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Maduración del Sistema Defensivo Infantil

Detrás de muchas infecciones que se cronifican hay un sistema defensivo Hiperreactivo

Si te preocupa el sistema defensivo de tu hijo esta reflexión puede ayudarte a entender si realmente algo va mal y cómo actuar para mejorarlo.

Cuando hablamos de defensas en los niños solemos pensar en las infecciones, en lo recurrentes que son y lo desesperantes que pueden resultar, especialmente entre el año y los 3 años.

Muchos padres durante este periodo ven cómo su hijo no pasa dos semanas sin una nueva infección. Lo que es un desafío para la organización familiar en no pocos casos. Pero además causa preocupación, porque nos da la impresión de que es el nuestro el único que está pasando por eso.

Surgen dudas que podrían resumirse en “¿tiene las defensas bajas”. Y en “¿hay algo que pueda hacer para subir sus defensas?”.

Te propongo una visión diferente.

Maduración del Sistema Defensivo Infantil

El sistema defensivo es una de las piezas clave de nuestra salud. Y como otros muchos elementos del organismo debe madurar hasta estar preparado para cumplir de forma adecuada su función.

Básicamente su trabajo es mantener el orden en el organismo:

  1. Conteniendo a los gérmenes para que no generen daño. Lo cuál no siempre implica destruirlos. Son millones de gérmenes los que conviven en el organismo con nosotros, incluso en zonas que considerábamos estériles, donde cada vez entendemos mejor que están cumpliendo funciones importantes para nuestra salud.
  2. Impidiendo que un tipo de células crezca donde no debe. Constantemente se generan tumores en nuestro cuerpo, pero el sistema defensivo localiza y destruye la gran mayoría de ellos.

Para cumplir esta función los primeros años son claves, porque en ellos se produce una modulación y aprendizaje del sistema defensivo que le permiten realizar bien su trabajo el resto de nuestra vida.

En algunos casos el resultado no es bueno:

  1. Inmunodeficiencias genéticas. Hay personas que nacen con unos genes que pueden producir un mal funcionamiento del sistema defensivo. Cuando falta alguna de las piezas clave para que cumpla su función. Un ejemplo de esto son los defectos del Complemento (unas moléculas que el sistema defensivo usa para destruir gérmenes agresivos).
  2. Inmunodeficiencias por malnutrición. En los casos en los que la genética está bien, puede fallar un aporte insuficiente de algunos nutrientes imprescindibles para el correcto funcionamiento del sistema defensivo, como Hierro, Vitamina C…. Este fue un problema muy extendido en la historia humana. La malnutrición era casi la norma. Por eso cuando vemos que el sistema defensivo de un niño parece no funcionar bien pensamos inmediatamente en darle algún complemento nutricional para subir las defensas.

Cuando un niño tiene inmunodeficiencia, sea genética o por malnutrición se manifiesta como una tendencia clara a complicar las infecciones, necesitando con frecuencia el uso de Antibióticos Intravenosos.

Si un niño necesita ser ingresado con frecuencia en el Hospital para que le administren estos Antibióticos es porque su sistema defensivo ha fracasado en su función principal.

Esto, por suerte, es algo excepcional.

La gran mayoría de los niños que vemos en las consultas de Pediatría en la actualidad no son así. Sino todo lo contrario. Son niños en los que el ajuste del Sistema Defensivo no está fallando por defecto, sino por exceso. Niños que más que Antibióticos consumen de forma repetida corticoides y antihistamínicos. Medicamentos que no ayudan a defenderse contra las infecciones, sino a reducir una respuesta del Sistema Defensivo excesiva frente a esas infecciones.

Cuando esto ocurre, las infecciones normales que cualquier niño sano elimina en cuestión de un par de días pueden cronificarse, tardando semanas en resolverse o entrando en un estado de “siempre malo” en el que cuesta diferenciar cuándo acabó la penúltima infección y ha empezado la última.

Niños que siempre están con mocos y tos, con fiebres intermitentes que no acaban de desaparecer, con bronquitis, otitis, amigdalitis, laringitis constantes. Con diarreas intermitentes y malestar abdominal poco definido pero prolongado.

Llega un momento que el sistema defensivo está tan alterado que acaba respondiendo de forma inadecuada incluso a cosas no agresivas, con manifestaciones alérgicas como dermatitis atópica, alergias alimentarias, a pólenes, ácaros….

Cada vez es más frecuente todo esto, que agrupamos en el nombre de Hiperreactividad.

Al final del camino llega a una situación de tal confusión que puede atacar incluso al propio cuerpo generando Auntoinmunidad: Reacciones en las que el sistema defensivo ataca al propio cuerpo.

Cuando esta modulación ha fracasado generando Alergias y Autoinmunidad, es tal el consumo erróneo de recursos, que empieza a fracasar en la que era su función real. Aparecen infecciones oportunistas y muchos tumores no son detectados y eliminados.

Causas y soluciones de la Hiperreactividad

En este artículo no voy a entrar a fondo, porque quiero hacerlo en otros específicos de cada tema, pero sí voy a hacer una reflexión:

Estamos poniendo parches.

Cada vez que diagnosticamos una alergias y tratamos los síntomas o evitamos al alergeno, pero sin intentar normalizar la Regulación del Sistema Denfensivo, estamos poniendo un parche.

Lo normal es que tras ese problema aparezca otro, y otro, y otro….

En algunos pacientes no hacemos sino vigilar al paciente para ver cuál será la próxima alergia, la próxima reacción Autoinmune, el próximo brote de dermatitis.

Cuando lo que deberíamos hacer ante cualquiera de esas manifestaciones es plantearnos qué está fallando para que la Regulación Inmunológica esté generando estos problemas en serie. Y actuar aliviando los síntomas del problema de turno, pero con una estrategia de fondo que lleve a normalizar el funcionamiento del Sistema Inmunológico.

Apuntaré algunos de los elementos sobre los que podemos actuar para lograr este objetivo:

Nutrición inadecuada. Un exceso de Omega 6 y 9 de origen animal o una carencia de Omega 3 puede generar una mayor tendencia a la inflamación en los tejidos. También una dieta rica en azúcar y pobre en fibra puede ser negativa por favorecer el desarrollo de una flora alterada.

Flora alterada. En el intestino está el 70% de nuestro sistema defensivo. Tener una flora que lo excita constantemente puede generar hiperreactividad. Tener por el contrario una más amigable que no ataca y genera sustancias que calman al sistema defensivo puede reducir la hiperreactividad. Es importante favorecer que la flora intestinal del niño tenga la mayor variedad posible y evitar el uso de antibióticos cuando no sean necesarios, ya que pueden generar desequilibrios importantes que pueden llevar a una flora agresiva. Los gérmenes amigables se alimentan de fibra, los agresivos aprovechan para crecer y desplazarlos cuando hay un exceso de azúcares libres y falta de fibra en la dieta.

– Exposición solar. Una agresión solar que genere quemaduras puede ser perjudicial, pero una falta de exposición solar también es mala, ya que la radiación solar tiene un efecto inmunomodulador fundamental. Deberíamos exponer a los niños al sol tanto como sea posible sin que se quemen.

– Exposición a alergenos pobre. Un exceso de higiene o un entorno demasiado artificial hace que sustancias naturales sean algo extraño contra lo que puede acabar reaccionándose si los contactos son muy esporádicos y coinciden por casualidad con un daño. Exponer de forma regular a los alergenos cuando no hay daño asociado es la mejor forma de generar tolerancia y evitar alergias. Una vez generada la alergia, se puede llegar a eliminar con estrategias de tolerancia progresiva.

Medicación específica. En estos niños vamos a usar mucho antihistamínicos y corticoides para modular la respuesta del sistema defensivo. Pero hay medicamentos que van más allá del alivio de un síntoma y pueden modular al sistema defensivo en su conjunto. Algunos como los inhibidores de leucotrienos pueden ser muy útiles como tratamiento de fondo.

En cada niño, dependiendo de sus antecedentes, de sus síntomas y de sus condiciones de vida tendremos que diseñar una estrategia adecuada. Pero esto es posible, consiguiéndose especialmente en los primeros años de vida normalizar el funcionamiento del Sistema Defensivo. Lo que puede hacer que acabe siendo un Aliado en la salud futura del niño, y no un generador constante de problemas el resto de su vida.

No nos perdamos en una sucesión interminable de síntomas y abordemos el problema de fondo: La maduración adecuada del Sistema Defensivo.

 

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¿Debo evitar que la gente toque a mi bebé?

Gérmenes y bebés. Microbios, infecciones y miedo al contagio

Una de las preocupaciones más extendidas entre muchas familias: El miedo al contagio de gérmenes a su bebé. Te explico algo muy importante y con lo que pocos cuentan.

Entre las causas del increíble descenso de la mortalidad infantil en los países desarrollados, una de las más importantes es la mejora en la salubridad, en las condiciones de higiene.

Pero como en otras muchas cuestiones corremos el riesgo de pasarnos de un extremo al otro y pagar las consecuencias.

Evidentemente, crecer en una ciudad sin alcantarillado, donde es difícil conseguir agua no contaminada de los gérmenes de todo el mundo y sin una higiene básica, favorece el contagio de enfermedades infecciosas, parasitosis y todo lo que se nos ocurra.

Pero podemos dar por hecho que ese nivel básico de salubridad pública está garantizado en nuestra sociedad.

De lo que quiero hablar aquí es de algo muy común en esta “sociedad limpia”: El miedo casi obsesivo de muchas familias a que su bebé sea contagiado de una infección por cualquiera.

Costumbres como no salir a la calle en las primeras semanas, evitar los lugares bulliciosos con el bebé, limpiar constantemente las manos del bebé durante los primeros meses para que no se meta las manos sucias en la boca, hacer de “Guardia Pretoriana” para que nadie se le acerque….

Para que entandáis esto voy a aclarar un par de conceptos que no suelen explicarse.

¿Está indefenso un bebé durante los primeros meses de vida?

La especie humana ha sobrevivido durante cientos de miles de años sin jabón, sin antibióticos, sin toallitas esterilizantes….

El sistema defensivo del bebé está preparado desde que nace para defenderse de las infecciones. De hecho está mejor preparado durante los primeros meses. Y es así porque durante el embarazo, de la sangre de la madre, pasan al bebé los anticuerpos contra todas las infecciones que la madre ha pasado en toda su vida. Es lo que llamamos Inmunización Pasiva. 

En los primeros 6-8 meses, cuando un bebé tiene contacto con cualquier infección que su madre ha pasado, es bloqueada por los anticuerpos que su madre le pasó en el embarazo.

Sin que sufra fiebre, ni mocos, ni tos, ni vómitos, ni diarrea… Sin desarrollar síntomas, los anticuerpo de mamá frenan al germen y avisan al sistema defensivo del bebé.

Le dicen: “Míra, sistema defensivo del bebé, este bicho es malo, liquídalo… Y a partir de ahora, cuando vuelvas a verlo por aquí, a por él.”

Este proceso se repite con un germen tras otro durante los primeros meses. Lo normal es que si el niño vive en el mismo entorno en el que lo ha hecho su madre, en esta etapa identifique y frene en estos primeros meses un amplio porcentaje de los gérmenes con los que va a tener que vivir el resto de su vida. 

De indefenso nada.

¿Qué ocurre cuando evitamos el contacto del bebé con gérmenes durante los primeros meses de vida?

Evitar este contacto al 100% es imposible. Porque en este mundo hay bichos por todas partes.

Pero podemos reducir mucho el contacto con gérmenes que pueden crecer en nuestro cuerpo si limitamos el contacto con otros seres humanos. ¿Debemos hacerlo o no?

Si limitamos el contacto con otras personas para evitar contagios:

  1. Estamos impidiendo que el bebé tenga esos primeros contactos cuando cuenta con la ayuda de los anticuerpos de mamá. Antes o después acabará recibiéndolos. Evitarlo en la primera etapa sólo le retrasará el trabajo para que se le venga todo encima cuando ya no cuente con la ayuda de la Inmunización Pasiva. Pasará con fiebre, tos, mocos, vómitos y/o diarrea infecciones que pudo superar sin síntomas en los primeros meses. 
  2. El sistema defensivo debe aprender a reaccionar de forma adecuada. Para regularse debe trabajar. Cuando tiene contacto con muchos gérmenes diferentes, aprende a reaccionar de forma más intensa con los más agresivos y a ser más tolerante con los que no lo son. Cuando no se le deja una carga mínima de trabajo, va acumulando capacidad defensiva y en cuanto puede, tiende a reaccionar con más intensidad de la adecuada. Por eso muchos niños que viven en su burbuja antiinfecciosa, en cuanto pillan un virus que irrite un poco la vía respiratoria, desarrollan bronquiolitis.
  3. Las medidas de higiene permiten fundamentalmente evitar bacterias, hongos y parásitos. Pero son muy poco efectivas frente a virus. Es por eso que en la actualidad generan más ingresos hospitalarios las infecciones virales que las bacterianas. Cuando siempre fue al revés. El problema es un sistema defensivo infrautilizado que concentra toda su capacidad en reaccionar frente al único estímulo que no logramos evitar: Los virus. Por eso la mayoría de los niños pequeños, cuando se les hace una analítica y vemos sus células defensivas tiene Linfocitosis: Entre las células defensivas hay Linfocitos (que luchan fundamentalmente contra virus) y Neutrófilos (que luchan especialmente contra las bacterias). Los niños suelen tener un porcentaje de neutrófilos bajo y de Linfocitos alto. Esto acaba generando hiperreactividad frente a esas infecciones virales. Algo responsable de las bronquitis de repetición que si no se soluciona acaba generando asma.

Por lo tanto:

Es razonable que tu bebé no gatee por un urinario de un bar.

No lo bañes en una alcantarilla.

Es adecuado que limpiemos las hortalizas que han sido regadas con aguas residuales…

Pero evitar de forma obsesiva que nadie se acerque a él es claramente contraproducente.