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Fases del desarrollo infantil

Evolución de la mentalidad infantil. Una teoría sobre las fases del desarrollo psicológico en niños

 

El desarrollo de la conducta humana

Nuestra mentalidad es distinta a la que teníamos de pequeños (a Dios gracias).

El ser humano cambia constantemente a lo largo de toda su vida.

Es un continuo proceso de adaptación de un cerebro ya maduro, pero con estímulos nuevos que nos permiten seguir sorprendiéndonos y aprendiendo hasta nuestra muerte.

El cerebro del niño cambia de forma mucho más radical.

Es una herramienta en construcción, que va adquiriendo ciertas estructuras y ciertas formas de utilizarlas de forma escalonada.

Vamos, que no tiene mucho sentido conversar de política o religión con un recién nacido. Al menos no para él.

En el proceso de formación del cerebro y de la conducta hay ciertas etapas que, si entendemos mejor, nos ayudan a comprender la conducta del niño y las formas en que podemos influir en ella o si estas influirán en su futuro.

El Funcionamiento de nuestro cerebro:

El aprendizaje:

Cuando nacemos, nuestra capacidad para interactuar con el mundo se limita a llorar cuando estamos molestos o necesitamos algo (afecto, seguridad, comida…)

Poco a poco, aprendemos a controlar nuestro cuerpo, a conocer y entender nuestro entorno, a movernos, a hablar, a realizar ciertas acciones físicas e intelectuales cada vez más complejas.

Todo ese proceso está basado en una estructura que en su funcionamiento final y comprensión puede ser muy complejo pero que tiene una base biológica bastante simple: las neuronas.

Son células con capacidad de comunicarse por medio de estímulos eléctricos y químicos entre ellas y con otras células del cuerpo.

La función concreta que realiza una neurona está más influida por la cadena de la que forma parte que por sus características concretas.

De modo que son sustituibles bajo ciertas condiciones.

Un adulto con una lesión que suponga la destrucción de neuronas pierde capacidades que pueden recuperarse parcialmente.

En los niños esta recuperación es mucho más fácil y completa cuanto menor es la edad.

Desde que nacemos nuestras neuronas reciben estímulos y van reaccionando a ellos.

En un principio tienen una gran capacidad para formar conexiones nuevas con otras neuronas y tienen muchas conexiones sin utilidad.

Cuando se recibe un estímulo por una de esas conexiones la reforzamos.

Aquellas conexiones que no nos proporcionan estímulos van siendo eliminadas poco a poco.

La respuesta que la neurona produce sale por otra conexión que también se va reforzando cada vez que se usa.

El resultado es el proceso de aprendizaje, que consiste en la eliminación de conexiones inutilizadas y el refuerzo de las que se usan.

Un mar inicial de neuronas desorganizadas con muchas conexiones entre ellas va transformándose en una combinación de circuitos definidos que se activan ante un estímulo concreto desencadenando una respuesta concreta.

Estas neuronas ya diferenciadas realizan sólo esa función y su capacidad de desarrollar conexiones nuevas va reduciéndose cuanto más repiten su circuito habitual.

Cada uno de estos circuitos está formado por muchas neuronas distintas, de modo que ciertas acciones precisan para su realización grupos de neuronas mucho mayores que otras.

Si en un accidente perdemos un grupo completo de neuronas que realizaba una actividad, perdemos la capacidad de realizarla.

Pero a veces se recupera si el daño no es total, se sigue manteniendo un mínimo de conducción en el circuito y disponemos de neuronas cercanas a las lesionadas y sin una diferenciación clara que les permita ser reclutadas para esa función.

En los niños es más fácil que esto suceda porque hay un ritmo importante de generación de neuronas nuevas y muy pocas con una diferenciación intensa.

Los estímulos que promueven esa definición de circuitos provienen de millones de receptores que tenemos por todo nuestro cuerpo para captar:

– Luz, sonido, olfato, gusto, tacto (los cinco sentidos).

– Dolor y temperatura.

– Equilibrio. Posición y movimiento de nuestro cuerpo respecto al suelo. (En realidad frente a la gravedad y las fuerzas de aceleración)

-Y aunque menos conocida la sensación propioceptiva (nos informa de la postura en que tenemos cada uno de las partes de nuestro cuerpo). Es la que nos permite graduar nuestro movimiento. Yo sé si tengo la mano abierta o cerrada aunque no la vea.

Como captamos estos estímulos desde mucho antes de nacer, ya desde que los recibimos nuestras neuronas empiezan a transmitirlos por diferentes vías iniciando el proceso de diferenciación neuronal que formará los circuitos futuros.

Pero ¿Cómo decide el cerebro de todas las posibles vías por las que conducir la respuesta a esos estímulos como quedarse con unas y desechar otras?

Lo hace por medio del placer y el dolor.

Cuando el resultado de una conducta es desencadenar placer la vía neuronal que ha llevado a ella se refuerza.

Cuando produce dolor esa vía se bloquea.

Por eso es especialmente importante evitar las vías que producen placer asociado a conductas erróneas.

Ejemplo:

Para mí este ejemplo es especialmente importante porque fue el primero que me hizo pensar en la programación de conductas.

En nuestro país hay una gran tendencia a tranquilizar a los niños pequeños con el trocito de pan, los gusanitos… desde muy pequeños.

Cuando un niño llora porque está nervioso, enfadado o quiere cariño y le damos el trozo de pan (o cualquier otro alimento azucarado), se tranquiliza porque la subida de azúcar en sangre libera endorfinas (que son las que producen en nuestro cerebro la sensación de placer asociada a la alimentación, el sexo, las drogas, las caricias…).

Se produce un circuito en el que a la ansiedad o falta de cariño respondemos comiendo y cede con placer.

Es un mecanismo que en sí mismo funciona muy bien pero con claros efectos secundarios.

La gente que no es obesa trata a los que lo son con cierto aire despectivo porque no entienden que sea tan difícil no comer más de lo que necesitan.

Pero el que es obeso, sabe que come más cuanto más ansioso está. Que el rechazo social o la falta de afecto que produce su sobre-peso le genera ansiedad y sin darse cuenta pica constantemente.

No es inevitable, se puede reeducar, pero cuanto más se reforzase este circuito en sus primeros años de vida y cuantas menos vías distintas de desencadenar el placer o de obtener cariño tuvieron, más fuerte es el circuito.

No explico esto para que se lo eches en cara a tus padres si eres obeso (ellos no lo sabían), sino para que no lo hagas con tu hijo (desgraciadamente el saber deja sin excusas).

Hay familias en las que el sobre-peso se “hereda” pero no es genético.

Lo que se transmite de generación en generación es una mala educación alimentaria, de la que no son conscientes.

De forma práctica, en este ejemplo los malos padres son los de:

“Niño, toma pan y cállate”.

Esa frase demuestra dos cosas, que usamos la comida para tranquilizar al niño y que no estamos dispuestos a usar frecuentemente la que sería la solución adecuada: Darle un poco de cariño.

Estos circuitos con mucha evolución y refinamiento posterior acaban definiendo nuestra conducta.

Por eso, modificar la conducta de un niño de 15 años que lleva reforzando circuitos erróneos durante mucho tiempo es un proceso tan complejo. Aunque posible.

Del mismo modo que se previenen enfermedades físicas con hábitos higiénicos es posible prevenir conductas perjudiciales con ciertas actuaciones muy tempranas por nuestra parte.

Es lo que llamo programación de conductas.

Ya que las conductas más complicadas se montan a partir de circuitos más simples que hemos desarrollado previamente, es importante para adquirir unos comportamientos complejos adecuados que tengamos ya ciertas estructuras bien definidas.

Es ayudando a definir esas estructuras, fundamentalmente en los dos primeros años de vida, como facilitamos una correcta evolución posterior.

Pasando a un lenguaje más llano:

El árbol que crece torcido seguirá torcido.

Y no se endereza a palos,

sino con sentido común, constancia y cariño.

Cuando descuidamos la educación de los niños en los primeros años de vida, cediendo a los caprichos (vuelvo a repetirme, capricho es deseo innecesario y perjudicial para tu hijo) de forma constante, o reaccionamos perdiendo los nervios, estamos fortaleciendo unos circuitos que llevan a conductas perjudiciales y que seguirán impulsando esas formas de actuar toda su vida.

Cortical-Subcortical:

Para entender las etapas iniciales del desarrollo del niño y su influencia posterior es útil un concepto más.

Nuestro pensamiento consciente se realiza por medio de las neuronas de nuestra corteza cerebral.

Es la parte más superficial del cerebro, la más tardía en evolucionar y la que nos diferencia por su mayor desarrollo del resto de los animales.

Por otro lado está la zona Subcortical que es la que regula los impulsos inconscientes, lo que algunos llaman instintos.

Es muy similar en el ser humano a la del resto de mamíferos, evoluciona desde etapas muy tempranas de nuestro desarrollo antes del nacimiento y controla nuestra conducta si no hay un área de la corteza que lo regule.

La zona Subcortical genera impulsos muy elementales que controlan conductas produciendo un reflejo ante un estímulo sin que seamos conscientes de ello y sin reflexión por nuestra parte.

Son las primeras conductas en aparecer siendo nuestra forma de adaptarnos al entorno en los primeros meses de vida.

Servirán como cimientos sobre los que posteriormente la corteza va construyendo un control más fino y consciente.

Toda nuestra vida seguiremos realizando conductas inconscientes que se formaron durante estas primeras etapas de nuestra existencia.

Y las conductas conscientes se verán influenciadas por las inconscientes.

Cuando se dice que no tiene sentido intentar educar a un niño hasta que entiende lo que le decimos (hasta que es consciente y ha tomado el control la corteza), están ignorando el pensamiento inconsciente que es la base de muchas de las conductas que nos generan problemas toda nuestra vida.

A fin de cuentas, si nuestra conducta dependiese únicamente del pensamiento consciente, el ser humano adulto actuaría siempre siguiendo la lógica.

Y algo me dice que no es así…

La programación de conductas:

Pese a lo que las teorías políticamente correctas intentan imponer, no todos somos iguales. Se ve en los adultos y se ve en los niños.

Pero hay ciertas características en las que se pueden encontrar puntos de coincidencia que hacen que no parezca puro azar.

En el caso de mis hermanos (seis y yo), todos hemos tenido un buen grado de adaptación social, cuando conozco primos míos con el resultado opuesto.

Y no me refiero a tener o no éxito económico, sino a tomar una forma de vida elegida o que parezca que la vida es un tren que te arroya.

Y dado que nuestra carga genética es bastante similar debía haber algo más que marque esas diferencias.

Ese algo es la educación. Y esta depende mucho del carácter de los padres y su forma de ejercerla (o de evitarla) desde las primeras etapas.

De hecho he llegado a la conclusión de que las primeras etapas son mucho más importantes que las posteriores.

En estas fases iniciales formamos los vínculos afectivos básicos y las reacciones al dolor y al placer.

Es decir, los impulsos básicos de la conducta.

Estos son naturalmente, modificables por nuestro pensamiento consciente, pero no hasta el punto de anularlos por completo.

Todos actuamos de vez en cuando de forma irracional.

Pero es un gran aliado contar con “formas irracionales de actuar lo más razonables que se pueda”.

Y esas formas de actuar las adquirimos sobre todo durante nuestros 2-3 primeros años de vida.

La formación de nuestros esquemas de actuación inconsciente o Subcortical se produce por imitación y por reacción.

Imitamos las acciones de aquella persona con la que tenemos un vínculo afectivo agradable y reaccionamos contra aquel que nos resulta desagradable.

Así nuestros modelos principales durante estos primeros años son los padres o cuidadores sustitutos (la niñera, los abuelos, los tíos, hermanos mayores, cuidadores de guardería…).

De hecho es más fácil heredar las “neuras” de nuestros padres que sus bienes materiales.

La programación de conductas es algo que existe seamos conscientes o no de ella.

Pero si somos conscientes podemos evitar transmitir involuntariamente a nuestros hijos formas de adaptación que a nosotros ya nos han creado problemas.

Las principales cuestiones sobre las que deciden los esquemas inconscientes son aquellas que el individuo empieza controlando de ese modo, y son más difíciles de controlar conscientemente cuanto más tiempo hayan estado sin ese control.

Son muy importantes las relacionadas con el alimento, con el sueño y sobre todo con el afecto.

Hay quien dice que las necesidades biológicas que todos realizamos, como alimentarnos, no precisan ningún aprendizaje.

Pero es que ese aprendizaje (no a comer, sino de la forma en que lo hacemos, del significado afectivo que tiene…) existe. Y puede ayudar o generar problemas.

Por ejemplo, el ya citado: «Toma pan y cállate».

De forma instintiva (inconsciente) tendemos a recrear con nuestros hijos la forma en la que nos educaron nuestros padres.

Por tanto si tenemos problemas alimentarios, de sueño o afectivos muy parecidos a los de nuestros padres, es especialmente importante modificar nuestra forma de actuar con nuestros hijos, porque nuestra tendencia natural será actuar con ellos como lo hicieron con nosotros y si lo hacemos así, serán un eslabón más en la cadena con los mismos problemas de la familia.

Fases del desarrollo infantil:

El universo soy yo:

Durante su estancia en el útero materno, el niño no es consciente de gran cosa. Recibe muy poca información por sus sentidos, pero esta es importante.

Su tacto es con el propio cuerpo y esta rodeado por una bolsa que es parte de sí mismo.

Los estímulos luminosos son casi inexistentes.

Los sonoros que provienen del exterior se amortiguan y están presididos por el latido materno, pero es constante y no puede diferenciar si es parte de sí mismo.

No olemos ni saboreamos nada distinto al líquido amniótico.

No hay relación con el alimento porque a través del cordón umbilical le pasa todo el que necesita independientemente de lo que él haga.

En condiciones ideales no hay estímulos de dolor, frío, hambre o calor, aunque es perfectamente capaz de sentirlos.

El equilibrio está muy poco desarrollado.

Si en ese momento pensase, podría decir perfectamente que el Universo esta compuesto únicamente por él.

Cuando nace empieza a sentir cosas muy diferentes:

Aunque nos esforcemos por mantenerlo caliente, dentro estaba a 37 grados de forma casi constante con variaciones que raramente superaban un grado.

Cualquier bajada de temperatura más intensa que eso empieza a producir la sensación de frío hasta que se acostumbre.

Cuando van pasando los días y se acostumbran a la temperatura exterior pueden empezar a sentir también exceso de calor en ciertas situaciones.

Al no tener ya el suministro continuo de alimento a través del cordón umbilical empieza a sentir hambre cuando el nivel de azúcar en sangre baja.

La luz es mucho más intensa y empieza a apreciar objetos y movimiento aunque de forma muy rudimentaria.

El sonido es más fuerte y se amplia la variedad de estímulos.

El que fue una constante durante todo el embarazo (el latido materno) sólo lo captamos a veces y de forma algo distinta.

Sentimos miles de olores nuevos (es además uno de los sentidos más desarrollados en este momento).

Empezamos a saborear realmente (sobre todo la leche).

Tocamos cosas extrañas, en su mayoría de forma accidental.

El tacto es mucho más rugoso y seco.

Y nos tocan. A veces manos frías, a veces cálidas. Unas veces con rudeza y otras con suavidad….

De todos estos estímulos algunos resultan agradables (activan los circuitos del placer) y otros desagradables (los circuitos del dolor).

Los placenteros suelen relacionarse con el recuerdo de nuestra fase anterior en el útero materno (contacto íntimo, olor materno, sonido del latido materno…) o con el alivio de molestias nuevas (hambre, frío, calor, piel irritada…).

Los dolorosos con la insatisfacción de necesidades (las mismas anteriores) o por dolores nuevos (de barriga por la dilatación del intestino, un movimiento o ruido intenso inesperado…)

Cuando un niño llora en sus primeros días de vida, no lo hace para pedir comida o que le abriguen.

Lo hace porque siente incomodidad, dolor o necesita sentirse seguro y mientras no se alivie seguirá con el llanto.

Si atribuyésemos algún grado de conciencia al niño con esta edad, podríamos decir que llora porque el resto del universo no responde a su necesidad como el desearía.

Y al tener la idea aún de que el universo es él mismo, su llanto expresa la misma frustración que nosotros sufriríamos si de repente no pudiésemos mover un brazo para rascarnos cuando nos pica.

En esta primera fase empezamos a formar ya ciertos circuitos muy básicos que se refuerzan si consiguen eliminar el dolor o la incomodidad y se anulan cuando o no lo consiguen o lo incrementan.

También reforzamos aquellos circuitos que desencadenan placer.

El otro: La madre.

En los primeros meses de vida (sobre todo si se alimenta con lactancia materna exclusiva) la persona que alivia la mayoría de sus necesidades suele ser siempre la misma: la madre.

Se entiende por madre la cuidadora o cuidador principal: sea la madre biológica, la abuela, el padre, la nodriza o quien quiera que alimenta, limpia, acaricia o abraza al niño habitualmente.

Lo deseable es que sea la madre biológica la que realice esta función.

El niño ha estado durante meses en su interior y el ritmo del corazón materno cuando se recuesta sobre su pecho le recuerda a su vida previa a salir. Al igual que su olor desde el nacimiento.

Una vida a la que estaba acostumbrado y en la que sentía muchas menos molestias que fuera.

Es importante en cualquier fase de nuestra vida que suponga cambios dolorosos el contar siempre con un punto de apoyo que nos de un mínimo de seguridad y refugio.

En el primer contacto con la madre ya fuera y especialmente en las primeras tomas (razón por la que una cesárea no debe hacerse a la ligera y se debe reducir al mínimo el tiempo de separación de la madre) se establece un vínculo fundamental: el niño relaciona un olor que le resulta familiar con una sensación de acogimiento y el saciado del hambre.

No debe subestimarse la importancia de la alimentación en la definición de conductas futuras.

Cuando notamos dolor y eliminamos su causa, simplemente deja de sentirse dolor. Eso ya de por sí incentiva que hagamos lo que podamos para lograrlo. Son reacciones de evitación. Actuamos para evitar el dolor.

Pero la alimentación es dejar de sufrir dolor (hambre) para sentir placer (la elevación del azúcar en sangre estimula la producción de endorfinas por el cerebro). Se puede buscar el alimento para aliviar el hambre, pero también buscando el placer del alimento.

Esto hace, se tome pecho o biberón, muy importante que sea una misma persona la que alimente en sus primeros meses al niño.

Y no os recomiendo que se deje esta labor en manos de cualquiera (niñera).

Porque como os digo esa persona será para el niño “su madre”.

Y el papel de la madre es fundamental, porque para el niño la madre va a ser la representación del mundo, con el que tiene que relacionarse.

Como decíamos en el capítulo anterior, al principio el niño no establece una distinción entre su cuerpo y el mundo en el que está. Le parece que todo es una misma cosa.

Cuando sus molestias y necesidades aparecen y una figura las sacia de forma habitual ocurre algo especial.

Llega un momento en que el niño identifica al agente que le alivia, le sacia y le da placer. Como nosotros identificaríamos a nuestra mano como la que puede rascarnos y quitarnos el picor.

Pero esta parte de su universo, no siempre actúa de forma obediente y previsible como nuestra mano.

A veces acude de forma inmediata a nuestro llanto y a veces no.

Al final el niño se da cuenta de que la madre es algo distinto a él, sobre la que no tiene control absoluto.

Acaba de descubrir el mundo exterior.

Al notar la ausencia de la madre, el bebé descubre que hay una realidad distinta a él mismo y que no controla.

Este es un paso crucial en su desarrollo.

Desde ese momento empieza a desarrollar conductas dirigidas a relacionarse con algo extraño a él.

Descubre toda la gama de formas de relacionarse: el amor, la seguridad, la dependencia, el abandono, la colaboración…

La importancia de la madre, está en que la forma en la que el niño se relacione con la madre marcará el modo en que lo hará con el mundo.

Una madre que maltrata a un niño en esta fase está creando un psicópata.

Es un niño que ha aprendido a identificar todo lo ajeno a él como algo agresivo, que quiere dañarle.

Es normal que reaccione con violencia y desconfianza hacia esa realidad externa que desde que recuerda le dañaba.

Maltrato no es que llore de vez en cuando porque no se le atienda de forma inmediata.

El maltrato es que aunque nos parezca extraño hay madres que pegan a sus hijos de forma sistemática, les queman con colillas, les clavan agujas y otras lindezas de las que ciertos seres humanos son capaces.

Como en otras conductas heredadas, no es raro que sean madres que también fueron maltratadas en su infancia.

No es difícil entender lo complicado que puede tenerlo un niño así para ser feliz en su futuro..

La principal actitud a evitar en la madre en esta época es perder los nervios.

Si a uno le toca en suerte una madre serena y cariñosa en su forma de hacer las cosas, es fácil que el niño afortunado se relacione con ella y con el mundo que le rodea de forma más tranquila y confiada. Disfrutando de descubrirlo.

Si es una madre ansiosa y poco dada a las muestras de cariño el niño se enfrentará al mundo con ansiedad y rechazo. Evitándolo cuando le sea posible.

La importancia de “la familia”.

La familia son aquellos otros seres distintos a la madre con los que el niño convive. El padre, los hermanos si los hay, los abuelos, tíos, primos…

Son personas que ocasionalmente dan afecto, pero que compiten por el afecto de la madre con el niño.

Su conducta es diferente a la de la madre.

Por mucho que una madre esté convencida de cómo deben comportarse los demás con el niño y por fuerte que sea su carácter y su dominio sobre la familia, al final los demás miembros actúan de formas distintas a ella aunque sea en matices leves.

Esto es positivo y muy importante, ya que muestra al niño un paso más en su desarrollo: Mi madre es sólo parte del mundo que me rodea, que puede ser muy diferente de ella.

Es muy difícil evitar la asimilación de las neurosis en familias mono-parentales (padre o madre solos).

Ya que el niño imita aquel esquema que ve a diario o reacciona contra él.

Cuando el esquema es siempre el mismo (una sola persona con sus problemas psicológicos, que todos tenemos), es fácil acabar copiándolo sin más, pensando que es la única forma de actuar posible.

Cuando uno tiene otras formas de ser con las que comparar, despierta en el niño el interés por probar entre ellas o buscar otras nuevas. Hace que parezca más relativo lo que en la otra situación parece una verdad inamovible.

En ese aspecto, cuanto mayor es el tamaño de una familia mayor variedad de mentalidades se da entre los hijos, a pesar de que uno o ambos progenitores puedan tener un carácter fuertemente marcado.

En primer lugar porque es más difícil mantener una conducta controladora sobre más individuos.

Y en segundo lugar porque con que uno de los individuos empiece a cuestionar el sistema, éste empieza a derrumbarse.

El padre o la madre que no tiene otra opción que educar sin ayuda a su hijo tiene una clara dificultad sobreañadida para no pasarle sus miedos y manías.

El ambiente familiar es además un laboratorio de asimilación social.

Es como una sociedad en miniatura en la que empiezan a ajustar su conducta a normas, objetivos de dominio, necesidades de colaboración y diálogo…

Es el principal centro de educación para el niño.

De modo que lo que no se hace en la familia difícilmente se logrará en la escuela.

Uno de los principales desencadenantes de la actual situación de la sociedad es que muchas familias han renunciado a su deber de educar a sus hijos, dejándolos exclusivamente en manos de los profesores.

Esto supone el triunfo de la comodidad, pero también de una forma de entender el Estado como un agente que debe cubrir todas nuestras necesidades y librarnos de nuestras responsabilidades.

Lamento comunicaros, que al menos mi opinión es, que jamás habrá un Estado capaz de hacer eso (y espero de verdad que nunca lo haya).

Un padre que responde a un profesor ante un problema, que educarle es obligación del profesor, demuestra que es capaz de tener hijos (no es estéril), pero desde luego no merece el apelativo de padre o madre.

Por favor, no renunciéis a algo que es obligación vuestra, pero sobretodo a algo que es una de las pocas cosas de verdadero valor que podréis hacer en vuestra vida: Educar a vuestros hijos.

Educarlos significa intentar darles lo mejor de vosotros como un tesoro con el que afrontar el resto de su vida: Vuestros valores.

No los míos o los de cualquier otro, ni los socialmente aceptados, sino los Vuestros.

La sociedad: Los demás.

En este mundo en el que vive vuestro hijo, aparte de él mismo, de su madre y de su familia, están los demás.

Otras personas que han recibido educaciones diferentes, otros valores, intereses distintos (aunque a veces coincidan con los nuestros), y que habitualmente se levantan cada mañana pensando en sus propios asuntos y no en los de tu hijo.

Con ellos va a tener que entenderse lo mejor posible el resto de su vida.

Tendrá que aprender a tolerar a los demás ciertas cosas y a no aguantar otras, al tiempo que se hace soportable por los demás.

Si lo hace bien incluso desarrollará con algunos de ellos relaciones de amistad o incluso amor que pueden superar en intensidad la que tenga con vosotros.

En esta fase influirán de forma decisiva todas las anteriores: desde la forma en que se relaciona consigo mismo hasta el modo en que lo ha hecho con su madre y con su familia.

Su capacidad de adaptarse a esa sociedad será la prueba de oro de todo lo que hayamos hecho hasta el momento y como toda Realidad, es despiadada.

A la sociedad no le importa lo bien intencionados que hayáis sido en su educación.

Los demás miembros de la sociedad tratarán a tu hijo en el mejor de los casos como su igual, pero le exigirá la misma responsabilidad por sus actos que a los otros miembros que la forman.

El primer paso en sociedad de vuestro hijo es el colegio.

En aquellos niños que dominan el ambiente familiar más allá de lo razonable la escuela es una cura de realidad..

No hay mejor forma de destronar reyes que llenar una habitación con 20 de ellos.

Escuchad a los maestros cuando os alerten de un problema de vuestro hijo en el colegio, porque a veces es el primer indicio de que en la casa lo estamos preparando para una idea nuestra de sociedad que es distinta a la real.