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Si no come bien ?, la solución no es insistir, es resistirse a lo que no debe.

Si no come bien, lo has probado todo y quieres algo efectivo, cambia el chip

«No come bien» Una de las quejas más frecuentes de los padres que se traduce en una pelea en cada comida para que la acepte, cuando debería ser al revés.

No deja de asombrarme cada vez que lo veo en la consulta:

¿Cómo es posible que haya tantas familias que estén convencidas de que su hijo no comería si no le insistiesen?

Os voy a pedir que os quitéis de la cabeza por un momento vuestro caso concreto y respondáis a las siguientes preguntas de forma general:

  • ¿Conoces algún ser vivo que no sienta hambre?
  • ¿Crees que algún ser vivo de este planeta puede morir de hambre si se le ofrece comida de forma regular?
  • ¿De verdad crees que tu hijo es la única excepción en toda la Naturaleza?

Si tu hijo «no come bien» y llevas tiempo peleando en cada comida para que la acepte te propongo una alternativa descabellada…

Hay algo que raramente falla en las familias que acuden a la consulta porque su hijo «no come bien»:

  • El niño está sano.
  • El niño no para.
  • El niño sí que come, pero sólo lo que le gusta y cuando le apetece.

Los padres se quejan de que:

  • Tengo que darle yo de comer.
  • Cada comida es una pelea.
  • Cada vez come peor. No sólo es imposible que tome alimentos nuevos, sino que rechaza algunos que antes tomaba bien.
  • Es ver la comida y ya la rechaza.

Lo primero es comprender porqué tu hijo «no come bien»

Cuando tenemos una idea sobre la cantidad que un niño debe comer y no se cumple empiezan los problemas.

A veces esa cantidad nos la han dicho «los expertos». Es lo que ocurre cuando damos un potito para una edad determinada y el bebé nunca lo acaba o cuando no hay forma de que tome la cantidad de leche que indica la lata para su edad. Ocurre también cuando tiene un percentil de peso por debajo de la media. O ya si rizamos el rizo y nos ponemos a buscar listas de «requerimientos nutricionales»…

Todas estas cifras son «medias». Son cifras que se obtienen de una estadística en la que hay niños que comen más que la media y otros que comen menos de la media.

Pero todos los que usamos para hacer la estadística, incluidos los que comen menos de la media están sanos.

No tiene sentido que intentemos que la cantidad que come un niño concreto sea la media exacta. Porque además nadie come siempre la misma cantidad.

Pero en otros casos es que hacemos una cantidad y nuestra cabeza nos dice que eso es lo que tiene que tomar. Porque sí. Porque yo lo he pensado así.

¿Qué pasa cuando las necesidades del cuerpo del niño son menores?

Hay dos opciones:

  1. Nos damos cuenta de que nos equivocamos.
  2. Nos peleamos con el niño para que coma «un poquito más». Seguido de «otro poquito más»….

La consecuencia de esa pelea es:

  • Que convertimos el momento de la comida en algo desagradable. Lo que empeora poco a poco la situación y nuestra relación con nuestro hijo.
  • Que convertimos al niño en un comedor pasivo. Ya que no come por iniciativa propia al no confiar nosotros en esa iniciativa, le forzamos a hacerlo sin hambre, y hacemos que nunca muestre interés por la comida. Lo contrario de lo que buscábamos.

Esto es algo muy frecuente por desgracia en crianza. No entendemos las cosas como son y acabamos generando justo lo contrario de lo que buscamos.

¿Y si la solución para que coma bien es justo la contraria?

Es muy posible que ya lleves tiempo en esta pelea para que coma. Tal vez ya estés harta de esa lucha cada vez que toca comer.

Si aún no estás bastante cansada de esto, sigue una temporada y vuelve para seguir leyendo entonces. Cuando te des cuenta de verdad de que te estás equivocando.

La clave no es pelear para que coma lo que debe, sino Resistir cuando después nos pide comer Lo Que No Debe

Todo niño vivo come. Espero que no discutamos hasta esto.

Todo niño activo come la cantidad necesaria para mantener esa actividad. Los niños no fabrican energía de la nada. Espero que esto también lo entiendas.

Luego si no come la comida de verdad, es porque está «manteniéndose» con otras cosas.

Haz el siguiente ejercicio:

  1. Haz una lista con esas cosas que sí come. Son lo que llamamos «comodines». 
  2. Elimina especialmente:
    1. Zumos, ni siquiera naturales.
    2. Infusiones, ni siquiera manzanilla.
    3. Batidos, natillas, yogur y derivados, flan, gelatina…
    4. Productos para niños. Ni siquiera compres los «que suben las defensas», ni los «reforzados con hierro y DHA», ni los «que tienen muñequitos» dibujados, ni siquiera los que tienen «el sello de la AEP»…
    5. Cereales para bebés.
    6. Pan, galletas, gusanitos, piquitos de pan….
  3. Sí puede comer:
    1. La misma tostada que comes tú.
    2. Esa misma fruta que comes tú.
    3. La ensalada que comes tú.
    4. Comida de olla: La que comes tú.
    5. La misma cena que comes tú.
    6. El mismo bocadillo que comes tú.
  4. Ofrécele 5 comidas al día:
    1. Desayuno: Su leche (Pecho, leche entera normal y corriente si tiene más de un año, leche adaptada si es menor, sin cereales ni azúcar. La leche sabe a leche). Acompañándola de lo que tú desayunas (Fruta, tostada, una magdalena o un trozo de bizcocho casero…)
    2. Media mañana: Bocadillo (con pan normal o integral, no de molde) y/o fruta.
    3. Medio día: Comida de olla (potajes, cocidos, estofados, arroz con carne o pescado…). Plato único. No hay segundo ni postre.
    4. Merienda: Como la media mañana. Bocadillo y/o Fruta.
    5. Cena: Lo que cenes tú: Carne o pescado con guarnición de verduras. Tras eso si quiere su vaso de leche (sin cereales).
  5. No hay más bebida que el agua.
  6. No peleas con él para que las coma. Le avisas de que la comida está en la mesa y apagas la televisión o equivalente emboba-niños (móvil o tablet). Si llora que llore. Si no hace ni caso y quiere seguir jugando, déjale.
  7. Si te pide comida, le ofreces el último alimento que habías preparado. En la siguiente comida pasamos a lo que toque. No le perseguimos con lo mismo comida tras comida.
  8. Esta pauta es PARA SIEMPRE. Aplícala con paciencia y tranquilidad.

Y descubrirás algo: Tu hijo tiene hambre. Y va a llorar pidiéndote las cosas del punto 2.

La clave no es pelear para que coma lo que debe. Es aguantar para no darle lo que no debería haber comido nunca:

Productos ricos en azúcar que distorsionan la alimentación empobreciéndola.

Porcentaje de efectividad de esta medida: 100% – Porcentaje de padres que la aplican de verdad: Tal vez un 10%

Quien sepa por qué no lo hacen todos los padres, por favor, que me lo explique….

Pensamientos parásitos que dan vueltas en nuestra cabeza y nos llevan a no aplicarlo:

  • «Es que no ha comido nada ¿y si le pasa algo?». Hay millones de niños en este mundo que por desgracia pasan hambre. Ni uno sólo de esos niños se muere si se le ofrecen 5 comidas variadas al día. Si piensas que tu hijo es el único que ha nacido sin hambre, te equivocas. ¿Por qué crees que llora para que le des su «comodín»?
  • «Si no le insisto no comería». No es cierto. Lo que puede ocurrir es que no coma la cantidad que tú quieres. Pero si esto ocurre de forma mantenida y el niño sigue sano y activo, quien se equivoca eres tú. Te puedo decir que en mi experiencia son los padres los equivocados prácticamente siempre. Tenemos una idea de lo que deberían comer que supera sus necesidades.
  • «Es que yo lo hago, pero x (abuela, abuelo, el otro progenitor, la cuidadora…) no lo cumple». Entonces hay dos opciones: O hablamos los adultos como adultos, en serio, o da el tema por perdido.

Y la reina de todas las excusas

  • «Es que me da pena». Una dieta pobre en los primeros años de vida puede cambiarse. Con 7, 8, 10 años ya no hay forma. Cuando son pequeños sólo pueden comer lo que los adultos les damos. Conforme crecen aumenta su capacidad de buscar alimentos alternativos. Si un niño tiene la típica dieta pobre (mucho azúcar, poca o nada de fibra) tiene todas las papeletas para sufrir en cadena:
    • Estreñimiento. No les gusta la fibra. La fibra son alimentos difíciles de procesar, que no saben a nada. Además cuando tomamos un alimento rico en azúcar sin fibra se absorbe rápidamente. La subida rápida de azúcar estimula al cerebro a liberar endorfinas. Las endorfinas son las «hormonas del placer». El azúcar tiene premio y produce adicción.
    • Obesidad. Sí. La mayoría de los niños que «no comen bien» acaban con sobrepeso. Es una dieta rica en azúcar sin fibra que se absorbe con facilidad y se acumula en forma de grasa. La mayoría de los malos comedores tienen sobrepeso evidente antes de los 10 años.
    •  Diabetes. A fuerza de sobrecargar al cuerpo con azúcar llega un momento que agotamos nuestra capacidad de manejarla y aparece la diabetes tipo 2. Cada vez es más frecuente en niños la que antes llamábamos «diabetes del adulto».
    • Colesterol alto. El exceso de azúcar se almacena en forma de grasa. Una parte de ese azúcar se transforma en colesterol aumentando sus cifras aunque el niño no coma grasas.
    • Cáncer de Colon. Con el tiempo, tras toda una vida de dieta inadecuada, puede aparecer el cáncer de colon.
    • Esta sucesión no es un «asusta viejas». Es una realidad cada vez más frecuente. Una realidad que marca la existencia de cada vez más gente, limitando su calidad de vida y acortándola. No solucionar esto sí que debería darte pena. Que llore por no darle su «dosis de azúcar» hasta que se «desenganche», es lo que debemos hacer para corregir los errores previos que hemos cometido.

Si tienes la suerte de leer esto antes de introducir la alimentación complementaria estás a tiempo de hacerlo bien desde el principio.

Siempre os pido que compartáis los artículos.

Pero éste, si te ha gustado y conoces alguien a quien pueda ayudar, ¡compártelo, por favor!

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Mi bebé no quiere comer

Mi bebé no quiere comer más

Las causas más frecuentes por las que un bebe no quiere comer. Cómo saber si come lo suficiente o tiene algún problema.

Como pediatra y como padre sé que una de las principales preocupaciones cuando estás criando un bebé es que se alimente bien. Cuando un bebé no quiere comer suenan todas las alarmas. Sabes que es una necesidad básica y que si no se alimenta bien va a afectar a su salud, a su crecimiento…

En la consulta soléis expresarlo tal cual: «Mi bebé no quiere comer».

Si ya me conocéis sabréis que para mí lo útil son los matices. Que son los detalles que diferencian cada caso los que pueden llevarnos a soluciones concretas y útiles. Así que voy a ir desgranando las variantes que veo en esa frase.

La primera distinción importante es el tiempo. ¿Tienes la sensación de que tu bebé come poco o rechaza la comida desde siempre o es algo nuevo que ocurre hace poco tiempo?

Esta distinción es esencial, porque cuando es desde siempre es el resultado de un problema crónico o parte de su forma de ser, mientras que si ocurre desde hace poco es fruto de un problema nuevo o una variante normal en los seres vivos.

Vamos a tratar cada uno de los casos.

Mi bebé no quiere comer desde nunca

Hay problemas crónicos que pueden hacer que un niño sea mal comedor durante años. Voy a poner un ejemplo que me gusta: El niño que tuvo cólico.

Seguramente sabrás que el Cólico del Lactante es un tema que me encanta. Básicamente hablamos de él en bebés que durante los primeros meses de vida lloran de forma inconsolable sin que haya un problema identificado que lo justifique.

En mi experiencia eso no existe. Todo bebé que llora lo hace para comunicar que no estamos cubriendo adecuadamente sus necesidades o que tiene molestias.

En los primeros meses de vida el bebé debe adaptarse a un montón de cambios. Algunos los lleva mejor y otros peor. Entre los problemas que pueden causar esas molestias que llamamos cólico están alergias e intolerancias alimentarias, reflujo ácido y otras cuantas más.

Primer ejemplo, lo rechaza todo: el Reflujo Ácido

Cuando un bebé nace casi no produce ácido en su estómago. Pero va a ir aumentando esa producción en las primeras semanas de vida.

Esto lo notamos porque cuando al principio echa alguna bocanada de leche, sale tal cual, sin cortar. Pero llega un momento en que si echa sale cortada. Huele a agrio y vemos como líquido transparente con grumitos blancos. Eso es leche cortada por el ácido del estómago.

El problema viene cuando se produce demasiado. Si esto ocurre aparecen las molestias. Lo más típico es que un bebé que antes comía tranquilo empiece a interrumpir las tomas llorando de dolor y arqueándose hacia atrás una y otra vez. Una toma tras otra.

Hay veces en que estos bebés no echan bocanadas y a pesar de todo ganan peso. Si esto ocurre puede que el Reflujo no se diagnostique. Y sin tratamiento este problema puede prolongarse durante meses. Suele acabar revirtiendo por sí solo, pero a veces tras más de un año de molestias en cada comida.

Esto puede marcar la relación del niño con la comida durante años. Que cada vez que comes acabes con dolor es la mejor forma de generarte un rechazo por el alimento. Son niños que por ser catalogados como cólico no resolvieron un problema que ha prolongado su efecto durante mucho más de los «para los 3 meses dicen que se quita».

Segundo ejemplo: Rechaza la leche, acepta queso y yogur

Algo similar puede ocurrir en las intolerancias o alergia alimentarias, en las que la molestia aparece tras tomar el alimento que se tolera mal. El más típico en nuestro medio son los niños que rechazan la leche líquida, pero aceptan el yogur o el queso. ¿Cuál es el motivo? ¿Qué diferencia hay entre una forma y otra de lácteos?

Pues la Lactosa. Yogur y queso son lácteos fermentados. Esto significa que la lactosa ha sido transformada en ácido láctico por los gérmenes que hacen el yogur o el queso. Por tanto son alimentos en los que la lactosa es casi inexistente.

La lactosa es un azúcar que no podemos absorber sin romperla. Para hacerlo producimos un enzima en nuestro intestino, la lactasa.

Pero hay gente que no produce cantidad suficiente. El resultado es que cuando toman cantidades importantes de lactosa (leche líquida) no la absorben. Queda en el intestino, donde algunas bacterias la aprovechan para alimentarse y generan gases y algunas sustancias que irritan el intestino.

Entonces ocurre que cada vez que el niño toma leche líquida tiene molestias al poco rato. Una y otra vez. Acaba relacionando la leche líquida con dolor y llega un momento que la rechaza.

Tercer ejemplo: Poco interés y se enfada si le insisto pero no para

Este grupo es importante. De hecho es el más frecuente en la consulta.

Hay bebés cuyas madres dicen que come mal, pero que no tienen molestias como los casos anteriores. Son bebés que están alegres, sanos y muy activos. Pero llega la comida y la liamos…

Incluso muchas madres me hacen una descripción pormenorizada de las cantidades que toma en el día y objetivamente son escasas comparado con la mayoría de bebés de su edad o peso.

Pero ellos están bien. Son activos, no paran y a excepción de las comidas, en las que el niño se pone a la defensiva y no paramos de pelear, el bebé está contento y sin molestias.

¿Qué ocurre? Pues que hay un problema. Pero no es del bebé, es nuestro. Tenemos unas expectativas sobre la cantidad que debería comer que superan lo que él necesita. Y el problema es nuestro, no suyo. Porque si realmente no estuviese cubriendo sus necesidades sería imposible que estuviese bien, activo y sano.

Yo suelo decir en broma que hay niños «diesel de bajo consumo».

Lo malo es que ante eso hacemos cosas que sí generan problemas reales con la comida.

Los dos errores más frecuentes que cometemos en esta situación son:

  • Pelear con el niño para que coma un poco más. Hacer esto de forma habitual no va a hacer que el niño coma más. En la práctica lo único que logramos es que la comida sea una experiencia desagradable para él. Un día tras otro, durante años.
  • Escoger para ofrecerle al niño aquellos alimentos que sabemos que toma con más facilidad. Cuando lo hacemos estamos empobreciendo la dieta del niño.

Ambas reacciones por nuestra parte empeoran realmente la alimentación del niño y generan problemas reales por no entender que cada niño tiene sus propias necesidades.

Mi bebé no quiere comer desde hace x días

El apetito es algo que puede variar mucho de un día a otro. De hecho es algo que se afecta con facilidad en cuanto un niño no está bien.

Sea porque se sienta triste, porque esté muy entretenido o porque tenga alguna enfermedad, comer es una necesidad que puede evitarse.

Cuando un niño está enfermo es habitual que pierda las ganas de comer momentáneamente. Pero no es ninguna catástrofe. Es normal que en esta situación puedan perder algo de peso. Pero una vez curados se recuperan con mucha facilidad.

Primer ejemplo: Tiene diarrea y mi bebé no quiere comer

Cuando un niño sufre una infección de barriga el intestino intenta expulsarla moviéndose con más rapidez de lo normal. Esto hace que aparezca la diarrea.

Es normal que un niño con diarrea, a pesar de tener hambre no sea capaz de comer la cantidad de comida que suele tomar cuando está bien. Suelen comer más veces, pero cantidades pequeñas. La razón es que el intestino se mueve cuando se llega. Cuando tienen diarrea el movimiento es más intenso aún llenándolo muy poco. Con lo que en cuanto toman una cantidad pequeña aparecen los retortijones. El niño siente molestia y evita comer.

En realidad es lo que tiene que hacer, cuando el intestino está mal pierde capacidad para digerir los alimentos y sólo lo tolera si las cantidades son pequeñas.

Por lo que cuando hay diarrea lo recomendable es ofrecer alimentos y bebidas fraccionando las tomas. Muchas veces, cantidades pequeñas. El niño hace de forma instintiva lo adecuado.

Si en esa situación le forzamos a comer más a pesar de los retortijones suele acabar en expulsión en forma de vómito o diarrea.

Segundo ejemplo: Mi bebé no quiere comer cuando toma antibióticos

Esto suele hacerme gracia. Tengo otro artículo en el que hablo de cuándo es adecuado dar antibióticos y cuándo no a un niño.

Hay madres que suelen decirme que no les gusta darle el antibiótico al niño aunque sea necesario porque cuando lo toman no comen nada.

Algunos de estos medicamentos pueden afectar al apetito. Pero en la mayoría de los casos no es el antibiótico el causante de la falta de hambre: La razón real es que siempre que lo toma es porque está enfermo. Y es la propia enfermedad la que le hace comer menos.

Como en el caso anterior no te preocupes. En cuanto ceda la infección, lo que hará antes gracias al antibiótico, el niño volverá a comer más y recuperara lo perdido.

Tercer ejemplo: Mi bebé no quiere comer cuando tiene mocos

Otro comentario muy normal: «Desde que está con moco come poco.»

El moco está compuesto principalmente de glucoproteínas y mucopolisacáridos. Es decir, básicamente, azúcar y proteínas. ¡Alimenta mucho!

Si un niño tiene abundantes mocos y los está tragando todo el día es normal que tenga menos hambre. Alimentan mucho, Aunque como son reciclaje de recursos no podemos esperar que engorde precisamente tomando mocos. Pero como lo anterior, es pasajero.

En todos estos casos en los que un niño reduce claramente la cantidad de comida que toma la clave es buscar la causa que lo provoca y tratarlo. Para ello, acude a tu pediatra.

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Consecuencias de la Mala Dieta

CONSECUENCIAS DE UNA MALA DIETA EN NIÑOS

Si tu hijo tiene una dieta mala, pasa factura en su futura salud. Evítalo.

Problemas más frecuentes derivados de una alimentación inadecuada

 

Las consecuencias más frecuentes de una dieta inadecuada en nuestro entorno son cinco:

 

– El síndrome metabólico.
– El cáncer.

– La obesidad.

– El niño que no come

– El estreñimiento.

De ellos me centro en los tres últimos porque sé que una de las características del ser humano es que nos influye más lo evidente y lo inmediato.

Los otros dos, son problemas de salud graves, pero que suelen aparecer a más largo plazo y no resultan tan evidentes.

Por eso cuando se habla de la mala alimentación en los países desarrollados casi todo el mundo piensa de forma inmediata en la obesidad, en su antesala: el niño que come mal y en un asociado a ambos: el estreñimiento.todos_bodegon

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Problemas con la comida en niños

INTRODUCCIÓN A LOS PROBLEMAS RELACIONADOS CON LA COMIDA EN NIÑOS

Los problemas de los niños con la comida: No come, estreñimiento, obesidad. Aprende a evitarlos y solucionarlos.

 

Manual para evitar Problemas con la Comida

 

Las dudas sobre alimentación en los niños son uno de los temas de consulta más frecuente al pediatra. Y no es para menos.


Hay tres pilares fundamentales para la salud:

Nuestros genes, nuestra alimentación y nuestras costumbres.


El primero es como la lotería, te toca lo que toque. Los otros dos podemos modificarlos.

Voy a centrarme aquí en los principales aspectos que en la alimentación de un niño pueden marcar diferencias importantes para su vida.

La preocupación por dar a los niños una alimentación sana, suele tener un efecto extraño en la familia: Cuando ponemos las bases para que nuestro hijo coma bien, en muchos casos aprendemos nosotros mismos a comer mejor.

Trataremos primero la teoría que conviene conocer para entender el tema y después nos centraremos en las dos alteraciones más frecuentes (no come y sobrepeso), que sorprendentemente, no son más que dos caras del mismo problema.

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No come

Es el problema (no enfermedad) más frecuente por el que consultan los padres y cuidadores de menores de 4 años.

Pone a prueba la paciencia de cualquiera, porque además es evidente, lo que hace que todo el que hay a su alrededor quiera «solucionarle» el problema a los padres.

La exposición del problema cuando me lo dicen en la consulta suele terminar con una de estas dos coletillas:

  • ¿No le podría mandar unas vitaminas?
  • Le he dado «tales vitaminas» y mientras se las ha tomado ha comido (en el mejor de los casos), pero ya he dejado de dársela y está de nuevo igual.

¿Que se hace entonces?

Desde luego no mandarle «vitaminas».

Las «vitaminas» que hay en el mercado son de dos tipos:

Complejos vitamínicos: Se dieron con más frecuencia en épocas anteriores en las que aún se veían en nuestro país los efectos del hambre.

En realidad están indicadas en situaciones en las que pese a comer de forma adecuada hay una enfermedad que impide que se absorba una vitamina en concreto o todas en general (por ejemplo personas a las que se ha extirpado una parte del intestino por un cáncer).

Estas vitaminas no dan hambre.

La única razón por la que las mandan algunos médicos es intentando suplir parte de las faltas que hay en la dieta del niño.

Son un parche, porque el niño no va a tomarlas toda la vida, y porque hay otros muchos componentes de una dieta sana que toma mal y son tan necesarios o más que las vitaminas.

Antianoréxicos: Son fármacos cuya función es abrir el apetito, lo que hacen actuando a nivel cerebral sobre algunas sustancias que regulan el funcionamiento de las neuronas (serotonina).

Sus efectos secundarios no están claros y en cualquier caso no se pueden dar de forma indefinida.

Aunque un día se descubriera un fármaco que de forma infalible diera ganas de comer y se pudiese tomar durante toda la infancia tampoco estaría indicado.

Porque no soluciona el problema de base.

Sería como tener un tumor cerebral y conformarnos con tomar simplemente algo que nos quite el dolor pensando que si no duele ya no hay tumor.

Bueno, pues después de descubrir que todo lo que hemos hecho hasta ahora no sirve, ¿qué pasa? ¿Es que el problema no tiene solución?

Pues si. La tiene, pero es más complicada que dar un jarabe.

Tiene la ventaja, eso si, de que es más fácil de aplicar cuanto más desesperados estén los padres y cuantos más «remedios milagrosos» hallan probado ya.

Hay que tener claras varias cuestiones antes de empezar:

Edad: Hay varias épocas claves en las que suele aparecer el problema:

Antes de la introducción de la alimentación complementaria, cuando aún toma sólo leche.

A partir de la introducción de la alimentación complementaria.

A partir de la pubertad.

El primer grupo es el menos frecuente, son lactantes que no toman bien la leche, que es su único alimento.

Hay que distinguir un punto clave:

¿Ganan peso o no?

Los que ganan peso es que comen lo que necesitan (aunque no sea todo lo querrían sus padres).

En ese caso el problema no es del niño, sino de los padres que deben entender que piensen lo que piensen, independientemente de lo que diga la experta cuñada, abuela o vecina o hayan leído, el niño come lo que necesita y no tiene porqué comer más.

Otro motivo de tener un peso normal y la sensación de que no come bien es el cólico del lactante: Son muy ansiosos comiendo pero al poco de empezar a comer lo dejan enfadados y en menos de una hora están de nuevo llorando y se vuelven a poner a comer con mucha ansiedad para volver a dejarlo enfadados enseguida.

Su problema es que al comer con tanta ansiedad, enseguida se empachan entre leche y gases.

Le duele la barriga porque el estómago está para reventar, pero como gran parte de lo que ha tragado es aire, sigue con hambre, y al intentar tragar y ver que no puede porque le duele, se cabrea.

Y al no poder acabar de comer a gusto al poco rato vuelve a tener hambre y se pone cada vez con más desesperación a comer porque no consigue saciarse.

Los que no comen bien y no ganan peso son los que deben ser estudiados para descartar, entre otras cosas, infecciones de orina, intolerancia alimentaria o problemas del metabolismo.

El último grupo de edad (en la pubertad) es el que realmente puede corresponder a anorexia nerviosa, siendo su tratamiento fundamentalmente psicológico.

Dejo para el último el grupo de en medio, porque es el más frecuente y con diferencia el que creo que se enfoca peor, tanto por los padres como por muchos médicos.

Todo lo que voy a explicar a partir de ahora es aplicable a este grupo:

Los niños que empezaron a comer mal a partir de la introducción de la alimentación complementaria (sobre todo a partir del segundo año, cuando ya estaréis desesperados y el niño debería comer de todo).

Todos los seres vivos de este planeta han desarrollado a lo largo de su evolución un instinto que garantiza su supervivencia: el hambre.

Tu hijo no es una excepción.

Es un problema cada vez más frecuente, como lo es también la obesidad infantil (son dos caras del mismo problema).

Y dado que no es causado por una epidemia de «virus quitahambre-engordaniños», la causa debe estar en una serie de cambios sociales cada vez más evidentes:

La excesiva oferta de alimentación en nuestra sociedad.

Sobretodo a costa de alimentos elaborados de fácil ingesta y sabor agradable en los que prima la capacidad de venderlos (y para ello los gustos de los niños) sobre la calidad nutritiva: Refrescos, zumos, batidos, derivados lácteos, bollería industrial, frutos secos y demás chucherías…

La edad a la que los niños empiezan a tomar todas estas basuras es cada vez menor (empezando generalmente por los «gusanitos», los zumos y el trozo de pan, o el chupe mojado con azúcar o incluso con miel).

– La falta de ideas claras de los padres (y de muchos médicos) sobre educación infantil y sobre los mecanismos que regulan el hambre.

Lo que regula el hambre es fundamentalmente el nivel de azúcar en sangre:

Cuando baja sentimos hambre, cuando sube el hambre cede.

La principal razón por la que muchos niños no comen bien es que tienen este mecanismo totalmente alterado, porque lo hemos alterado.

– Antes la crianza de los niños era cuestión de mujeres y se las educaba para ello. Con la revolución feminista se ha pasado a considerar esta educación como sexista por lo que es cada vez más rara, no educándose ahora para el cuidado de los hijos ni a las mujeres ni a los hombres.

Por que si algo somos a la hora de adoptar soluciones es cómodos.

Lo mismo pasa con la cocina.

Resultado, como ya no saben cocinar ni hombres ni mujeres y además no tienen tiempo, pues comida rápida y que les guste a los niños para que tardemos lo menos posible en que se lo tomen, que hay que ir a trabajar.

– Los niños pasan a lo largo del día por cada vez más manos.

Antes eran responsabilidad exclusiva de los padres (generalmente de las madres), hoy pasan por unos padres estresados (indistintamente padre o madre en función del horario laboral), por unos cuidadores en la guardería y por familiares, generalmente abuelos a los que la naturaleza, que dicen que es sabia, retiró hace tiempo la capacidad de tener hijos porque a estas alturas no están en condiciones de aguantarlos.

El resultado es que el niño pasa tiempo durante el día con varias personas, cada una con su criterio de como hacer las cosas, unos más estrictos y otros más complacientes.

Cuando sucede esto el niño acaba adaptándose a la situación y «sacando provecho» de ella.

Los niños saben quien les da chucherías y quien no, quien le tolera los caprichos y quien no, y si se les da la oportunidad se organizan para salirse con la suya, aunque no les convenga.

Un niño sabe lo que le gusta y lo que no.

Pero no sabe lo que le conviene, por lo que si dejamos que seleccione su dieta, él suele acabar perjudicado.

¿Cómo empieza el problema?

Hay dos situaciones muy comunes que favorecen que el niño empiece a comer mal:

– Desde el momento que empezamos a darles cosas diferentes a la leche, parece que se hubiera dado permiso a toda la familia para que el niño se convierta en el campo de pruebas «¿A ver que cara?».

Es decir, ya no come porque sea su hora. Si a alguien se le ocurre darle cualquier cosa (pan, gusanitos, un poco de…), no puede escapar bajo el irrefutable argumento de:

«¿A ver que cara pone al tomar un poco de…? Si no le va a pasar nada.»

Acabamos de dar al niño el título de mono de feria oficial de la familia.

– Nos ve comer, él ya ha comido hace un rato. No le toca comer:

«Pero es que nos mira. Se le va saltar la «yez».

Si hacéis estas dos cosas, probad un experimento:

Cada vez que al niño se le ofrezca comida a lo largo del día, apuntadlo.

En los prudentes suelen ser entre 10 y 15 veces al día.

Una idea clara: Nadie puede comer bien 15 veces cada día.

Antes de empezar estos hábitos vuestro hijo comía cuatro o cinco veces al día.

Ante el exceso de oferta no le queda más que una opción: Seleccionar.

Y su elección es muy previsible:

Entre su comida (potito insulso) y la vuestra (sabores llamativos, salados, dulces…):

Pica de la vuestra y pasa de la suya.

Es que hasta que probó la nuestra no sabía que le estábamos tomando el pelo.

A partir de ahora, mami, la suya te la comes tú.

La solución:

Por tanto, si vuestro hijo es un preescolar que come mal, poco, no quiere comidas de verdad, cada comida es una pelea y la lista de alimentos que no ha tomado nunca y de los que no quiere cada vez crece más.

Seguro, estáis desesperados: «Lo habéis probado todo».

Por tanto, no perdéis nada probando algo tan descabellado como lo que os voy a proponer:

Lo primero que debéis hacer es hablar con cada uno de los cuidadores actuales del niño (abuelos, tíos, hermanos mayores…) y dejarles claro que vosotros sois lo padres, que la responsabilidad es vuestra y que estaréis encantados si siguen colaborando en la crianza del niño, pero que si lo que van a hacer es llevar la contraria en cuanto os deis la vuelta, entonces que se estén quietos y se abstengan de quedarse con los niños.

No intentéis poner en práctica este método si no conseguís esto,

porque será un desastre.

Pensad por un momento.

¿Cuál es ese alimento que tiene mantenido al niño?

Lo único que come y que le mantiene vivo.

Eso que pide al rato de haberlo rechazado todo.

Una pista, suele ser un producto azucarado (biberón, yogur y sus derivados, batidos, zumos, galletas, trozo de pan… o directamente chucherías).

Esto es lo que llamo El Comodín.

No vuelvas a comprarlo hasta que el niño coma de todo.

Si lo compras y lo tienes en la casa sentirás la tentación de dárselo:

“Para que no se acueste con el estómago vacío”.

Si lo haces, todo el mal rato de verlo sin comer en todo el día no servirá para nada.

Dado que todo niño tiene el instinto de supervivencia del que forma parte el hambre (y que tu hijo tiene como el resto de seres vivos de este planeta, no te engañes), nos vamos a aprovechar de él para educar al niño.

Las normas a seguir son las siguientes:

1º No se come viendo la tele.

2º Si el niño tiene edad de coger los cubiertos (y la tiene en las edades de las que hablamos), no dar de comer.

Evitar cualquier comentario relativo a la comida y sobre todo aunque te queme la sangre, no le regañes por comer lento o no comer.

4º Ofrecer un plato de comida idéntico al de los demás, ni comida especial, ni triturado, ni pasado por el pasapurés. Si acaso troceado.

Cuando los demás miembros de la familia halláis acabado de comer, se retiran todos los platos, incluido el del niño, aunque no lo halla tocado, y sin un sólo comentario.

6º No le deis absolutamente nada de alimento hasta la siguiente comida.

Si pide algo decid simplemente que no va a haber nada hasta la próxima comida. Entre comida y comida sólo hay agua.

7º No discutáis sobre el tema delante del niño.

Sé que es duro, por eso voy a explicar el porqué de cada una de esas normas:

Para empezar, la tele los emboba.

Lo que hace casi imposible que coman ellos solos.

Si le pones la tele puedes estar 3 horas con el plato delante del niño sin que se entere siquiera de que existe.

Debe comer cogiendo él mismo los cubiertos para conseguir uno de los principales objetivos de este método: eliminar toda relación de la comida con la afectividad.

Hay muchos niños que estando muertos de hambre no comen.

Pero es porque consiguen algo a cambio.

Ese algo es la atención de los padres, aunque sea para gritarles.

Una vez que el niño comprende que no va a conseguir esa atención no comiendo deja de tener sentido pasar hambre para nada.

Hay que evitar por eso mismo regañarle, ni avisarle continuamente de que coma, ni comentarios del tipo de «qué malo es para comer»…

Fuera de las comidas intentad dedicarle tanto tiempo a vuestro hijo como podáis.

Hay casos en que el niño actúa así porque se le ha repetido tanto que come mal, en momentos de desesperación de los padres, que ya da por hecho que él es así y que ese es el papel que le toca representar cada vez que le ponen la comida delante.

La comida que debemos ofrecerle debe ser la misma que la nuestra, porque con dos años o más su dieta debe ser completa y debe masticar.

Si no mastica no se estimula el crecimiento de la mandíbula y cuando salgan los dientes definitivos no caven con lo que deforma la boca.

No debe tampoco caerse en el error de poner comidas especiales que sabemos que toma mejor, porque en lugar de tomar una dieta completa irá restringiendo cada vez más sus preferencias, simplemente como excusa para no comer ese día porque eso ya no le gusta y obligar así a la madre a prepararle otra cosa.

Cuando todos halláis acabado de comer, se supone que ha tenido un tiempo razonable para acabar.

Por lo que se retira la comida de la mesa.

Sin comentarios de ningún tipo referentes a lo mucho o poco que halla comido.

Al hacer esto le dais a entender que dais por hecho que comerá si tiene hambre, pero que no es algo que os preocupe y por tanto no es un arma de chantaje válida.

La siguiente es la parte más complicada y la más importante:

No deis nada que le entre por la boca hasta la siguiente comida.

Sólo agua, y no más de medio litro al día.

Sobre todo os costará mucho trabajo si os pide, pero especialmente en ese caso no hay que darle.

Si lo haces, el mensaje que le estás transmitiendo es «haz lo que te de la gana a la hora de comer, que después, en cuanto me pidas te voy a dar lo que quieras».

En cuanto a no discutir delante del niño, debería ser una norma, no discutir delante de él ni sobre este tema ni sobre ningún otro.

Es muy perjudicial para el desarrollo afectivo del niño y transmite la idea de que no estáis de acuerdo y si insiste se acabará saliendo con la suya.