«Mi hijo siempre está malo » Algo muy frecuente el primer año de guardería. No busques respuestas milagrosas sino entender cuándo preocuparte o verlo normal.
¿Tienes un hijo menor de tres años que acude por primera vez a la guardería este año?
Si es así, seguro que el título te ha llamado la atención. Debes llevar dándole vueltas desde hace meses.
Es frecuente que el primer año de guardería pagues para que se ponga malo. Va dos días, una semana sin ir. Vuelve otros dos días, otra semana malo…
Suelo decir que si uno calcula lo que se paga de guardería y el número de días que va de verdad, sale más caro que enviarlo a estudiar a EEUU.
Como habréis deducido, es bastante normal. Vuestro hijo no es una excepción. No tiene las defensas mal.
Y no es que no acabe de curarse ni que tenga un «resfriado mal curado». La causa real es que no han acabado con una infección cuando ya están incubando la siguiente.
¿Porqué está malo constantemente?
Cuando un niño se escolariza por primera vez empieza a tener relación con muchos niños que provienen de familias difrerentes. Sin que un niño se relacione con otros también puede enfermar. Los adultos lo hacemos con menor frecuencia porque ya hemos pasado y formado defensas contra la mayoría de los gérmenes que nos rodean.
Para que se entienda voy a poner un ejemplo conocido: La varicela.
La mayoría la hemos pasado en nuestra infancia. Las personas que han pasado la varicela, si en un momento determinado tienen una bajada de sus defensas pueden reactivar ese virus, que está como hivernando en nuestro interior. Aparece lo que llamamos una «Culebrina» o herpes zoster.
Cuando un adulto tiene una culebrina libera vírus de la varicela. Si un niño está cerca y aún no la ha pasado, puede desarrollarla. El período de incubación es de 7-10 días habitualmente. Y en ese tiempo el niño ya está liberando virus que pueden contagiar a otros.
Si un niño no está escolarizado las posibilidades de que un adulto de su entorno desarrolle una culebrina son bajas.
Pero si está escolarizado las posibilidades de que alguno de sus compañeros tenga contacto con un adulto con culebrina se multiplican.
Por eso enferman más si van a la escuela.
¿Deberíamos evitarlo no llevándolo a la escuela hasta que sea mayor?
El sistema defensivo es un elemento que como todos los demás en los niños está en construcción. Pero es uno de los que maduran más rápidamente hasta el máximo de capacidad. Nos va en ello la supervivencia.
Los primeros 3-4 meses contamos con la ayuda de los anticuerpos que pasa la madre a su hijo a través de la placenta.
Tras el nacimiento la ayuda puede mantenerse a través de la lactancia, pero de forma más limitada que en la primera fase.
A partir de ahí los niños deberían haber desarrollado su propia capacidad de defenderse.
Suele considerarse que las infecciones en menores de 3-6 meses son más graves que en niños mayores de los 6 meses. Porque antes de esa edad consideramos inmaduro al sistema defensivo.
Y eso nos lleva a algo: Que la escolarización antes de los 6 meses debería estar contraindicada. Pero para eso sería necesario que la baja tras el nacimiento durase ese período como mínimo.
A partir de esa edad las probabilidades de un niño de enfermar cuando se escolarice son las mismas, lo haga a los 6 meses o a los 6 años.
La diferencia está en que se hará de forma más condensada si se escolariza pronto. Si lo hace tarde irá pasando infecciones a un ritmo menor. Pero el resultado final, si hiciésemos un recuento del número de infecciones sufridas sería casi el mismo.
Pero algunos niños están malos con más frecuencia que otros
Eso es algo que cualquiera puede apreciar. Los propios trabajadores de las escuelas infantiles lo notan y cuando los padres hablan entre sí también.
¿Qué ocurre? ¿Es que hay niños que sufren todas las infecciones y otros que no? Pues en realidad está ahí la diferencia. Lo que marca la diferencia entre las veces que enferman los niños no es que los gérmenes no afecten a unos y si a otros. Sino la forma en la que lo hacen.
Hay niños que cuando contactan con un virus, por ejemplo, desarrollan algo de moqueo y en un par de días están bien. Otros ante ese mismo virus se defienden haciendo fiebre alta, una bronquitis, vómitos, diarrea… Síntomas mucho más llamativos. Y en realidad el segundo, el que parece enfermar más no es que tenga una falta de defensas, sino que responde de forma mucho más exagerada.
Luego hay niños que tienen una mayor tendencia a que ciertos gérmenes aniden en su cuerpo. Es el caso de los niños con amigdalitis (anginas) o infecciones de orina de repetición.
En estos niños hay cosas que podemos hacer para reducir su tendencia a reaccionar de forma exagerada frente a las infecciones o a evitar esas infecciones de repetición. Es labor del pediatra ir un poco más allá de tratar cuadros agudos uno tras otro y plantear estrategias de prevención. Especialemente cuando el cuadro que sufre el niño es repetitivo y casi siempre con el mismo patrón.
No podemos evitar que el siguiente germen con el que tenga contacto le infecte. Pero sí podemos modular o prevenir ciertas formas de enfermar que vuelven una y otra vez.
El problema para hacer ese planteamiento es que se necesita tiempo. Muchos pediatras no disponen de ese tiempo por masificación y el resultado es que se pierde la oportunidad de conocer adecuadamente a un paciente hasta el punto de poder controlar bien sus particularidades y prevenir problemas posteriores. Lo que reduciría la demanda.
Otro problema es la continuidad. Ante la masificación de muchas consultas algunos padrs se ven obligados a acudir una y otra vez a urgencias y eso hace que su hijo sea atendido como cuadro agudo una y otra vez sin que ningún pediatra de urgencias pueda establecer una estrategia de prevención estable y que pueda seguir para adaptar a la evolución del niño.
Por eso, cuando un niño empieza la escolarización, mi consejo a los padres es que tengáis un pediatra de referencia al que acudáis cada vez que vuestro hijo enferme y recurráis a urgencias sólo cuando no podáis hacerlo a vuestro pediatra «de cabecera».
Pero ante todo, y a pesar de lo desesperante que pueden ser estos primeros años, asume que es normal que mañana pueda tener una nueva infección y da gracias si pasa una tras otra sin necesitar ser hospitalizado. Porque eso significa que en realidad está superando este reto de forma adecuada y debe hacerlo.