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Rituales para dormir en niños

Los Rituales de sueño en niños y bebés son la clave de muchos problemas. Te explico cómo se generan y cómo cambiarlos.

¿Qué es un ritual de sueño?

Pues lo que hacemos por costumbre como forma para dormirnos. Todos tenemos un grupo de rituales de sueño.

Hay adultos para las que estos rituales son más sencillos (necesitan tener sueño y poco más) y otros que los tienen más complejos (con más condicionantes y pasos que una receta de alta cocina).

La mayoría de las veces no somos conscientes de cómo hemos llegado a tener el ritual de sueño que realizamos cada noche. Y es porque lo hemos ido elaborando a lo largo de nuestra vida sin pensar en él de forma consciente.

Cuando hablamos de niños y problemas de sueño, los padres no entendemos muchas veces que nuestro hijo tiende a repetir el mismo ritual cada vez que se despierta.

¿Cómo se establece ese ritual en los niños?

Los bebés ya desde que nacen tienen algunas tendencias naturales que influyen en el ritual de sueño que se va afianzando conforme crecen:

Necesidad de alimentarse. De hecho, los bebés en las primeras semanas salen de su sueño poco más que para alimentarse. Se despiertan en muchos casos por hambre, y tienden a dormirse en cuanto son saciados. Como no pueden alimentarse sólos, es normal que en esas primeras semanas los niños empiecen durmiéndose en brazos. Ya que es en brazos como comen.

Necesidad de afecto y seguridad. Aparte de por hambre y porque pueda estar incómodo por frío, calor, necesidad de cambio de pañal, algún ruido intenso… los bebés, buscan el contacto con sus cuidadores. Y sienten seguridad y bienestar con ese contacto. Por lo que además de dormirse en brazos cuando comen, lo hacen también en brazos cuando lo único que necesitan en ese momento es seguridad y afecto.

Por eso lo más habitual en niños pequeños es que se duerman con facilidad en contacto con su cuidador (habitualmente la madre si se toma el pecho).

Pero ese ritual inicial va cambiando después. Siempre se ve influenciado por lo que hay a nuestro alrededor. Y más tarde o más temprano acabamos desarrollando un ritual en el que somos capaces de conciliar el sueño de forma más independiente, sin necesidad de alimentarnos, sin contar con la colaboración de nadie que nos proporcione afecto o seguridad… Esto lo acaban alcanzando todos los niños más tarde o más temprano. La mayoría entre los 2 y los 5-7 años.

Cuando se habla de escoger formas de dormir a los niños, lo que estamos hablando es sobre si preferimos que esa evolución del sueño en brazos al sueño independiente se haga más rápido o menos y de las formas en las que escogemos que se haga esa transición.

Opciones

Y es aquí donde aparecen las discrepancias o tal como me gusta a mí verlo, las opciones. Porque no creo que sea cuestión de llegar a definir la forma correcta (aunque para mí sí las hay incorrectas –mi opinión sobre el método Estivill-), sino de que cada familia escoja la que mejor se adapte a sus preferencias y sus necesidades:

– Hay familias que pueden permitirse que el ritmo lo marque el niño con su evolución natural y prefieren respetar al máximo su evolución. Pero esto es a veces un lujo y cuando lo defendemos como única opción podemos hacer mucho daño.

– Otras familias tienen la necesidad de que la evolución sea más rápida para adaptarse a unas condiciones de organización que son menos flexibles (trabajo, necesidad de escolarización…) y no pueden escoger como querrían (lo que por desgracia es muy frecuente hoy en día) o simplemente por una elección personal prefieren no hacer colecho.

Situaciones de conflicto

En muchos casos los problemas surgen cuando el ritual que usa el niño tiene un ritual que precisa la colaboración de los padres, pero hemos escogido una forma de dormir que dificulta esa colaboración. Y ante eso hay dos opciones, facilitamos la colaboración o facilitamos al niño un ritual alternativo para que sea capaz de dormir sin ella.

El niño cuyo ritual incluye el contacto con los padres pero duerme separado de ellos. Es decir, lo dormimos en brazos pero queremos que duerma en su cuna. Cada vez que se despierte va a pedir que lo vuelvan a coger. Y si los padres deciden no hacerlo surgen las disputas. Es lo que llamo colecho no aceptado.

El niño cuyo ritual incluye el contacto con los padres y duerme con ellos, pero no es compatible con el sueño de alguno de los padres. Hay personas que no son capaces de dormir con su hijo a su lado. Sea por miedo a hacerle daño, porque tienen un sueño muy ligero y se despiertan con cualquier ruido o movimiento del niño o por lo que sea. Pero en algunos casos es una realidad.

En ambos casos el problema es que estamos escogiendo una opción que no se adapta a las necesidades de todos los implicados.

Cuando esto ocurre, las noches dejan de ser la fase de descanso que todo cuerpo necesita, para ser un foco de estrés importante. La única forma de resolverlo es lograr la coherencia:

– Si escogemos que nuestro hijo se duerma con nuestra colaboración y somos capaces de dormir con el niño, el colecho (dormir juntos) es la forma más sencilla de que descansemos todos.

– Si no podemos o no deseamos dormir con nuestro hijo, hay formas y momentos de facilitar la evolución hacia el sueño independiente más respetuosas y que desde luego no precisan que le niño llore.

No creo que sea labor de los profesionales escoger por los padres o hacerles sentir culpables por elegir una opción u otra. Es decisión de cada familia.

Si necesitas mi ayuda para que te explique de forma concreta cómo conseguir un sueño de buena calidad en vuestro caso puedes hacerme una consulta por WhatsApp. Contestaré en menos de 24 horas.

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Siesta del niño, ¿hasta cuándo?

La siesta del niño, ¿hasta cuándo es adecuado mantenerla?

La siesta, esos sueños que tienen casi todos los bebés a lo largo del día. Llega un momento en que no quieren ya hacerla. ¿Insistimos o no en que la hagan?

Conforme van creciendo la mayoría de niños van necesitando menos descanso durante el día. De modo que unos antes y otros después dejan de hacer la siesta de media mañana primero. Y antes o después desaparece también la de la tarde.

Suelen preguntarme sobre lo ideal en cuanto a estas siestas. Si deben ser un número determinado según la edad, y de qué duración.

Cada niño tiene su ritmo. Indicaciones sobre la siesta según el caso

Si ya me conocéis mínimamente intuiréis la respuesta: «Depende de cada niño».

Debemos entender que si un niño no está sujeto a horarios duerme las horas que necesita al día mientras nadie se lo impida. Y cuando sí interferimos y le impedimos descansar, el niño va a manifestar su necesidad de hacerlo. Es lo que ocurre por ejemplo cuando se escolarizan, los despertamos para ir al «cole» y durante la mañana llega un momento que las actividades del colegio les impiden descansar allí.

Aquí puedo tirar también de experiencia propia como padre. Cuando mi hijo empezó a ir al «cole» perdió la siesta de media mañana que sí hacía en casa. El resultado era que cuando lo recogíamos solía dormirse inmediatamente en el coche camino de casa.

Estuvo haciendo esto durante más de un año. Poco a poco fue retrasando el inicio de esa siesta hasta horas más tarde de salir del colegio.

Y llegó un momento en que se resistía. Lo veía con sueño, pero si le insinuábamos que tocaba dormir la siesta, se enfadaba.

Su necesidad de actividad y estímulos nuevos estaba en conflicto con su necesidad de descansar. A todos nos pasa antes o después que el niño se resiste a dormir, y la cuestión es qué hacer en esa situación.

¿Insistir para que duerma la siesta o no?

Os digo cómo lo hice yo con mi hijo y el motivo.

Cuando llegaba la hora de la siesta lo veía que empezaba a mostrar signos de sueño, pero seguía con su actividad. Si le comentábamos que tenía sueño y había que dormir decía que no, que quería seguir jugando.

La clave para decidir que hacer está en dos preguntas:

  • Si insistes un poco para que duerma ¿lo hace con relativa facilidad?
  • Si no duerme la siesta ¿cómo está el resto de la tarde?

Cuando resulta imposible lograr que el niño haga la siesta la situación ya está clara. Se han acabado las siestas. No tiene sentido que cada tarde el planteamiento sea pasar un mal rato y obligar a algo que por su propia naturaleza no vas a lograr con una pelea intensa. Porque para dormir hace falta relajarse.

Pero si aunque su primera respuesta sea no, lo tomamos en brazos y lo tranquilizamos llevándolo a su dormitorio y acaba durmiéndose, la clave es la segunda pregunta.

¿Qué pasa después de la siesta?

Hay niños que duerman o no la siesta están bien el resto de la tarde y acaban durmiéndose más o menos bien a la misma hora. En estos podemos insistir un poco en que duerman la siesta según convenga o no para organizar las actividades del resto de la familia.

Algunos niños si no duermen la siesta luego están irritables y de mal humor el resto de la tarde. Y no sólo no se duermen antes por la noche, sino que llegan tan irritados que les cuesta más dormirse. En estos claramente conviene insistir para que acaben durmiendo la siesta.

Hay otros en los que hagan o no la siesta están bien el resto de la tarde, pero cuando hacen la siesta se acaban durmiendo mucho más tarde por la noche. En estos escogeremos qué distribución del sueño se amolda mejor al esquema de actividad de la familia, ya que no afecta al bienestar del niño.

Duración de las siestas

En principio, si una duración determinada no tiene efectos negativos en cómo esté el niño después y puede hacerse compatible con la organización familiar, lo mejor es respetar la duración que el niño le dé cada día.

Pero hay casos en los que notamos que una siesta demasiado larga da problemas:

  • En los bebés pequeños cuando tras siestas demasiado largas comen con ansiedad o no están ganando peso adecuadamente, conviene acortar las siestas durante el día para que coman antes.
  • En los niños que cuando hacen unas siestas demasiado largas luego de noche están demasiado activos.
  • Aquellos que si duermen una siesta demasiado larga parecen despertarse de peor humor. Los hay. Me pasa a mí por ejemplo. No suelo dormir siesta. Pero si un día lo hago, si paso más de 20-40 minutos suele resultarme mal. Me despierto más cansado y de mal humor que antes de la siesta.

En resumen, la eliminación progresiva de las siestas es un proceso largo en el que las situaciones intermedias suelen generar dudas y problemas. Actuad pensando primero en el efecto que tiene en el bienestar del bebé tomar una opción u otra. Y cuando sea indiferente para él escoged lo que mejor se amolde al ritmo de actividad familiar. Buscando ese equilibrio evitamos problemas.

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Pekemito: «Déjalo llorar que ya se cansará y se dormirá»

Déjalo llorar que ya se dormirá

Pekemito, cada semana debatimos y desmontamos un mito sobre crianza: «Déjalo llorar que ya se cansará y se dormirá» y su variante «Deja que llore que así se «le hacen los pulmones.»

Cada martes os pedimos en Facebook que nos digáis un Mito sobre crianza con el que os hayan machacado por ser padres y madres novatos.

Y debatimos sobre él para ver si tiene algo aprovechable o son simplemente malos consejos nacidos de errores de concepto.

En este caso vamos a hablar de uno que puede ser motivo de guerra entre las dos grandes facciones de crianza que hay hoy en día.

Hablando del tema concreto del sueño hay quien defiende que hay que enseñar a los niños a dormir solos y quien cree que lo mejor es que duerman con los padres hasta que decidan dejar de hacerlo.

Yo ya he tratado este tema en otros artículos. Y resumiendo soy de la opción que permita descansar bien a toda la familia. Y eso tiene respuestas diferentes en cada niño.

El Mito que tratamos en este caso sería el resumen del método «Duérmete niño». También he escrito un artículo con mi opinión sobre él. No lo comparto. Porque acepto que hay familias en las que el colecho no es la solución. Pero de ningún modo creo que dejar llorar a un niño sea la forma adecuada de que aprenda a dormir sólo.

Si una familia no quiere hacer colecho o lo intenta pero el resultado es que descansan mal la opción puede ser que el bebé aprenda a dormir sólo. Pero hay formas «civilizadas» de hacerlo.

Dejar llorar a un niño es algo que cuesta a cualquier padre o madre. ¿De verdad creemos que es la única forma de lograr que un bebé sea capaz de dormirse sólo? A mí no me enseñaron otra opción en la especialidad. La verdad es que en la especialidad había mucha mitología de la crianza pero se entraba poco en serio a formar sobre ella.

Gracias a estar en Internet y aprender al mismo tiempo que se comparte lo que uno cree saber llegué a entender varias cosas que no me enseñaron mientras me formaba como pediatra:

  1. Que lo natural es que los padres muestren afecto a su hijo. Y eso incluye aliviarle cuando llora.
  2. Que cada niño tiene una forma diferente de ser y lo que en unos funciona en otros es imposible.
  3. Que hablando de formas correctas de dormir niños hay tantas como familias.
  4. Que cuando los padres escogen no dormir con su hijo hay formas de ayudarle a esa opción que no implican hacer sentirse culpables a los padres ni dañar el vínculo de afecto que les une.

Lo que actualmente recomiendo a los padres que han llegado a la conclusión de que no son capaces de descansar con su hijo (o simplemente no desean hacerlo, yo no soy quién para decirles como criar a su hijo) y quieren que aprenda a dormir sólo es el artículo más leído de esta web: «Cómo enseñar a un bebé a dormir sólo sin dejarlo llorar».

Espero vuestras opiniones para seguir aprendiendo. Pero por favor sed respetuosos con las opiniones de los demás padres.

Ninguno poseemos la vedad absoluta en este tema, porque en crianza no existe.

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Mi bebé se despierta de noche por hambre

Qué hacer cuando mi bebé se despierta por hambre

Respuesta a la consulta de una madre en Facebook:  «Cómo hacer que los bebes despierten menos en las noches por hambre.» Parece que es hambre, pero no lo es.

Muchos niños se despiertan de noche y no se calman hasta que comen. Usando el sentido común llegaríamos a la conclusión de que lo hacen por hambre. Pero en la mayoría de los casos no es así.

Vamos a distinguir dos grupos de edad. Los bebés de menos de 4-5 meses y los de más de 5-6 meses.

¿Porqué esa distinción? Pues porque el patrón de sueño de los bebés cambia en esa edad.

Hasta los 5-6 meses los bebés tienen un patrón de sueño inmaduro en el que se despiertan y se vuelven a dormir con mucha facilidad. En esta edad, cuando un bebé se despierta, le das de comer y se duerme es que tenía hambre. Hay algunos días en que se despierta de ese modo pidiendo alimento con mucha más frecuencia de noche que de día. Especialmente en niños que toman pecho.

La causa es los más pequeños puede ser un ritmo de sueño cambiado. Es decir, que duerme más de día y come más de noche. En el artículo enlazado en este párrafo os explico más afondo este caso.

Pero en niños que ya tenían un ritmo día noche bien definido y toman pecho, a veces un día de repente el bebé de despierta con más frecuencia de noche por hambre. Y es darle el pecho y dormirse, pero al poco rato vuelve a despertarse. Es una forma de manifestarse lo que llamamos crisis de lactancia. Es lo que ocurre cuando al crecer un bebé necesita un aumento en la cantidad de leche.

El pecho funciona de forma que cuanto más lo vacías más leche produce, de modo que cuando el bebé nota que le falta cantidad responde pidiendo más frecuentemente. En muchos casos a última hora de la tarde y primeras de la noche es cuando la madre tiene menos pecho. Y es a partir de ahí cuando el bebé empieza a pedir con más insistencia y a comer con más ansiedad.

La solución que recomiendan muchos en este caso es complementar con lactancia artificial. Pero hay una solución más simple y adecuada. Ofrece el pecho con más frecuencia durante el día. Al hacer esto va a vaciarlo cuando no está aún desesperado, comiendo con menos ansiedad. Y al vaciarlo con más frecuencia el pecho aumenta su producción. El resultado en pocos días es que al tomar más de día, durmiendo menos durante el día, y aumentar la producción de leche, el bebé llega a la noche con más sueño y menos hambre y las tomas se espacian solas despertando menos.

A partir de los 5-6 meses. El patrón de sueño cambia pareciéndose más al del adulto. Volver a dormirse tras despertarse se vuelve algo más complejo. Precisa realizar un ritual de sueño. En la mayoría de los bebés durante los primeros meses, dormirse era algo que ocurría en brazos de sus padres y comiendo.

El cambio que notamos, porque empiezan a despertarse con más frecuencia pidiendo alimento, no es debido al hambre. Sino a que con ese cambio de patrón de sueño los ciclos son de entre 45 y 90 minutos y cuando se despierta, para volver a dormir necesitan la colaboración de sus padres (en brazos y comer) para volver a dormirse.

Esta fase puede durar meses. A diferencia de los bebés más pequeños que en días volvían a espaciar las tomas nocturnas si le ofreces más de día.

Además no mejoran cuando les das más alimento de día. Sigue necesitando comer para volver a dormirse tras salir de cada ciclo de sueño.

Algunos recomiendan iniciar precozmente la alimentación complementaria, interpretando que se trata de hambre. Pero no suele funcionar. A pesar de darle «la milagrosa papilla de cereales nocturna» sigue despertándose para pedir 4-6 veces en la noche.

En esta situación hay dos soluciones que yo conozca:

Colecho: Es la forma de dormir que permite atender lo antes posible el ritual de sueño del niño (contacto con su madre mientras toma el pecho) y que todos volváis a dormir cuanto antes. Especialmente recomendable en lactancia materna. Pero siempre pongo una salvedad: Si vosotros dormís bien haciendo colecho. Porque hay gente que es incapaz de descansar con su bebé en la cama. Y hablando de problemas de sueño hay que tener claro que lo importante es que todos descanséis bien. Sea cual sea la opción que escojamos, si no descansamos bien deberíamos replantear si es la mejor en nuestro caso.

Que aprenda a dormir sólo. Es decir, cambiar el ritual de sueño que precisa para dormirse de modo que cuando sólo tenga sueño sea capaz de dormirse de nuevo sin la colaboración de los padres y el alimento. Y esto desde luego no se hace dejando al bebé llorar en la cuna. Hay opciones más civilizadas en mi opinión para conseguir exactamente el mismo resultado.

Que escojáis una u otra opción (o elaboréis otra diferente) es elección vuestra. Pero mi recomendación es clara: Buscad la que os permita descansar de forma adecuada para ofrecer vuestra mejor versión de vosotros mismos a vuestro hijo el resto del tiempo. No sacrifiquéis el descanso si podéis evitarlo, porque al final el bebé sufriría por tener unos padres agotados y de mal humor.

Al pensar en el bienestar de los niños siempre hay que entender que los padres sois muy importantes para él y vuestro bienestar es una condición necesaria para el suyo.

 

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Cómo hacer que un niño duerma toda la noche

Dormir toda la noche.

Peketema: Un tema solicitado por las madres en nuestra comunidad de Facebook. ¿Hay alguna forma de que un niño duerma toda la noche?

Hay una serie de ideas que la gente asocia a un «buen bebé»: Que coma bien, que duerma bien, que llore poco, que la caquita justa, ni mucha ni poca, que crezca bien (o si es posible incluso un poquito más de lo normal…)

Y luego está la realidad. Os diría que no hay un solo niño que lo cumpla todo. Alguna vez he pensado en poner en esta web un apartado de «intercambios»: «Cambio niño que no come por niño que no duerme…»

Hablando del tema del sueño.

¿Cuando es normal que un niño duerma toda la noche del tirón?

Pues para desgracia de los que se hacen esa pregunta, podremos decir que seguramente hay un problema a solucionar cuando un niño con más de 3 años (p0r poner una fecha) no duerme habitualmente sin despertarse toda la noche. Especialmente hasta los 18-24 meses, lo normal es que se despierten a veces.

Vamos por edades en niños sanos que no tienen ningún problema:

En las dos primeras semanas de vida se recomienda de hecho que no pasen más de 4-5 horas sin comer, porque eso puede producir un descenso de azúcar en sangre para el que no está preparado. Se recomienda que cuando pasan más de ese tiempo sin comer se haga por despertarles.

Los primeros 5-6 meses ya toleran el ayuno sin problemas (tienen reservas de azúcar en el hígado suficientes). El tiempo entre las tomas de noche suele ir aumentando. Hay incluso algunos bebés que llegan a dormir toda la noche. Muchos padres cantan victoria pensando que eso es un paso sin vuelta atrás.

Entre los 5 y los 7 meses empiezan a despertarse con más frecuencia. Esto ocurre porque maduran y cambia el patrón de sueño. Empiezan a aparecer cosas como las pesadillas y los terrores nocturnos. Y los bebés tienen más facilidad para despertarse entre ciclos de sueño (45-90 minutos) pidiendo hacer su ritual de sueño cada vez que quiere volver a dormirse.

Los siguientes 2 años el sueño estará marcado por la opción que escoja cada familia. Son básicamente 2 con tantas variantes como familias. Y en cada familia una por niño.

Hay radicales defensores de una y otra. Yo soy de la opinión de que en cada caso es adecuada una y que sólo conociendo las circunstancias, preferencias y carácter de cada caso puede decirse cuál es la más adecuada. El objetivo, prejuicios a parte debe ser que todos los implicados, es decir toda la familia, descanse lo mejor posible. Porque sea cual sea nuestra preferencia a priori, no descansar perjudica a toda la familia y al niño como miembro de ella.

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Colecho no aceptado: ¿Peleas para no meter al bebé en la cama?

Cuando acabamos haciendo colecho pero peleamos para no hacerlo

Hay muchas familias en las que el problema que les impide dormir bien es lo que llamo «colecho no aceptado».

En ocasiones, los problemas surgen cuando las soluciones más evidentes entran en conflicto con nuestros prejuicios. Llevo un par de semanas pensando en escribir este artículo, porque en este tiempo han sido varias las familias que me han contado el mismo problema.

Os resumo una de estas conversaciones, por si se da el caso de que os ocurra lo mismo. Y si no es así, para que sirva de ejemplo de lo sencillas que pueden ser a veces las respuestas y de lo mucho que cuesta verlas:

– «Lo hemos probado todo. Y no hay forma, todas las noches en torno a las 4-5 de la mañana nuestro hijo se despierta y no para de llorar hasta que me acuesto con él o me lo llevo a la cama.»

Yo: – «Y, ¿Cómo lo duermes habitualmente?»

Ante lo que hay una de estas dos respuestas casi siempre:

  1. «Me echo con él en su cama, y cuando está ya dormido lo dejo.»
  2. «Lo duermo conmigo en mi cama y cuando ya está profundamente dormido lo llevo con mucho cuidado a su cama.»

Yo de nuevo:

– «Y ¿cuando se despierta por la noche qué haces para que vuelva a dormir?»

– «Pues, lo he intentado todo, pero como no me eche con él a dormir o me lo lleve a mi cama no para, nos podemos tirar horas y ya no pegar ojos en toda la noche.»

Y entonces la pregunta clave:

– «Y cuando lo echas en tu cama ¿se duerme en seguida? y ¿duermes bien con él a tu lado?.»

Lo sorprendente es que en la mayoría de los casos la respuesta es que sí a ambas preguntas. Y en ese caso no puedo reprimirme:

– «Me quieres explicar entonces a qué estáis jugando. Es decir, en la práctica haces colecho. Tu hijo se duerme contigo. El cree que duerme toda la noche contigo. Pero cuando se despierta se encuentra con que no estás. Entonces acudes y vuelves a acostarte con él. Pero a veces, después de liar la de San Quintín. Y el caso es que duermes bien con él. ¿Me quieres explicar entonces para qué tanto tira y afloja? La postura del niño la entiendo, es pura coherencia, ¿pero la vuestra?».

– «Es que me han dicho que si hago eso estoy perdida, que se va a acostumbrar, que…»

Resumiendo. Que mucha gente hace a los ojos del niño colecho con él. Hasta les gusta. Son capaces de descansar bien cuando lo hacen. Pero no son capaces de aceptarlo.

Y por eso, empiezan a desarrollar montones de estrategias para enmascararlo, no entendiendo la conducta del niño. Cuando la del niño es la única coherente con lo que se está haciendo.

Y todo, porque tienen una idea negativa sobre el colecho, sin darse cuenta de que es lo que están haciendo lo que genera el problema.

Si es tu caso, haz un experimento:

Si tu hijo tiene que acostarse antes que tú, como es normal que sea, acuéstate a su lado (como en realidad estás haciendo todas las noches). Y una vez dormido, te levantas hasta la que sea tu hora de dormir. Pero déjalo en tu cama.

Y cuando vayas a dormir hazlo en esa cama, de nuevo con él.

Si cuando se despierte a la hora de siempre, el «sorprendente» resultado es que simplemente se acerca a ti, te abraza y vuelve a dormirse, y dormís por fin decentemente después de meses o años… no te sorprendas demasiado.

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Ritmo sueño-vigilia en niños

El ritmo de sueño en niños

Ritmos de sueño en los niños. Descubre los factores que influyen en la regularidad del sueño infantil.

 

Una de las cosas más importantes que se deben entender sobre el sueño es que es un ritmo.

 

Como cualquier ritmo, tiende a repetirse de forma regular por sí solo. Pero nosotros podemos hacer cosas que refuercen el ritmo o que lo alteren.

 

Cualquier niño acaba durmiéndose sin ayuda si se le deja, aunque sea después de dos horas de llanto continuado. No os asustéis, no hace falta llegar a eso.

 

Al ser una necesidad inevitable de nuestro cuerpo (no hay más que ver lo difícil que resulta no dormirse cuando hace falta) contamos con un gran aliado en nuestros intentos de que mejore.

 

La evolución normal con el tiempo, conforme un niño va creciendo, es tender a dormir de noche y estar despierto de día.

 

De hecho las personas que (como los médicos) rompemos con frecuencia ese ritmo suelen tener más facilidad para desarrollar ciertos problemas de salud.

 

Hay una hormona (la melatonina) que se encarga de regular ese ritmo. Se produce en una parte de nuestro cerebro (la glándula pineal) que tiene contacto con los nervios ópticos de modo que regula su producción en función de la iluminación ambiental.

 

La luz reduce la producción de melatonina.

Cuando anochece, la ausencia de luz estimula la su producción, y esta induce el sueño.

 

Por eso no se recomienda dejar al niño a oscuras de día, aunque esté durmiendo.

Ni con iluminación de noche.

 

Esa alteración del estímulo luminoso dificulta que el niño desarrolle un adecuado ritmo día noche.

 

Uno de los sistemas más usados en tortura y desorientación de prisioneros para destrozar su resistencia es la alteración del ritmo de luz y sueño.

 

Pero hay padres que también lo hacen “con no sé qué sádicas intenciones”.

 

En un ritmo biológico que tiene su propia estructura para funcionar bien la regla más importante debería ser:

 

“INTERVENCIÓN MÍNIMA”.

 

Uno de los errores más frecuentes de los padres consiste en transmitir las propias formas anómalas de hacer las cosas a sus hijos.

 

Ejemplo: Un niño no necesita en absoluto dormir a oscuras durante el día. Pero hay padres que se han acostumbrado a no poder dormir con cualquier mínima iluminación y tienden a poner a sus hijos en las mismas condiciones que ellos prefieren para hacerlo.

 

Otro ejemplo: Hay padres que no pueden dormir sin arroparse y tapan 20 veces al niño de noche aunque haya 30 grados en la habitación y el pobre esté sudando como un pollo.

 

Otro más: Aunque es evidente que un ruido intenso puede despertarnos, hay padres, que cuando sus hijos duermen, hablan en susurros inaudibles o ni hablan por si se despiertan. Y luego vemos al típico niño que en una celebración con 300 personas gritando en un salón está plácidamente dormido, a pesar del escándalo.

 

El exceso de condiciones necesarias para que se realice algo tan imprescindible como el sueño, es un signo de que a esos padres el sueño de su hijo les genera ansiedad.

 

Y es precisamente esa ansiedad de algunos padres lo que más dificulta que un niño se duerma.

 

Es especialmente importante en las familias con antecedentes de insomnio, que eviten esta forma de hacer las cosas, pues es eso exactamente, la forma en la que han ido enseñando a dormir de generación en generación lo que hace que esa familia tenga tendencia a desarrollar insomnio con los años (no es genético, sino aprendido, y se asimila fundamentalmente en los 3 primeros años de vida).

 

 

Hemos hablado de las cosas que pueden impedir un correcto ritmo de sueño.

 

Vamos ahora con las que refuerzan el ritmo normal.


Fundamentalmente dos:

Regularidad.

Ritual.

 

La Regularidad es muy importante. Tener un niño, especialmente con menos de 3 años es una limitación clara para las cosas que una familia puede o no puede hacer.

 

Nuestro cuerpo tiene unos ciclos que hacen que cuando estamos acostumbrados, sintamos la necesidad de dormir más o menos a la misma hora todos los días.

 

Cuando peleamos contra esa necesidad, llega un momento que la vencemos y el sueño cede, para reaparecer horas más tarde.

 

Cuantas más horas llevamos sin dormir más frecuentes se hacen estos ataques del sueño y más intensos, hasta que nos rendimos a uno.

 

Si se pasa la hora en que nuestro hijo se duerme habitualmente, no es raro que hasta que vuelva a tener sueño puedan pasar un par de horas o más, y que además le ponga de muy mal humor.

 

Así que antes de meternos en una actividad que le va a impedir dormirse a su hora hay que pensar hasta que punto puede ser un problema que después no se duerma hasta dos o tres horas más tarde. Porque es lo que va a ocurrir. Y no os enfadéis con él si se «pone especialmente cafre», porque la culpa no es suya.

 

Si estas actividades se hacen frecuentes llegará el momento en que la primera oportunidad de “coger el tranvía del sueño” llegará más tarde incluidos los días que quisiéramos que se acostara antes.

 

 

El Ritual para dormirse. Todas las personas que duermen bien lo tenemos aunque no seamos conscientes de ello.

 

Ese ritual lo constituyen las condiciones que necesitamos para dormirnos:

  • Cosas que hacemos antes de dormir.
  • Lugar en el que lo hacemos habitualmente.
  • Las condiciones de ruido, luz o temperatura.
  • La postura.
  • Los objetos que usamos.
  • La colaboración o no de otra persona.
  • El momento en que lo hacemos.

 

Cuanto más simples son el ritual

y las condiciones necesarias para llegar a dormirse, mejor.

 

Especialmente en cuanto a la necesidad de colaboración de otras personas o de objetos (por ejemplo el chupe, el biberón o sus padres).

 

Lo ideal es dormir sin depender de nada ni de nadie.

 

Simplemente dormir cuando nuestro cuerpo lo necesita.

 

En cuanto a los demás condicionantes del ritual, conviene la regularidad de nuevo:

Hacerlo a la misma hora.

Baño, comida y a la cuna.

Dormirse en su cuna.

 

No conviene que las cosas que hacemos antes de dormir incluyan actividades que estimulan al niño a seguir despierto, como jugar o ver la televisión.


Os recuerdo que todo esto es hablando de niños en los que queremos conseguir que aprendan a dormir sólos. Y que en aquellas familias que hacen Colecho, todo esto tiene poco sentido.


Capítulo siguiente: Inducir el Sueño en Niños…

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El sueño normal en niños

El sueño normal en niños

El sueño normal en los niños y sus variantes descritas en un lenguaje sencillo y comprensible.

 

Dormir no es simplemente no estar despierto.

 

Cuando alguien duerme su cuerpo no está ni mucho menos inactivo.

 

Ciertas funciones dan la impresión de reducirse a su mínima expresión para no morir. Pero nada más lejos de la realidad.

 

Durante el sueño se realizan algunas de las acciones del cuerpo de forma mucho más intensa que mientras estamos despiertos.

 

Por ejemplo: Casi el 90 % del crecimiento de los niños se realiza mientras duermen.

 

Otro ejemplo: Hay una fase del sueño, conocida como fase de movimientos rápidos de los ojos, en la que se realiza un movimiento de los ojos tan intenso que es muy difícil de imitar estando despiertos. En esta fase la actividad cerebral es más intensa que mientras estamos despiertos.

 

Otro ejemplo: La frase “consúltalo con la almohada.” Durante el sueño nuestro cerebro sigue trabajando sobre cuestiones que nos preocupan de día, y no es raro amanecer con la solución a algo que despiertos nos parecía irresoluble.

 

Es además imprescindible para la vida. Cuando alguien dice que no duerme nada: Es un decir. Son muy pocos los casos de personas que de verdad no consiguen dormir nada y cuando no se resuelven en poco tiempo llevan a la muerte sin remedio.

 

Y no es cuestión de simple inactividad o reposo. En estas personas que no pueden dormirse de verdad, cuando los sedamos sin más, quedan en reposo, pero si no se producen las fases normales del sueño, con su actividad cerebral específica de estas fases, acaban muriendo de igual modo.

 

Todo esto quiere decir que durante el sueño se producen ciertas actividades del cerebro que son imprescindibles para que nuestro cuerpo funcione bien.

 

Y eso tiene dos consecuencias:

  • Aquel niño que no duerme bien, durante el día está más irritable, cansado, con falta de concentración. Y si no se resuelve la causa en poco tiempo acaba produciendo problemas de salud evidentes (problemas de corazón y circulación, gastrointestinales, hormonales…). Esto no se arregla ni con café, ni con “productos que te dan alas”, ni con una “ampolla de…” (Productos “milagrosos” para rendir más), sino durmiendo.
  • Por simetría, aquel niño que durante el día tiene buen humor, no para y está activo (sin tomar estimulantes), es que duerme bien. Aunque pensemos que no es así, duerma menos que el niño de la vecina, menos de lo que diga un libro o simplemente menos que nosotros.

De hecho, muchos de los problemas por los que consultan los padres sobre el sueño en niños, no son porque el niño no descanse, sino porque los padres interpretan como raro, algo que puede ser normal. O porque el ritmo de sueño que al niño le permite estar bien, impide a los padres que ellos descansen.

 

Teniendo claro que no hay dos niños iguales y que en realidad si uno está bien es porque duerme bien, podemos ver algunas de las características “normales” del sueño.

 

Se entiende por normal una aproximación a lo que la mayoría hace. Pero nadie hace todo lo que es normal.

 

Hay cosas que pueden ser simplemente variantes de la normalidad (no es exactamente como la mayoría, pero tampoco es malo) y otras que sí suponen un problema.

 

Vamos a ver lo que es “normal”.


Capítulo siguiente: Tiempo de sueño en niños…

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El colecho en niños

El colecho consiste en dormir con vuestro hijo. Una opción con sus ventajas y sus condicionantes.

Explicado de forma sencilla, el colecho consiste en dormir con los niños en la misma cama.

Desde que nacen hasta que el niño decide que quiere dormir sólo.

Es algo que defiende una corriente de opinión en Puericultura llamada «Crianza Natural».

Como explico en otros muchos artículos hay opciones diferentes para cada tipo de familia. No hay una correcta y otra incorrecta.

Yo he tenido la experiencia de explicar el colecho a algunos padres que te miran con cara de: «Pero ¿qué dice? Qué barbaridad. ¿Cómo voy a meter al niño en mi cama?»

A otros que lo hacen y temen decírtelo por si les «regañas».

Y otros que te dicen «orgullosos» que ellos hacen colecho como si pertenecieran a un grupo «antisistema».

A los del primer grupo les digo:

«Es simplemente una opción, que por lo que veo no es la vuestra, vamos entonces a hablar de como descansar todos bien, durmiendo el bebé en su cuna.»

A los de los otros dos grupos, les digo:

«Es una opción que habéis elegido. Si descansáis vosotros y lo hace el niño. Estupendo. Si queréis os aclaro algunas cuestiones sobre el colecho que tal vez no tengáis claras.»

A continuación les explico el contenido de este artículo, si así lo desean:

Colecho y muerte súbita del lactante

No hay estudios concluyentes al respecto.

Algunos estudios dicen que si los padres tienen un claro sobrepeso no es recomendable hacer colecho.

Y que no es aconsejable el colecho si alguno de los padres es fumador. Pero en este caso no os aconsejo que no hagáis colecho, sino que dejéis de fumar.

Se recomienda para evitar la muerte súbita del lactante usar un colchón firme (que no se hunda con facilidad) y no usar mantas pesadas ni demasiada ropa de cama.

Elegir el colecho implica cierto grado de compromiso

Los niños se adaptan con facilidad a los cambios en general. Pero a veces, en cosas que afectan a sueño, alimentacion o afecto es más difícil.

En el aspecto del sueño, como en cualquier otro, es responsabilidad de los padres hacer las elecciones pensando a largo plazo. No tenemos derecho a someter a los niños a nuestro continuo cambio de humor.

Si elegimos el colecho, sobre todo si decidimos mantenerlo por encima de los 6 meses, tenemos que plantearnos que estamos adquiriendo un compromiso al que debemos responder todas las noches. Si unas noches permitimos al niño que duerma con nosotros y otras no, el niño no lo va a entender, y van a aparecer los problemas.

Pensad varias cosas:

– Si no descansáis bien con vuestro hijo en la cama, a la larga el agotamiento pasa factura. Una factura que también paga el niño al convivir con unos padres agotados y de mal humor. Si dormís bien con él esto no es un problema. Pero no «os sacrifiquéis» metíendolo en la cama. Cuando ese es el planteamiento, el sacrificio acaba afectando siempre al niño.

– Evidentemente tener un niño en la cama limita la capacidad de tener relaciones de pareja. Pero como dicen algunos defensores del colecho: «¿Dónde esta escrito que sólo se pueda hacer el amor de noche y en la cama?» Aún así, es algo a tener en cuenta y que sea consensuado por los dos miembros de la pareja, para evitar que luego sea una fuente de conflicto.

– Si no estáis dispuestos a mantener esa situación hasta que el niño decida dormir sólo por sí mismo, al final vais a tener «que enseñarle a dormir sólo«. Y es más fácil y menos traumático para el niño cuanto antes se hace. Si preferís o no os importa que el niño siga durmiendo con vosotros hasta que lo decida, de nuevo esto no es un problema.

Como veréis dedico menos artículos al colecho que a aprender a dormir sólo. Lo hago porque para aquellos padres que ven como natural compartir la cama con el niño y descansan bien con él, hacen falta muy pocos conocimientos. Es muy intuitivo.

Aunque tampoco es todo tan bucólico como lo pintan algunos.

«Aprender a dormir sólo» es más complicado. Por eso la parte dedicada a esa opción es más larga.

No considero mejor una opción u otra. Esa elección no es mía, sino vuestra.