esta prueba descarta la existencia de algunas enfermedades congénitas metabólicas, es decir en las que hay una incapacidad para regular alguna hormona (hipotiroidismo) o para asimilar ciertos componentes de la alimentación (fenilcetonuria).

Si estas enfermedades son diagnostican pronto podemos evitar que se desarrollen.

Tratándolas adecuadamente son niños totalmente normales, pero antes, cuando no se detectaban eran causa frecuente de deficiencia mental irreversible.

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¿Cómo funciona un bebé?

cómo funciona un bebé

¿Cómo funciona un bebé? Una visión general para entender las diferencias entre un bebé y un adulto.

El niño no es un adulto en miniatura. Tiene cambios continuos, fases de adaptación y cosas normales que son llamativas.

Pensar que un bebé es un adulto en miniatura, nos lleva a veces a ver cosas que son normales en el niño, como algo preocupante porque no sucede en los adultos.

Esto se debe a que el niño es un adulto en construcción, lo que hace que las formas de funcionar de su organismo vayan variando conforme crece.

En otros casos nos preocupamos porque el bebé no hace lo que «se supone» que debería: No eructa tras la toma, no ha hecho caca hoy, unos días come mejor y otros peor.

Una gran noticia: Habéis tenido un bebé, no un reloj suizo.

Son muy pocas las cosas que «debe» hacer de forma inevitable. La gran mayoría unas veces las hace y otras no. ¡Anda, como nosotros!

Y el crecimiento es continuo cambio. Hay fases de adaptación en las cuales, siendo normales, pueden ocurrir cosas llamativas.

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