Una reflexión personal sobre la importancia social de la Obesidad. La nueva condena a la miseria.
Este es posiblemente uno de los artículos más duros que he escrito. Toca muchas sensibilidades. Y como siempre, lo que expreso no es más que mi opinión, por supuesto discutible. Pero una vez más, es un tema en el que creo que no se habla porque se prefiere no decir cosas que pueden generar rechazo. Se juega uno ser impopular. Pero para mí, las consecuencias son tan importantes que prefiero ser sincero a ser popular. Es uno de los temas en los que por supuesto espero vuestros comentarios para aprender.
Nuestro país, como el resto del mundo desarrollado, ha incrementado en los últimos años el porcentaje de obesos. En España, es especialmente llamativo el aumento de la obesidad infantil. Hay estudios que dan por hecho que la actual generación de niños será la primera que en los últimos 100 años tenga una esperanza de vida menor que la de sus padres. La causa es la obesidad. Este tema tiene muchas ramificaciones importantes.
En este apartado me centraré en un tema que se trata pocas veces:
“La obesidad como factor de discriminación social”.
Me resultaría muy llamativa esta ausencia de protagonismo del tema si no fuese por el alto grado de “corrección política” que inunda nuestra sociedad. Es un tema delicado, que puede levantar muchas ampollas. Pero por eso mismo creo que es necesario el debate. Porque sé hasta que punto esa “corrección política” nos ha contaminado a todos, pido vuestra indulgencia ante cómo suenan algunas de las afirmaciones que voy a hacer, pidiéndoos que no condenéis sin más la frase. Os ruego que con la mente abierta, meditéis si lo que expresan es en realidad cierto o no, disculpando en tono si no os gusta.
Gordo rico, gordo pobre:
En los países subdesarrollados y en otras épocas en el nuestro, la obesidad era un signo de pertenencia a clases sociales altas. Dada la escasez de recursos, para ser gordo había que ser rico, en el sentido de ser una persona sin limitaciones para acceder a la comida. La gran mayoría de la población se mantenía en el nivel de subsistencia, viviendo al día, comiendo lo que conseguía cada día y tendiendo más a la falta (tanto en variedad como en cantidad) que al exceso. Esto generaba en muchos casos situaciones de mal-nutrición generalizada que transformaba a multitud de personas que genéticamente eran normales en individuos con serias deficiencias en el desarrollo mental y físico. Lo que unido a la inexistencia de educación en esta clase social e incluso a leyes que lo impedían, hacía poco menos que imposible que alguien llegara a salir de la miseria en la que se había criado.
En la actualidad en los países desarrollados, la obesidad es mucho más frecuente en clases sociales bajas que en las altas. Casi toda la población de nuestro país dispone de los medios materiales para no morir de hambre o de frío, para vestirse, para un mínimo de higiene, acceso a servicios sanitarios o de asistencia social.
El auténtico lujo hoy día es el tiempo. Es la disponibilidad de tiempo libre sin carecer de recursos materiales lo que realmente establece en la actualidad la separación entre personas que trabajan para VIVIR y las que viven sólo para TRABAJAR. La escasez de tiempo libre en las clases sociales bajas está llevando a un incremento de la obesidad, especialmente en niños. Lo que es en muchos casos una condena hereditaria a la miseria económica.
¿Por qué la obesidad es más frecuente en las clases sociales bajas de los países desarrollados?
Hablemos primero de lo que es la vida (generalizando) de los pobres sin tiempo. Quiero aclarar que yo me crié en una familia de clase social baja y numerosa (7 hermanos, un sueldo escaso), pero en la que mi madre estaba en casa.
El modelo habitual actual es una familia en la que padre y madre trabajan con horarios largos de que suponen un intenso agotamiento físico y con pocos hijos (habitualmente no más de dos). Hay tres grupos de familias en función de como organizan su tiempo y su alimentación:
1. Disponen de poco tiempo libre:
- Poco tiempo libre para cocinar. En la práctica significa que en la casa se consumen fundamentalmente alimentos pre-cocinados de producción industrial y que hay mucha comida lista para comer. Una característica común en la comida industrial es que para vender más que la competencia, la comida que una empresa fabrica tiene que saber mejor que la del competidor. Y eso es fácil de conseguir, basta con destacar los sabores añadiendo más sal, grasas saturadas o azúcar, en función del alimento concreto, junto con conservantes, colorantes y otros aditivos, sin ninguna función nutricional. Su objetivo es que resulten más apetecibles. La industria alimenticia argumenta, y es cierto, que nadie se muere por tomarse una lasaña pre-cocinada o una bolsa de patatas fritas. Otra cosa es que la dieta de una persona esté compuesta casi en exclusiva de este tipo de productos. Pero las industrias dicen, y es cierto, que ellos no obligan a la gente a que consuma sólo sus productos ni que lo haga a diario.
- Poco tiempo para educar. En muchos casos estas personas no tienen claro que esa alimentación sea lo perjudicial que es. Y en otros casos simplemente no tienen tiempo para con paciencia «pelear» con sus hijos para que consuman alimentos más sanos (y menos apetitosos).
- Poco tiempo para actividad física. No disponen de tiempo ni energía para realizar actividades físicas con sus hijos. Además muchas de las que realizan niños de clases sociales más acomodadas cuestan dinero. Y los niños a partir de cierta edad están solos muchas horas en casa mientras sus padres trabajan. No se les permite en muchos casos salir a la calle, porque los barrios en los que viven son especialmente inseguros. Y aquellos que trabajando mucho pueden permitírselo, suelen facilitar a sus hijos medios de diversión sedentaria, como la televisión, los video-juegos…
- Los niños tienen mucho tiempo para ver Televisión. El número de horas de televisión consumida se incrementa conforme bajamos en la escala social, especialmente en los niños. Aparte de que el consumo de energía del cuerpo es menor viendo televisión que estando simplemente sentado, está la publicidad televisiva. En cualquier canal con programación infantil, durante su emisión, los anuncios de alimentos destinados a los niños, duplican o triplican a los anuncios de alimentación durante el horario para adultos. Es demasiado para ser casualidad. Imaginad el cuadro: un niño que pasa horas en casa aburrido viendo la televisión y al que continuamente le recuerdan que hay comida en la nevera. ¿Cuántas veces creéis que se levantará en la tarde para picar? Y sin el control de sus padres.
2. Los que tienen tiempo pero lo malgastan. Repito que sé que suena duro, pero hay por desgracia muchas familias así:
Estas familias suelen tener adultos en casa ociosos:
- Aunque tienen tiempo para cocinar, prefieren no hacerlo, consumiendo productos industriales en la medida que sus ingresos se lo permiten. Es paradójico, pero es más barata la comida industrial que los alimentos sin procesar. ¿Cómo puede costar menos un bote de ketchup que un kilo de tomates? Tan sólo con eso deberíamos de sospechar de su calidad.
- Aunque tienen tiempo para educar a sus hijos, o carecen de los conocimientos para hacerlo o les resulta más cómodo no hacerlo. Ceden a cualquier capricho mientras puedan permitírselo.
- No dan valor a la actividad física. En algunos casos el niño si es activo, simplemente porque está todo el día tirado en la calle.
- Consumen horas de televisión acompañados de adultos que también lo hacen picando continuamente alimentos de mala calidad unos y otros.
3. Y finalmente los que a pesar de disponer de poco tiempo, o teniéndolo y a pesar de pertenecer a una clase social sin muchos recursos, han tenido hijos y estos son su prioridad: En estos casos, haciendo malabares con las cuentas se procura tener una dieta adecuada en casa, se «pelea» con los niños para que la coman, se intenta que sean activos y se limita el acceso a la televisión y la comida de mala calidad. Así fueron mis padres. No es fácil, de hecho es muy difícil, pero es posible. Y es uno de los pocos esfuerzos en los que siendo pobre es muy posible alcanzar la recompensa.
Como vemos, dos de las tres opciones llevan a la obesidad.
La obesidad con pobreza como condena social:
Una vez que se es obeso y pobre, se entra en una dinámica perversa:
- Continuamente nos venden en la televisión lo importante que es la imagen corporal en esta sociedad. No cumplir esos modelos de belleza daña la autoestima del niño obeso (y del adulto, por supuesto).
- El ascenso profesional y social es más fácil para las personas con un aspecto físico que la sociedad prefiere. Y mucho más difícil siendo obeso.
- Las enfermedades asociadas a la obesidad (diabetes, hipertensión, enfermedades articulares, respiratorias, cáncer), no sólo acortan sino que empeoran mucho la calidad de vida del obeso, disminuyendo seriamente su productividad. Lo que en el mundo económico significa, más dificultad para obtener un buen trabajo y conservarlo.
- A lo que sumamos una educación de menor nivel, más probabilidades de haber crecido en familias con problemas serios (droga, maltrato, abandono…)
Soy consciente de lo mal que suena todo esto. De lo injusto que suena. Pero el que sea injusto no lo elimina de un plumazo. No hablar de ello no lo hace menos real para los millones de personas que ven sus vidas aplastadas bajo esta apisonadora. De hecho es una realidad tan dolorosamente real que está convirtiendo a la obesidad en un factor de condena a la miseria implacable para millones de personas en todo el mundo.