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Crianza y Educación

Entre el Amor y la Responsabilidad.

 

Cuando yo empecé mi formación como Pediatra, recibí información sobre crianza de los profesionales con los que me formaba.

Antes ya la había recibido de mis propios padres (somos 7 hermanos) y mis profesores.

Hay muchas formas de ver las cosas en estos temas. A mí, durante la especialidad, me explicaron poco. Pero en su mayoría, estaba más cercano al conductismo.

Ya tras acabar la especialidad, trabajando en atención primaria, hablando con padres y explorando en internet, conocí otra versión: “La crianza con apego».

Cada vez estoy más identificado con esta forma de ver la educación infantil. Pero muchas veces me encuentro con un problema que creo importante.

La mayoría de los autores que defienden la crianza con apego, se centran en la defensa del concepto inicial de esta teoría:

“Que el amor de los padres a los hijos es la guía fundamental para criar hijos felices.”

A veces dan una visión excesivamente bucólica de esa experiencia. Y cuando los padres que se guían por ellos se encuentran frente a situaciones normales en el crecimiento del niño (como rabietas, conductas agresivas…) no reciben respuesta más allá de la generalidad: “el niño debe tener sus razones, intenta comprenderlo”.

Hay muchos conceptos clásicos en educación y psicología, que parecen quedar fuera de esta teoría: Autoridad, normas, frustración… Pero son conceptos que responden a una realidad en las relaciones interpersonales. Y la crianza no es una excepción.

La mayoría de los defensores de la crianza con apego, atacan esos conceptos en su definición clásica. Fundamentalmente porque estos conceptos estaban tenían una carga ideológica importante que no comparten.

Pero yo creo que no hay que destruirlos, sino que pueden verse desde el enfoque de la crianza con apego, dándoles matices y un valor nuevo. Voy a intentar hacerlos comprensibles y útiles, en una visión de la crianza basada en el amor a nuestros hijos, en la flexibilidad y el reconocimiento de las fases de desarrollo normal de cada niño.

No voy a demonizar la frustración, ni las normas, ni la autoridad. Existen, son connaturales a la existencia humana. Lo que intentaré es explicaros como creo que podemos afrontarlas desde la visión central del amor y el respeto a los hijos.

Contenidos de Crianza y Educación

El amor como base de la crianza

Objetivos claros y estrategia flexible

Principios para entender la conducta humana

Principio de Superación

Principio de Adaptación

Fases del desarrollo infantil

El funcionamiento de nuestro cerebro

Consciente / Inconsciente

La programación de conductas

Fases del desarrollo infantil

Vamos a lo práctico

La importancia de la Educación

Los buenos padres

La Autoridad

La asimilación de frustraciones

Las Normas

La Ansiedad en la Crianza

La Programación de Conductas

El alimento como ansiolítico

El alimento como premio

¿Y Porqué dar pecho a demanda protege contra la obesidad?

El rechazo al alimento

Los miedos de los padres

Agresividad

Manipulación

Ingenuidad

En resumen:
Los padres y madres perfectos no existen
Y no menos importante: Los hijos perfectos tampoco existen


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La programación de conductas

La repetición de conductas inconscientes en los primeros años de vida, que permanecen para siempre en la personalidad

Lo que llamo programación de conductas es la única forma de prevención que conozco en psicología. Soy pediatra. Y los pediatras somos fundamentalmente preventivos. Intentamos que los niños crezcan con unos cimientos firmes. Tal vez por eso, veo la psicología infantil centrándome más en lo que se puede hacer para que no aparezcan los problemas, que en intentar ponerles un parche una vez que son evidentes.

Dar, a lo largo de los primeros años de vida, a nuestra personalidad, los esquemas de actuación básicos que nos protegerán el resto de nuestra vida, es algo que recuerda inevitablemente a la vacunación. Esta prevención se centra en los impulsos inconscientes, que influyen durante el resto de la vida en nuestra conducta.

Podemos agrupar algunos ejemplos de estos impulsos en tres grupos:

Alimentarios

El alimento como ansiolítico.

El alimento como premio.

El rechazo al alimento.

De autonomía

Los miedos.

Afectivos

Agresividad.

Ingenuidad.

Rabietas.

Estos son algunos de los ejemplos de conductas sobre las que podemos empezar a influir en los primeros años de vida y que tienen clara influencia en la forma de ser a largo plazo. Ayudar a nuestro hijo a que defina esas conductas durante los primeros años de vida de la forma más positiva para su desarrollo es lo que llamo programación de conductas.

Para saber como hacerlo es necesario entender un poco la psicología infantil y pensar en los efectos a largo plazo. Y en su aplicación, algo que facilita que el resultado sea el mejor es hacerlo con amor y respetando los ritmos de cada niño.

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Asimilación de frustraciones

La frustración existe, cómo afrontarla de forma positiva en la educación de los niños.

Otra palabra fea.

Será que no estabais avisados desde el principio.

Vamos a ponerlo en una frase en la que os va a sonar aún peor:

La Educación de los niños de una sociedad es un proceso por el que asimilan las Frustraciones acumuladas por esa sociedad a lo largo de su Historia.

Fea no. Es horrible.

Y sin embargo es una verdad como un templo.

A explicarlo.

Como dije en otro capítulo la frustración es como el dolor anímico o emocional.

Decimos que cuando alguien intenta una y otra vez algo, si no lo consigue llega un momento que se frustra.

Eso quiere decir que tras intentarlo y fracasar repetidamente, ya siente que al probar de nuevo tampoco lo conseguirá.

Y esa idea le resulta tan desagradable que prefiere no intentarlo más.

Se ha frustrado.

Hay muchas personas que defienden que la frustración es mala, y hay que evitarla en los niños.

Pero es que la frustración, como el dolor es algo inevitable en nuestra vida.

No siempre vamos a conseguir todo lo que deseemos en este mundo, y sobre todo no siempre lo vamos a conseguir a la primera y sin errores.

Luego la frustración aparecerá en ocasiones, por mucho que intentemos evitarla.

La diferencia entre unas personas y otras respecto a la frustración es la forma en la que la afrontan y lo que significa para ellas.

Lo primero que hay que entender es el significado de la frustración:

“Te estás equivocando, o en la forma o en el objetivo”.

Tener un avisador que nos alerte cuando nos equivocamos no es en ningún caso algo negativo.

Ante este aviso la reacción adecuada es valorar la importancia del objetivo:

Si no nos merece la pena hay que renunciar a él.

Si nos merece la pena, hay que buscar vías alternativas para alcanzarlo, porque la forma probada hasta ese momento no funciona.

Hay ciertos medios para alcanzar objetivos en la sociedad que han sido usados por el hombre desde siempre.

Algunos de ellos hemos ido aprendiendo que no funcionan o no debemos tolerar que sean usados por ninguno miembro de la sociedad porque limitaría la libertad y los derechos de los demás, alterando gravemente la convivencia.

Otros dañan fundamentalmente al que los aplica, simplemente porque no se ajustan a la forma general de actuar de los demás con los que vivimos.

Del primer tipo son la Violencia y la Manipulación.

Del segundo el Buenismo.

Asimilar desde pequeños en el ambiente familiar que estas conductas no son efectivas, evita muchos esfuerzos inútiles en el futuro.

Aprender a reconocer la frustración rápidamente como un aviso de que estamos actuando de forma errónea, nos da la oportunidad de no continuar un camino que no lleva a ninguna parte y tomar el adecuado antes de perder tiempo y dedicación de forma inútil.

Esto no quiere decir que busquemos activamente frustrar a nuestros hijos para que aprendan.

Pero sí, que no intentemos obsesivamente protegerlos contra ella, cuando usan medios que no funcionan o buscan objetivos contraproducentes.

Y de nuevo ¿Quién valora si un medio no funciona o los objetivos son contraproducentes? Pues vosotros, que para eso sois sus padres.

A este respecto, sed prudentes. Nadie, ni siquiera los padres somos poseedores de la verdad absoluta.

A veces tenemos tendencia a calificar un medio o un fin como inadecuado sólo porque a nosotros no nos dio resultado.

En algunos casos nuestro hijo necesita equivocarse por si mismo, y a veces demostrarnos que es capaz de algo que nosotros no supimos conseguir.

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La autoridad

Autoridad en la educación. Una forma de proteger a los niños durante su crecimiento.

¡Qué palabra más horrible!

Es pronunciarla y piensas en la monja con malas pulgas que te castigaba continuamente en 2º de EGB, en bigotitos ridículos de dictador, en el látigo, en el castigo sin salir una semana por llegar un minuto tarde.

Vamos, un asco de palabra.

Ahora viene la segunda parte:

Tienes un hijo.

Tú tienes más experiencia que él.

Reconoces de forma instantánea el peligro que representan ciertas situaciones.

Algunos de ellos tu hijo aún no es capaz de entenderlos aunque intentes explicárselo.

Ejemplo:

Niño de dos años que va andando por la calle un metro por delante de ti.

Arranca a correr y se acerca rápidamente a una carretera. Va a cruzar sin mirar.

Desde su altura (menor que la tuya y entre coches aparcados) no ve que se aproxima un coche.

Y aunque te movieras a la velocidad del rayo, no te daría tiempo a cogerlo.

Tú das un grito diciéndole que se pare.

La diferencia entre que pase de ti y lo pille el coche o se detenga en el acto es un ejemplo de Autoridad.

Ya no suena tan mal la palabreja.

Se pueden dar ejemplos parecidos con los cables eléctricos, los bordes de precipicios, las piscinas, el fuego, la olla de agua hirviendo… pero también para que deje de pegar a alguien, romper objetos, interrumpir una rabieta o incluso para que haga cosas que debe hacer por su propio bien.

Dicho de otra manera:

La Autoridad es algo que nace de la responsabilidad de los padres.

Por sí sola se va apagando con el tiempo, conforme el niño va entendiendo las consecuencias de sus actos y sus peligros.

Pero mientras no tiene esa conciencia es responsabilidad de sus padres el protegerlo.

Y muchas veces eso significa imponer algo que el niño aún no entiende.

La Autoridad es la capacidad de los padres

para conseguir que el niño

obedezca una orden suya

sin entenderla.

Es vital para proteger al niño que los padres la tengan.

Pero la Autoridad tiene sus reglas:

1º Es difícil de conseguir y fácil de perder.

2º Hay que ser muy selectivo al aplicarla.

Para conseguirla hay que ser coherente.

Debéis pensarlo mucho antes de enfrentaros con vuestro hijo.

No viváis en continua guerra por cualquier tontería.

Lo que os concede la Autoridad es la continuidad de vuestra victoria en los enfrentamientos en los que habéis manifestado claramente vuestra postura

Todo padre y madre tiene su cara y voz de Autoridad. Una forma de decir las cosas que transmite al niño la idea de que esta vez no se sale con la suya.

Es importante que cuando uno de los padres desencadena esta situación el otro lo apoye.

Luego, sin el niño delante se podrá discutir cuanto se quiera de si estaba o no justificado.

Conviene que la expresión de autoridad ocurra inmediatamente después o lo antes posible después de que aparece el comportamiento inadecuado.

Por ejemplo, cuando un niño se porta mal en casa de unos amigos y le regañamos horas más tarde al llegar a casa, no sirve, el niño no lo asocia con la conducta problemática.

Es importante seleccionar las situaciones en las que es necesario llegar al enfrentamiento.

Tened en cuenta que el niño tiene pocas cosas que hacer y es para él mucho más fácil mantener la presión para conseguir algo que para vosotros.

Recordad que para mantener la Autoridad es necesario un claro recuento de victorias a vuestro favor y cuanto mayor sea el número de luchas, más difícil os resultará.

 

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Embarazo

Los buenos padres

Mejorarte como persona, la mejor forma de mejorar como padre y educar a tu hijo.

Cuando hablamos de educación pensamos casi siempre que es algo que se hace sobre los hijos. Aunque bien aprovechado es algo que los hijos hacen también sobre sus padres. Yo he aprendido mucho de mi hijo, entre otras cosas a conocerme mejor a mí mismo.

Los niños no sólo aprenden de nosotros aquello que les transmitimos de forma intencionada.

Aprenden más de lo que les comunicamos de forma inconsciente.

Existen muchas formas de comunicación.

Y la comunicación no verbal es mucho más potente que la verbal.

Decir a un niño que actúe de una forma mientras nos ve actuar del modo contrario continuamente, es un mensaje al menos confuso.

Dado que todos tenemos nuestra propia forma de ser y cuesta mucho esfuerzo modificarla, es algo que debéis plantearos de forma consciente y concienzuda.

Sobre todo si tenéis algún rasgo de vuestro carácter que sabéis que os causa problemas es importante que intentéis corregirlo para no transmitirlo a vuestros hijos de forma inconsciente.

Es especialmente importante que intente controlar esos aspectos de su carácter la persona que domina en la relación entre los padres, cuando esa dominación existe (lo cual no es deseable). De hecho el primer rasgo a corregir sería no ser dominante.

Un niño tiene más facilidad para asumir por buena la forma de actuar de la persona dominante en un ambiente (la familia, la escuela…).

En este aspecto hay una serie de rasgos negativos que es frecuente que se transmitan a los hijos de forma inconsciente (son ejemplos para que se entienda):

El “egocéntrico con ataques de nervios”.

Hay personas que pierden los papeles con mucha facilidad.

Cuando se comunica con otro, no para de hablar (frecuentemente gritando), sin atender a nada que puedan hacer o decir aquellos a los que va dirigido su mensaje. Repitiendo una y otra vez la misma frase. Con gran gesticulación y una fuerte carga emotiva y teatral.

Su comunicación con los demás es totalmente unidireccional. Para estas personas comunicarse es expresar a los demás lo que ellos sienten. Pero nunca escuchar al otro.

El flujo de comunicación que sale de ellos es tan intenso que no permite que entre nada.

Es LA PEOR característica (es mi opinión) que se puede tener para ser padre o madre.

Genera en las personas con las que se relaciona una especie de escudo protector que hace que lo ignoren absolutamente.

Lo que suele “ponerlos aún más de los nervios”.

Si le funciona y controla a su familia de ese modo, sus hijos es fácil que imiten su conducta, asumiendo la forma de actuar del agente dominante.

Y como buenos imitadores del modelo, basaran la comunicación con sus padres en no escucharlos nunca pero exigir continuamente su atención.

Estas familias funcionan como discusiones de sordos: “Todos gritan y nadie escucha”.

La virtud contraria a este defecto es la Serenidad, que es, para mí, la mejor virtud de unos buenos padres.

El Miedo.

Conozco a gente que parece como si estuviera siempre encogida sobre si misma, como agarrotada. Continuamente en tensión.

Es como si les doliese moverse por el mundo. Tienen miedo a lastimarse con cualquier cosa y ante cualquier iniciativa de los demás se retiran.

Con sus hijos suelen ser súper-protectores. Necesitan dominar totalmente el entorno de su hijo, porque les obsesiona el miedo a peligros desconocidos.

Crían a sus hijos en jaulas doradas.

Si el niño tiene un carácter fuerte puede acaba rebelándose ante ese ambiente agobiante.

Si no tiene mucho carácter será como ellos.

Han estado tan sobre protegidos que desarrollan una intolerancia extrema al dolor, la frustración y la adversidad.

Si descubren las drogas durante el proceso de emancipación de la protección familiar es fácil que sustituyan una forma de huida de la realidad, por la otra, o que sustituyan la protección familiar por la de cualquier otro que se cruce en su existencia.

Por algo uno de los tatuajes más populares entre los heroinómanos de los `80 era: “Amor de Madre”.

Es importante que estos padres saquen fuerzas de flaqueza para ser un apoyo suficientemente firme para sus hijos.

Deben ser capaces de aceptar cierto grado de peligro asumible.

Hay que dejar que el niño de vez en cuando se dañe con cosas poco graves para que sepa evitar las que realmente lo son.

La virtud que contrarresta este defecto es la Confianza. En uno mismo y en las capacidades del hijo.

La Falta de auto-estima.

Algunos padres no se quieren a sí mismos, piensan que valen menos que los demás.

No es raro que a estos individuos desde pequeños, las personas que “supuestamente” les querían, les hayan repetido una y otra vez lo poco que valen.

Cuando tenemos un hijo intentamos poner en él lo mejor de nosotros mismos.

Si tenemos muy arraigada la idea de que no valemos nada es eso lo que le daremos a nuestro hijo.

Conozco varias formas de falta de auto-estima:

El arrogante. Sufre una inseguridad del valor propio, que le hace necesario mostrarse constantemente por encima de los demás. Necesita que los demás le reconozcan como superior para no sentirse inferior.

Como siente la necesidad de sentirse superior a los demás, no parará hasta que su hijo se sienta inferior a él.

El apocado. “No valgo nada, por mí no te preocupes, decidid vosotros que yo me amoldo a lo que sea.”

Y su hijo, que es parte de él tampoco vale nada, con lo que se dedica continuamente a desmotivarlo. “No merece la pena que te esfuerces, eres como yo y nunca llegarás a nada.”

El enemigo de sí mismo. Se repite continuamente “lo poca cosa que es, lo mal que lo hace todo, lo estúpido, feo, gordo… que ha sido, es y será siempre.”

El odio es como el pus, se retiene y va creciendo hasta que al final se derrama sobre los demás.

La virtud contraria a este defecto es evidentemente la Auto-estima.

Nada en este mundo es definitivo. Se puede caer (todos lo hacemos alguna vez) pero hay que saber levantarse y no vernos nunca incapaces de nada que deseemos.

Y sobre todo tener una coraza que nos proteja de las opiniones de los demás sobre nosotros. Nadie te conoce mejor que tú mismo. Y que alguien diga que eres de un modo u otro, no lo hace cierto.

No es que no los oigas, pero si te encuentras con arrogantes en tu ambiente, debes entender que son personas que se consideran menos que tú, pero para no sentirse pura basura sienten la necesidad de hundirte a ti.

Tu tienes defectos, pero es que todos los tenemos.

No son tus defectos los que te hacen mejor o peor que los demás, sino la forma en que tú superas los tuyos.

En lugar de intentar hundir a los demás por debajo del nivel que tú crees tener, esfuérzate por superarte a ti mismo.

Y ante todo, no dañes la auto-estima de tu hijo corrigiendo cada gesto y recordándole continuamente sus errores.

Anímale a que se supere y a no prestar atención a los que lo atacan con el único propósito de hacerle daño. Y evidentemente no seas tú uno de ellos.

Agresividad.

Es una herramienta que muchos siguen usando en el medio privado, pero que el Estado se reserva en exclusiva en la sociedad.

Cada vez se tolera menos en ese medio privado y debe ser así, porque el ejercicio de la fuerza de un individuo hacia otro nunca es un argumento.

Sólo se justifica para la defensa o la contención: Evitar que el otro con su agresividad provoque daños. De hecho el mismo Estado sólo debe usarlo con ese fin.

Y en esos casos siempre debe ser menor el daño fruto de la defensa que el que podía sufrirse por no defenderse.

Como ya hemos explicado, en un determinado medio, es fácil que los niños tiendan a imitar la conducta del individuo dominante.

Por eso no es raro que los maltratadores sean hijos de maltratadores y eduquen maltratadores.

El mejor consejo si convives con un maltratador (o maltratadora, que también las hay, aunque parece que sea tabú hablar del tema) es que lo abandones, y lo hagas ya.

Si de verdad piensa cambiar, que lo haga, pero que se lo demuestre a otra persona.

Si eres tú la persona agresiva, pide ayuda. Es muy difícil evitar la agresividad, pero se puede con ayuda profesional. Pídela o acabarás perdiendo a las personas que quieres.

La virtud contraria a este defecto es la Tolerancia

y de nuevo la Serenidad.

Amenazar sin cumplir.

Si no te portas bien, no vendrán los Reyes Magos”.

Evidentemente al final vienen los Reyes Magos.

Tal vez algunos padres piensan que cuando al niño le dicen algo que le interesa se le olvida con facilidad. Pues no es así.

“Si no comes papá no te va a querer”.

El amor de los padres por su hijo NO es algo negociable.

Debe ser algo con lo que el niño cuente siempre.

Llegará la adolescencia, y con ella la apertura a las influencias de amigos y enemigos.

En ese momento crucial de su vida, vuestra opinión tendrá para él, respecto a las demás, el valor que él otorgue a vuestro cariño.

“Como no comas te llevo al médico a que te ponga un pinchazo”.

Va al médico y lo pasa fatal.

Y encima no le pincha.

“Como vuelvas a hacerlo, te voy a quitar todos los juguetes y se los voy a regalar al primer niño que pase por la calle”.

“No hay huevos” (con perdón), es lo que pensaría el niño si usara tacos.

Y no los hay.

En resumen, que ser padre es muy complicado y hay que morderse mucho la lengua.

Todos somos esclavos de nuestras palabras.

Pero los padres mucho más que los demás.

No hay mejor forma de perder totalmente el respeto de nuestros hijos que amenazarle o prometer continuamente cosas que no cumplimos. Y que además sabemos desde el principio que no vamos a cumplir.

El martillo repetidor.

No seáis excesivamente repetitivos.

La saturación del lenguaje verbal lleva a que te ignoren.

Es mucho más efectivo decir lo que queremos claramente una vez y apoyarlo con nuestra conducta de forma constante que repetir 30 veces lo mismo.

Por ejemplo:

Hay niños que vomitan cuando no se les concede un capricho.

Ante eso hay padres, que cada vez que empieza a hacer arcadas, se ponen atacados y empiezan con el:

“No se te ocurra, no te atrevas, como se te ocurra… siempre hace lo mismo…” tralará, tralará, tralará.

Y así hasta que vomita.

Pero con tal de que no vomiten y a veces después de que lo haga ceden y le dan aquello que pedía.

Mensaje captado por el niño:

Quiero algo y no me lo dan.

Obra de teatro.

Mi papel: ¡Que vomito!!!!

El de mis padres: Se ponen atacados y me lo dan.

Pues nada, cada vez que se pongan tontos a repetir la función, que nos la sabemos todos muy bien.

Lo que creo que deberían hacer es:

Cuando te pide algo piensa un poco.

Puedes darle lo que pide y no le perjudica: Dáselo antes de armarla.

No puede ser o le perjudica:

Vomitar es algo desagradable incluso para el niño.

Lo hace porque le funciona para lograr el objetivo, no porque le guste el medio.

Si vomita, sin perder los nervios (no sirve para nada perderlos), lo limpiamos y le repetimos que lo que pedía no se lo podemos dar, y que vomitando no lo va a conseguir.

Todo con Tranquilidad.

Menos palabras,

menos nervios

y más coherencia.